MIGRADORAS sub-MARINAS

Las tortugas marinas se desplazan centenares de kilómetros desde sus lugares de alimentación hasta las playas en que anidan.

Su longevidad y capacidad de orientación les ha conferido fama de ‘sabiduría’. 

Corales nazaríes

Tortuga boba en Motril. / Alfredo Rosales

Las primeras tortugas marinas aparecieron en el Jurásico, evolucionando probablemente a partir de tortugas de agua dulce. Las dos familias actuales son auténticos fósiles vivientes, ya que descienden de especies que nadaban por aquellos océanos del Cretácico, hace unos 70 millones de años. Son los únicos reptiles marinos supervivientes junto a la iguana marina, (única especie entre los saurios adaptada al ambiente marino), las serpientes de mar de la familia de los elápidos, y una especie de cocodrilo del sudeste asiático que se adaptó al agua salada.

El mar de Alborán, un mar de transición entre las masas de agua atlánticas y mediterráneas, es un lugar en el que se pueden observar a las tortugas marinas en sus migraciones. La especie más frecuente en nuestro litoral granadino es la tortuga boba (Caretta caretta), aunque se pueden encontrar otras especies como la tortuga laúd (Dermochelys coriacea) y, en menor medida, la tortuga verde (Chelonia mydas), de la que se han descrito interacciones con artes de pesca y varamientos puntuales en costas andaluzas. La presencia de otras dos especies, la tortuga carey (Eretmochelys imbricata) y la tortuga lora (Lepidochelys kempii), es considerada como accidental en Andalucía. 

En la última década la tortuga boba está utilizando algunas playas orientales andaluzas de Almería y Málaga para anidar lo que podría relacionarse con el aumento de la temperatura del mar. De igual forma se han observado durante la realización del proyecto Meso Alborán individuos juveniles en el entorno del Cañón de Jolúcar. 

Características de las tortugas marinas 

La adaptación de las tortugas a la vida en mares y océanos conllevó un cambio en sus características morfológicas y fisiológicas. Frente a los caparazones notablemente más convexos de las especies adaptadas a vivir en tierra, las tortugas acuáticas, tanto marinas como de agua dulce, lo tienen más plano y liso para conseguir un mayor hidrodinamismo. Otra diferencia estriba en que en las tortugas marinas la cabeza no se puede introducir dentro del caparazón. 

La tortuga laúd es la mayor de las tortugas marinas. / National Geographic.

Las patas están transformadas en aletas que les permiten nadar grandes distancias a velocidades relativamente importantes, en torno a los 30 km/h. Utilizan las delanteras para la propulsión, mientras que las traseras hacen de timón, marcando el rumbo; también les sirven para abrazar a la hembra en la cópula y para excavar el nido.

Las tortugas marinas tienen un metabolismo más eficiente que el de las terrestres, así como una cantidad mayor de glóbulos rojos, es decir, tienen mayor capacidad para retener oxígeno. La respiración es pulmonar, siendo importantes también los pulmones en la flotabilidad. Como en muchos reptiles, el corazón es tricameral. 

Tanto la vista como el olfato, (quimiorrecepción en sentido amplio), son sentidos bien desarrollados en estos animales. Se sabe que tienen visión en color y suficiente agudeza visual como para distinguir objetos relativamente pequeños bajo el agua. 

Otra adaptación al agua del mar es la glándula de sal en los ojos, cuya función es expulsar el exceso de sal del cuerpo.

Alimentación

Son predominantemente depredadoras e ingieren diversos animales marinos como medusas, crustáceos, moluscos, tunicados, peces, corales, esponjas, etc. La tortuga verde es algo excepcional pues los adultos se alimentan principalmente de algas y fanerógamas marinas. Las restantes especies de tortugas marinas suelen tener durante su estado adulto claras preferencias por unos tipos u otros de presas. 

Tortuga verde es la única de dieta hervívora. / Alfredo Rosales

Las tortugas marinas son seres solitarios que realizan largos desplazamientos hasta lugares que le ofrezcan abundantes recursos alimenticios situados a cientos, e incluso a miles de kilómetros, desde los que tienen que volver para reproducirse en las playas donde eclosionaron y salieron por primera vez al mar o fueron liberadas, en el caso de las criadas en cautividad.

