¿Todo el poder para la ciencia?

Ciencia abierta

El cientifismo puede ser un problema y el remedio está en saber explicar qué es esa cosa llamada ciencia como actividad humana

¿Todo el poder para la ciencia?
¿Todo el poder para la ciencia? / G. H.

Todos los ciudadanos y ciudadanas que seguimos con arrobo las ruedas de prensa de nuestro primer prócer patrio, me refiero a nuestro presidente del gobierno, hemos podido comprobar que nombra a la Ciencia en múltiples ocasiones. Hoy mismo, escribo este Ciencia Abierta tres días antes de su publicación, en sus respuestas a la prensa en que informaba del paso a fase 1 de casi toda la nación, han sido continuas sus explicaciones basadas en lo que dicen los expertos en sanidad, a los epidemiólogos, a la ciencia en definitiva. La Ciencia es la que guía todo el proceso de desconfinamiento de la población, eso tan raro de la desescalada, en esta pandemia. La Ciencia es la que nos dará la solución definitiva para el problema, bien en forma de vacuna que nos proporcione inmunidad o bien en forma de remedio con algún medicamento que elimine al coronavirus.

Tan continua referencia a la Ciencia para explicar ciertas actuaciones o decisiones del poder político tiene sus críticas, ya saben ustedes, pero no vamos a entrar en esa cuestión. Si algo caracteriza a la política es la discusión y el enfrentamiento, para llegar a ciertos acuerdos, claro. Otra cuestión son los argumentos y el nivel intelectual que se alcanza en ocasiones durante esos debates (o más bien que no se alcanza en muchos casos). Pareciera entonces que en la política la discrepancia es lo normal, pero en la Ciencia lo normal es el consenso, el acuerdo. Así, si la Ciencia, como actividad humana, es un lugar de paz y consenso, podríamos preguntarnos si no deberíamos dejar todo el poder a los científicos; al estilo de la petición de Lenin: todo el poder para los soviets. ¿Hacemos comités de científicos y dejemos el poder en sus manos?

De hecho en ocasiones, generalmente en situaciones de crisis de cualquier tipo, se forman gobiernos llamados de comités de expertos o de técnicos. Ocurre en casos en que los partidos políticos no se ponen de acuerdo o se ven incapaces de desarrollar sus programas. Se llama a los expertos, digamos sean científicos de la economía (si pensamos que la economía es una ciencia, con perdón), digamos sean científicos de la materia en cuestión.

Problemas de confianza

Esta confianza en la Ciencia (siempre nombrada en mayúscula) puede derivar en algún problema. Uno muy habitual, y que en numerosas ocasiones hemos denunciado en estas páginas, es dejarse llevar por discursos que se camuflan de científicos y no lo son. Otro problema de la confianza absoluta en el discurso científico es caer en el denominada cientismo o cientifismo (según prefieran la versión francesa o inglesa del término), es decir dar un valor excesivo al conocimiento derivado de las ciencias o llevado a su extremo considerar que el único conocimiento válido es el derivado de las ciencias empíricas o experimentales. El cientifismo, según el filósofo francés Pierre Thuillier, se basa en tres principios. Primero: la ciencia es el único saber auténtico, el mejor de los saberes. Segundo: la ciencia es capaz de resolver todos los problemas si estos se formulan de forma correcta. Y tercero: es legítimo y deseable confiar a los expertos científicos la tarea de dirigir los asuntos humanos más diversos, desde la política a la economía e incluso en otros campos.

En su forma más radical el cientifismo, en caso de alcanzarse en forma plena, podría convertir al mundo en una utopía mecanicista al estilo de algunas anticipaciones de la ciencia-ficción. Un mundo dominado quizás por máquinas o por algún tipo de totalitarismo. Un mundo sin alma ni deseos, en palabras de Dostoievski (Memorias del subsuelo, 1864).

En caso de alcanzarse en forma plena, el cientifismo podría convertir al mundo en una utopía mecanicista

Hay muchas formas atenuadas de cientifismo. Todos los que trabajamos en esta actividad humana las conjugamos de alguna manera. Voy a poner dos ejemplos en los que yo mismo soy protagonista. Lo confieso, he pecado de cientifismo. Profeso el primer principio, la ciencia es el mejor de los saberes. Y lo enuncio cada vez que ataco a la pseudociencia, muchas veces desde está página. Es el único saber que ha dado progreso a la humanidad. Incluso a veces soy demasiado optimista y creo que todo se resolverá pronto. El pasado 24 de marzo, en el primer Ciencia Abierta escrito bajo la pandemia, afirmaba que pronto tendríamos vacuna. Y la cosa parece que va a tardar un poco más de lo que quisiéramos. Vuelvo a pecar, pero la solución está en la Ciencia.

Ciencia humana

Quizás del pecado que me salve sea del tercer principio. ¿Habría que dejar a los expertos la dirección de todas las decisiones que afectan a la sociedad? Enunciar una respuesta absoluta y favorable solo podría hacerse si creyera que la Ciencia es absolutamente objetiva, lo que sería equivalente a decir que no es una actividad realizada por humanos. Y la Ciencia la realizan seres humanos, hombres y mujeres con ideas, creencias, opiniones, actitudes. En muchas ocasiones enseñamos, presentamos, la Ciencia de una forma ficticia o idealizada y eso lleva al error, y caemos en ese cientifismo que les comento.

Es evidente que la Ciencia, siempre en mayúscula, ha mejorado las formas de vida de la humanidad. En muchos casos sus fines han sido dirigidos contra otras formas de conocimiento o de experiencias humanas (por ejemplo el tradicional enfrentamiento con las religiones). Podemos dejarnos aconsejar por la Ciencia siendo conscientes que la Ciencia no es neutra ni intrínsecamente pura o carente de fines u objetivos, pues como actividad humana los tiene.

El conocimiento de la Ciencia debe incluir saber cómo se trabaja en los laboratorios, de sus necesidades, de los progresos, de los errores, de su historia, de todo lo que muchas veces no mostramos ni enseñamos en las escuelas, institutos y universidades. Todo ello ayudará a comprenderla mejor y a entender los mensajes políticos que se basan o dicen basarse en el conocimiento científico.

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