Enrique Moratalla, agarrado al mástil de la guitarra
Pasado con presente incluido
Fue uno de los integrantes del movimiento Manifiesto Canción del Sur
Ha sido consejero de Cultura de la Junta de Andalucía y director del Museo de la Memoria
Dentro de poco saldrá su sexto disco como cantautor
Cuando a este hombre se le pregunta si él se considera más cantautor que político o funcionario, su respuesta es la que daría cualquier filósofo estoico acostumbrado a centrarse en aquello que puede controlar: “en cualquier faceta de mi vida siempre he intentado ser feliz. Y en algunas lo he conseguido”.
Eso sí, dice que se ha salvado de todos los naufragios que ha tenido en su vida gracias a que se ha agarrado al mástil de su guitarra. Cuando tiene un desajuste en su personalidad solo tiene que afinar sus ritmos vitales, como hace cuando trastea el clavijero de su guitarra para que suene bien. Por eso siempre sale de los bajones anímicos con una inoculable tendencia a participar en los gozos del vivir.
Alojado ahora en unos cuarteles de invierno en espera del rescate de la jubilación, es capaz de recordar gran parte del movimiento político y cultural granadino de los últimos cincuenta años. Enrique Moratalla es cantautor, psicólogo y funcionario. Ha sido viceconsejero y consejero de Cultura de la Junta de Andalucía y ha dirigido durante ocho años el Museo de la Memoria de Andalucía, institución que antes era de CajaGranada y ahora no me acuerdo de quién es. Con Enrique he compartido algunas charlas, pero también silencios locuaces que hacen prever que se está ante un hombre que es limpio de corazón y soliviantado de alma.
Habla Enrique siempre con naturalidad, hasta de sus peores momentos, una naturalidad que se transfiere enseguida a la capacidad receptiva del que lo está escuchando. Su mensaje es lúcido y cuando lo emite suele sonreír sibilinamente para dar a entender al escuchante de que, como ha conocido los entresijos de partidos políticos e instituciones, vale más por lo que calla que por lo que cuenta. Fugitivo de sus propios secretos, me cuenta muchas cosas que serían publicables si antes no aludiera al ‘off de record’ o “esto no lo pongas, es para que lo sepas”.
Cada vez más necesitado de que se solventen las más usuales reclamaciones de su vida, parece al menos que está cómodo con su trabajo, aunque impera en su ánimo la pasión por la música, que le ha hecho ya grabar cinco discos y uno nuevo que está a punto de ser publicado. Su hermano Pepe fue alcalde y su mujer Pilar Aranda es la rectora de la Universidad de Granada. Enrique es de esas personas que las ves por la calle y te dan ganas de acercarte a él y darle un abrazo. Él siempre te da dos besos. Alguna gente ha intentado malquistarlo con la vida, pero él nunca se ha dejado.
En el palomar
Enrique Moratalla está sentado en su despacho, que ocupa el ‘palomar’ del edificio de la Delegación de Cultura del Paseo de la Bomba. Tiene unas magníficas vistas y una terraza de proporciones parecidas a un campo de fútbol. “Aquí salía yo a fumar, pero hace siete meses que lo dejé”, me dice mientras paseamos por la terraza. El sol se ha apoderado de la mañana y la figura de Enrique, con su impoluto jersey azul y sus gafas de intelectual moderno, enciende todos los filamentos en el contraluz del ventanal de poniente. Como música de fondo suena tal vez una pieza de Brahms. Un lugar, un ambiente y una hora muy propicios para hablar.
-Yo siempre he dicho que soy un cateto de la Vega porque nací en el año 1956 en la calle Santa Bárbara 14, en donde estaba el pabellón militar. Recuerdo que cerca había una vaquería a la que nos acercábamos los niños a robar membrillos y recuerdo lo que nos decía el dueño de la vaquería: “Los hijos de los militares estáis toos esmayaos”. Después nos fuimos a vivir a Severo Ochoa, cerca de donde estaba el vivero del Ayuntamiento y la tapia que le decían de los maleteros porque allí iban los que venían del pueblo a echar un ‘quiqui’. Después nos fuimos a vivir cerca de Fray Leopoldo. Y ahora vivo en Marín Ocete, o sea que toda mi vida se ha desarrollado en 300 metros a la redonda. Yo era el menor de cuatro hermanos. Casi todas las vacaciones las pasábamos en Almería, pues mi madre tenía allí una casa. Me contaron que cuando tenía 16 días mi madre me pasó por debajo del manto de la Virgen del Mar para que me protegiera. En Almería tenía mi pandilla portuaria cuya única preocupación era divertirnos jugando. O sea que todos los recuerdos de mi infancia los tengo en esos espacios.
