Pablo Garrido, el científico granadino que ha conseguido 1,5 millones para dar un vuelco a la industria química: "Todas las carreras tienen salida"
El investigador, que estudió Ingeniería Química en la UGR y completó su formación en Estados Unidos y Tarragona, defiende el papel de cualquier rama de la ciencia y el valor de equivocarse
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Sentado en la cafetería de la Facultad de Ciencias podría pasar por un estudiante más. Nadie diría que es profesor, y de los de más proyección en la Universidad de Granada (UGR). Pablo Garrido Barros (Granada 1989) habla rápido. Enlaza su vocación con las dudas que siempre tuvo sobre qué estudiar. Sabía que quería ser científico, pero los prejuicios y las dudas le hicieron vacilar cuando le llegó el momento de decidir carrera. Apostó por la Ingeniería Química y aquello le atrapó. "En segundo de carrera lo tenía claro". Completó su formación en Tarragona y Estados Unidos hasta moldearse como un investigador de primer nivel y un apasionado de su trabajo que está en la UGR gracias al programa Ramón y Cajal. Tanto es así que en su tiempo libre disfruta con la redacción de artículos. "Para mí no es trabajo". Su talento le ha llevado a conseguir una de las prestigiosas Starting Grant que otorga el European Research Council (ERC), las ayudas a científicos más importantes del continente y que suponen que Garrido cuenta con 1,5 millones de euros para trabajar en un proyecto que puede cambiar el paradigma de la industria química en los próximos años.
"No me considero superlisto", lanza Garrido, aunque reconoce que él respondía al estereotipo de "empollón modelo, lo digo sin vergüenza. He estudiado mucho". Primero se formó en la Consolación, en su barrio de La Chana. Después pasó al IES Francisco Ayala. Hasta segundo de Bachillerato quiso estudiar Empresariales. "Tenía la cabeza hecha un lío", recuerda de esa etapa. Pero ahí había un científico en ciernes y decidió plantearse el problema de forma analítica. "Hay que escucharse a uno mismo", y él sabía que lo que de verdad le gustaba era resolver problemas. "Lo mío era la ciencia".
Los estereotipos pesaron lo suyo en aquel momento. Hace unos años estaba muy extendida la creencia de que estudiar Física o Química tenía como única meta ser docente en un centro educativo. "Me gusta la Física, las Matemáticas, la Química... pero pensé que la ingeniería me ofrecía un plan B", una alternativa a las aulas en el sector de la industria. "Todo eso es falso, todas las carreras tienen salidas", argumenta Garrido, que valora como un tesoro la capacidad de la ciencia de abrir la mente. "Eres químico, pero vas a resolver problemas de cualquier naturaleza", prosigue para aconsejar que "lo mejor es estudiar lo que te guste. Si no lo intentas, te vas a arrepentir toda la vida".
Entrar en la Universidad, en Ingeniería Química, le permitió entrar "en una dinámica siempre con ilusión". Incluso asignaturas que en un principio no tenían mucho que ver con la química le resultaban atractivas. En segundo tuvo clases con Francisco Javier López Garzón de Química Inorgánica. "Me encantó". Entonces fue cuando recibió un consejo que Garrido repite ahora a sus propios alumnos. La prioridad son los estudios". Desde el verano del segundo curso hizo prácticas y consiguió varias becas tanto en la Universidad como en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Ya no había dudas.
El último año de carrera realizó una estancia de verano en el Instituto Catalán de Investigaciones Químicas (ICIQ) con sede en Tarragona. Allí comenzó a interesarse por las energías renovables y procesos como la fotosíntesis artificial. En Tarragona, con el profesor Antoni Llobet como mentor, se quedó para completar su formación de posgrado con un máster y el doctorado. "Aprendí muchísimo".
Garrido prosiguió con su formación en Pasadena, Estados Unidos, en el Instituto Tecnológico de California, una de las mejores universidades del mundo donde terminó de afinar su línea de trabajo. "Cualquier cosa que nos imaginemos que tenga nitrógeno, casi con toda seguridad ese nitrógeno viene del amoniaco". Este producto, tal habitual en cualquier casa, y cuya fórmula es una partícula de hidrógeno por tres de nitrógeno es básico para la industrial.
"Me parece alucinante la importancia que tiene el amoniaco en nuestras vidas", subraya el granadino. El nitrógeno, por ejemplo, tiene un papel clave en la producción de fertilizantes, fundamentales en la producción agrícola. Incluso el ADN tiene átomos de nitrógeno.
Y ahora viene el problema. Los procesos químicos que hasta ahora se emplean para obtener el amoniaco que se usa, por ejemplo, para abonos, requiere de combustibles fósiles. Sin embargo, Garrido propone en su investigación utilizar luz solar y elementos renovables para hacer lo mismo, pero diferente. Se trata de conseguir, artificialmente, lo que las plantas realizan desde hace millones de años. La fotosíntesis. "Teníamos un paradigma en la industria y nos hemos dado cuenta de que hay que cambiarlo" para hacer sostenible el proceso. La dificultad es hacerlo de forma eficiente. Porque la ventaja de los combustibles fósiles es que hacen el proceso rápido y barato. "Ahora estamos rediseñando los procesos químicos y cómo interacciona la luz solar. Es un desafío importante". Su proyecto, More4Less –Metal-Organic Reagents for Light-Enabled Shuttling of protons and electrons, (Reactivos metal-orgánicos para el transporte de protones y electrones mediante luz, en español), va de eso, conseguir un proceso inspirado en la naturaleza, que emplee luz solar, agua y aire capaz de reducir el uso de combustibles fósiles y pueda, además, aplicarse a nivel industrial.
"Las ERC son la mejor manera de desarrollar ideas como esta", totalmente alternativa a cómo se obtiene amoniaco en la actualidad. "Se sabe que hay un riesgo, pero eso también se valora como positivo. Tengo que ir a por todas", lanza el investigador. Con los 1,5 millones de la ERC y la financiación del Plan Nacional a otro de sus proyectos (Lightsup) podrá contar con un equipo de una decena de personas. Llegar hasta aquí no ha sido un camino hecho en solitario. Garrido, agradecido, destaca el apoyo "tremendo" del Vicerrectorado de Investigación y Transferencia y de la Oficina de Proyectos de la UGR. Como investigadores que han sido sus referentes vuelve a destacar a Llobet y a Jonas Peters, además de a Jorge Andrés Rodríguez Navarro. "En España cuesta mucho despegar porque hay poca gente que entienda que se necesitan alas. Él me dio espacio y gente para trabajar. Has sido clave". También ha estado ahí, a su lado, su familia y sobre todo su esposa, Marta, siempre a su lado.
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