Ciclo biológico

Su ciclo biológico comienza con la eclosión de los huevos en la orilla de playas arenosas donde las hembras han anidado tras ser fecundadas en el mar. La nidificación en masa observada en ocasiones podría ser una estrategia más para saturar a los potenciales depredadores de huevos al quedar saciados que un comportamiento social. Las hembras construyen varios nidos, en los que depositan entre 30-180 huevos. Cada hembra se suele reproducir cada dos, tres o cuatro años. La incubación depende del calor del sol y suele durar en torno a 50-60 días. No existen cuidados parentales. 

Momento de la eclosión del huevo. / WWF

Los huevos sufren depredación por un amplio número de animales. Además, las primeras etapas, especialmente el desplazamiento hasta el mar tras la eclosión, suponen un periodo de gran vulnerabilidad, lo que hace que la mortalidad infantil sea muy elevada. Las tortugas marinas que sobreviven a estos momentos de mayor fragilidad son animales longevos, con madurez sexual tardía, con bajo metabolismo y gran resistencia a periodos sin alimentarse. 

Para realizar estas largas migraciones podrían orientarse siguiendo patrones de luz, del campo magnético terrestre, de la dirección de las olas, o de los gradientes de olor transportados por corrientes marinas. Parece que los patrones químicos podrían ser particularmente importantes por parte de las hembras para la identificación de las playas donde nacieron.

Amenazas e impactos 

Las diferentes especies de tortugas marinas sufren algún tipo de amenaza a su supervivencia. Las principales causas de disminución de las poblaciones de tortugas marinas a nivel mundial son: 

Destrucción de su hábitat. Los lugares de anidación se han ido reduciendo paulatinamente debido a la urbanización costera que conlleva además la ‘limpieza’ y masificación de las playas. La pesca de arrastre también produce mermas de su hábitat natural, las áreas bentónicas más productivas.

La contaminación de los mares y océanos con residuos provoca grandes daños a sus poblaciones. Las tortugas confunden los residuos con su alimento, (sobre todo plásticos que creen que son presas gelatinosas). Les causan ahogamiento, obstrucciones y, como consecuencia, desnutrición e incluso la muerte de muchos ejemplares. Son asimismo frecuentes los casos de inmunodepresión y muertes relacionados con la acumulación de contaminantes en sus tejidos. 

Comiendo plástico / Bing IA

Los vertidos de aguas contaminadas, zonas petroleadas e incluso radiactivos provocan altas tasas de mortalidad. 

Otro tipo de contaminación que sufren es la acústica: el ruido de los submarinos, el transporte marítimo, las infraestructuras petrolíferas, etc. generan malestar y estrés, pudiendo interferir en el comportamiento normal de estas tortugas. 

Las tortugas marinas pueden tener accidentes con embarcaciones o quedar atrapadas en artes de pesca, causándoles heridas y lesiones. En ocasiones, cuando las redes ascienden hacia la superficie y arrastran a las tortugas, pueden causarles el síndrome de descompresión debido al cambio brusco de presión.

La captura para consumo de su carne o la colecta de huevos y su comercio, en la actualidad prácticas ilegales, ha diezmado en algunas partes del mundo las poblaciones de tortugas marinas.

Una torguga, atrapada en una red de pesca. / National Geographic

Finalmente el cambio climático supone amenazas múltiples para estas especies. En primer lugar los derivados de los cambios en la temperatura del mar y su acidificación que afecta a sus zonas de alimentación. Dos impactos directos y concretos ocasionado por la elevación de la temperatura del agua son los cambios en los lugares de nidificación y la alteración de la sex ratio. Por ejemplo en la tortuga boba por encima de 32ºC todos los nacimientos son hembras, a unos 30 grados la proporción machos/hembras es similar y por debajo de 28 todos los nacidos son machos.

Estado de conservación

De las siete especies de tortugas existentes, seis se encuentran bajo alguna categoría de amenaza por la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza. La tortuga carey y la tortuga lora están catalogadas como 'en peligro crítico' y la tortuga verde como 'en peligro'. Las tortugas laúd, olivácea y boba están consideradas como 'vulnerables', aunque la población mediterránea de esta última se podría incluir en 'preocupación menor'.

