Devoradoras de las profundidades
Las barracudas son especies carnívoras de aguas profundas
Su estrategia de caza está basada en su morfología y la gran velocidad que pueden alcanzar
Pez limón, un depredador elegante

Las barracudas pertenecen a un género de peces carnívoros que viven en aguas profundas imposibles de confundir con otros peces por su morfología tan característica y su llamativa forma de atacar a sus presas con gran rapidez. La longitud de estos voraces peces oscila entre el medio metro de las especies menores hasta los casi dos metros de la gran barracuda del Caribe.
Las especies que podemos encontrar en el Mediterráneo pueden llegar a superar el metro y medio. Las velocidades que alcanzan van desde los 50 km/h de las especies locales hasta los 90 km/h de algunas especies tropicales, velocidades que pueden lograr en apenas unos segundos gracias a su poderosa cola y su figura hidrodinámica.
Diseñadas para la caza
Los caracteres morfológicos de las barracudas parecen responder a un programa de diseño para convertirlos en eficaces depredadores. Tienen el cuerpo alargado y robusto, ideal para nadar a alta velocidad; una cabeza puntiaguda en la que destaca una gran boca, con la mandíbula inferior más larga que la superior y unos dientes afilados, perfectos para capturar sus presas; sus ojos grandes les otorgan una excelente visión para la función de caza; las escamas plateadas y la coloración azul-verdosa con franjas verticales les proporcionan un camuflaje en el agua.
Hábitat y distribución
Viven en aguas cálidas, principalmente tropicales y subtropicales, aunque hay especies adaptadas a zonas templadas. Frecuentan áreas costeras, arrecifes de coral, manglares y praderas marinas. La gran barracuda, conocida como ‘tigre de los mares’, es común en el Caribe. Son peces pelágicos que viven en las profundidades aunque en ocasiones se pueden encontrar en las proximidades de la costa, nadando “entre dos aguas”. Los ejemplares más jóvenes viven en áreas costeras sobre todo en fondos arenosos poco profundos o con vegetación abundante.
La barracuda europea o espetón (Sphyraena sphyraena) se distribuye por el Atlántico, el Mediterráneo y el Mar Negro. Hay otra especie de barracuda que puede ser encontrada en nuestro Mar de Alborán (Sphyraena viridensis), conocida también como bicuda. Muy difícil de distinguir estas dos especies con similares patrones de coloración, ya que tienen la misma fisonomía alargada y fusiforme, mandíbula inferior prognata con boca grande y numerosos dientes, y la aleta caudal muy escotada, pero S. sphyraena tiene escamas en el borde posterior del preopérculo, de las que carece S. viridensis, y además alcanza un tamaño mayor.
Alimentación
La barracuda tiene una bien ganada reputación de gran depredador. Aunque su dieta varía de acuerdo con el hábitat, sus presas más frecuentes son peces (sardinas, bogas, mújoles, caballas, jureles…) y cefalópodos.
La barracuda inicia su ataque embistiendo a su presa a gran velocidad. Después la desgarra con sus afilados dientes que están insertos en unas potentes mandíbulas. Aunque tiene una buena vista, puede cazar incluso en aguas turbias, localizando a sus presas mediante la línea lateral, que capta las vibraciones de otros seres vivos al desplazarse por el agua. A veces cazan en grupo, al parecer porque reunir un nutrido banco de peces aumenta el rendimiento de la operación.
Reproducción
A pesar de que son animales agresivos y solitarios, forman grandes cardúmenes cada año para la reproducción. En el Mediterráneo desovan entre abril y junio, período en el cual las hembras depositan sus huevos en aguas superficiales cerca de la costa y los machos los fertilizan externamente. Las más jóvenes producen hasta 4.000 huevos, pero los ejemplares adultos pueden llegar a depositar hasta 300.000. Las larvas son planctónicas y se desarrollan en aguas abiertas, empezando a cazar inmediatamente después de nacer.
Las barracudas no solo son fascinantes por su comportamiento y características, sino que también juegan un papel vital en la salud y el equilibrio de los ecosistemas marinos.
- Contribuyen a mantener el equilibrio y la salud de las comunidades acuáticas. En primer lugar, como cazadores eficientes, realizan un control y regulación de las poblaciones de otras especies, evitando la sobrepoblación y el agotamiento de recursos. Al mantener el equilibrio en las poblaciones de presas, las barracudas apoyan una mayor diversidad de especies en sus hábitats. Realizan además una selección natural al capturar a los individuos más débiles o enfermos promoviendo la salud genética y permitiendo que los individuos más fuertes y sanos sobrevivan y se reproduzcan.
- Compiten con otros depredadores por recursos alimenticios, lo que puede influir en las dinámicas de las poblaciones y promover la biodiversidad al reducir la dominancia de una sola especie.
- Contribuyen finalmente al ciclo de nutrientes en sus ecosistemas a través de la excreción y la descomposición de organismos muertos, lo que enriquece el ambiente marino y apoya el crecimiento de otras formas de vida.
Amenazas
Las barracudas enfrentan varias amenazas que afectan su supervivencia y conservación como son la sobrepesca, la degradación y destrucción de su hábitat y la contaminación por plásticos y productos químicos.
Conservación
La regulación de la pesca sostenible y la protección y restauración de los arrecifes de coral y otros hábitats costeros puede ayudar a conservar las poblaciones de barracudas. La educación y concienciación sobre el papel ecológico de las barracudas y las amenazas que enfrentan puede ayudar a fomentar prácticas más responsables y respetuosas con el medio.
Mito y realidad
Las barracudas están asociadas a varios mitos y creencias basadas en su imponente y aterradora apariencia y a sus hábitos de caza pero que sólo se dan en las películas y en novelas. La más extendida es la que alude al ataque a humanos aunque estos son extremadamente raros y solo se producen muy ocasionalmente cuando se sienten amenazadas o confunden a los nadadores con presas debido al brillo de relojes, cadenas u otros accesorios. La realidad es que no son animales agresivos hacia nuestra especie, evitando el conflicto y adoptando una posición defensiva si se sienten en peligro.
Tampoco es cierta la leyenda de que son atraídas por el olor de la sangre. Las barracudas cazan principalmente usando la buena vista que poseen aunque reaccionan a movimientos rápidos y objetos brillantes. Tampoco la fama de los tiburones de que son capaces de detectar una gota de sangre a gran distancia, incluso si se encuentra muy diluida, se corresponde con la realidad. Aunque todos los escualos pueden detectar olores y sustancias químicas se ha idealizado su olfato y el cine ha creado un mito sobre su capacidad olfativa. Es cierto que los tiburones identifican la sangre de sus presas, pero distinguen la de las personas (que no somos sus presas) y normalmente se marchan de las zonas en las que hay nadadores.
Tampoco es verdad que las barracudas siempre viajen en grandes bancos, que solo ocurre, como estrategia de protección, en los individuos jóvenes. Los adultos son solitarios y solo se agrupan para reproducirse. Aunque sus mandíbulas son fuertes y sus dientes afilados su boca está diseñada para desgarrar las presas por lo que el dicho de que “su mordida puede cortar cualquier cosa", también es falso y lo de que corta metales o materiales duros es una exageración infundada.
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