Tortugas marinas en el cine

Crush (Buscando a Nemo). Esta tortuga marina de más de 150 años es conocida por su actitud relajada y su extraordinario conocimiento de los ‘7 mares’. Gracias a su experiencia con corrientes marinas, logró indicarle a Marlin y Dory cómo llegar a Sídney por medio de la corriente de Australia, una de las más importantes del mundo. 

Sammy (El cuento de una tortuga, las aventuras de Sammy). Sammy es una tortuga marina que vive emocionantes aventuras a lo largo de su vida, desde su nacimiento hasta su regreso a la playa donde nació. Esta película sigue el viaje de 50 años de una tortuga que experimenta todos los cambios provocados por el calentamiento global. Tienen un gran componente educativo con temas anti-contaminación y a favor del la conservación del medio ambiente. 

Umigame (Dragon Ball). Esta tortuga marina de más de 1.000 años ha sido parte de varias películas de Dragon Ball, siendo una compañera fiel del Maestro Roshi, que le enseñó a a hablar. Es más conocida quizás por su aparición en el mundo del anime.

El Gran Maestro Oogway que aparece en Kung Fu Panda, es una tortuga sabia y serena que guía a Po en su camino para convertirse en el Guerrero Dragón; este personaje no es una tortuga marina, sino que está inspirado en una de las especies de tortugas terrestres de las Islas Galápagos.

Preocupados y Ocupados por las tortugas marinas. 

La preocupante situación de amenaza a la supervivencia de las diferentes especies de tortugas marinas ha propiciado diferentes iniciativas para su conservación en Andalucía y en todo el mundo.

Proyecto SOS Caretta. La ONG Hombre y Territorio, con el apoyo de la Fundación CEPSA, coordina este proyecto en el que participan numerosas organizaciones e instituciones entre las que se encuentran cofradías de pescadores y asociaciones pesqueras. Se centra en el fomento de rescate de tortugas marinas por el sector pesquero en las demarcaciones marinas Sudatlántica y Estrecho y Alborán. 

Tortuga boba liberada en La Herradura. / Alba Feixas

Aquí salvamos tortugas marinas. Proyecto cuyo fin es informar a la ciudadanía sobre cómo se debe actuar ante la presencia de una tortuga marina en nuestras costas. Esta iniciativa comenzó en 2019 en la Comunidad Valenciana de la mano de la Fundación Oceanogràfic y ha ido creciendo, uniéndose la Fundación Azul Marino, ampliándose por todo el Mediterráneo. La incorporación del Acuario de Sevilla ha traído la participación de muchas localidades de Andalucía que se han adherido a la campaña. 

El Centro de Gestión del Medio Marino del Estrecho, dependiente de la Junta de Andalucía, es una referencia en la recuperación de las tortugas boba y centro puntero en España en la cría en cautividad de neonatos de esta especie. 

En el período comprendido entre 2008 y 2022 se atendieron un total de 4.555 varamientos, de los que 2.665 correspondieron a cetáceos (56%) y 1.990 (44%) a tortugas marinas. El año pasado ingresaron 14 tortugas marinas de las que se liberaron 13. La semana pasada fueron liberados un par de ejemplares de tortuga boba en la playa de La Herradura

¿Sabías qué...?

La tortuga laúd es la que alcanza mayores latitudes gracias a su mayor capacidad de regular su temperatura corporal. Esto se ve facilitado por su gran tamaño (“gigantotermia”), que favorece una baja relación superficie-volumen, por estrategias de aislamiento (presencia de un tejido subcutáneo muy graso) y cambios de flujo sanguíneo a los tejidos periféricos (tanto para disipar como para mantener calor, según la necesidad). Esto le permite, por ejemplo, mantener una temperatura corporal de 25,5°C en agua marina fría a 7,5°C. 

La duración máxima registrada de buceo en una tortuga marina es de 8 a 10 horas durante el período invernal con temperaturas del agua entre 12 y 14°C. El récord conocido es de 614 minutos en una tortuga boba. La tortuga laúd ostenta el récord en cuanto a profundidad alcanzada, ya que se ha llegado a medir una inmersión a 1.250 m de profundidad en esta especie.

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