El primer colegio de Enrique Moratalla fue la Presentación y después estuvo en la Academia Isidoriana. Y el bachiller lo hizo entre los Salesianos y el Padre Suárez. Enrique me dice que en los Salesianos le inculcaron el amor por la música y por el cine a través de aquel mítico cine-club don Bosco. Y la del Padre Suárez fue para él una etapa magnífica: ¡Allí había profesores que hablaban a los alumnos de usted!
-Tenía catorce años cuando vendí mi bicicleta Orbea verde para comprarme una guitarra. Y a los 15 años compuse mi primera canción, que se llamaba ‘Nana para despertar a Antonio Machado’. Estábamos en Almería cuando fui a decirle a mi padre que tenía que ir a Alhama porque había resultado finalista del festival que allí se celebra. Yo iba con toda mi ilusión y él me soltó: “¿Ah sí? Pues buen viaje”. Me fui a Alhama con un amigo haciendo autoestop, durmiendo en donde pillábamos y comiendo yogurt, que es lo único que llevábamos. Gané el festival, menos mal.
La canción protesta
Me cuenta Enrique que sus ídolos por entonces eran Facundo Cabral y Patxi Andión, de quien cantaba muchos de sus temas. En esa etapa conoce Ángel Luis Luque, con quien entabla una solidad amistad. Él tenía 17 años cuando ambos se meten en Manifiesto Canción del Sur, que habían creado Juan de Loxa, Carlos Cano y Antonio Mata. Se trataba de un movimiento dentro de la corriente más amplia de la llamada canción protesta que en aquellos años se desarrolló de forma generalizada en toda España. Cantautores en este caso andaluces pioneros en la lucha y en la búsqueda de una identidad y una dignidad para el sur agraviado y olvidado por el poder.
-Yo estaba ya en COU y recuerdo que no parábamos de dar conciertos. Los cuatro que siempre íbamos éramos Carlos Cano, Antonio Mata, Ángel Luis Luque y yo. Alguna vez fallaba alguno y nos presentábamos solo tres o dos, pero en el cartel, si se puede llamar así, figurábamos los cuatro. Nos recorrimos gran parte de Andalucía. Íbamos allá donde nos llamaban. Eso sí, siempre en ambientes universitarios y nunca cobrábamos. Hasta que en 1976 dejó de funcionar.
Llegado a este punto de la conversación le recuerdo a Enrique que siendo yo presidente de la Asociación de la Prensa de Granada, en 1994, le organizamos un acto de homenaje a Manifiesto Canción del Sur en el que cantaron todos los autores que habían pertenecido al mismo, excepto Carlos Cano, que por entonces ya se había profesionalizado y había alcanzado la fama. Actuaron aquella noche de junio en el carmen de los Mártires, además de él, Luis Eduardo Aute, Miguel Ángel González, Enrique Valdivieso, Raúl Alcover, Antonio Mata… Y le informo de que yo estuve casi todo el concierto vigilando a Antonio Mata para que no bebiera, puesto que era un hombre muy dado a la depresión y al alcoholismo.
-Sí, lo de Antonio Mata fue una pena. Yo creo que él era el gran compositor, captó enseguida la idea, se convirtió en el paradigma del movimiento y fue el que marcó las pautas de su funcionamiento. Era el más lúcido y profundo y el que, para nosotros, tenía más proyección. Pero se metió el alcohol de por medio. Murió hace cinco años en el más completo de los olvidos.
Le pregunto a Enrique cuál fue la causa de la disolución de aquel movimiento y alude a varias causas que tienen que ver con que Carlos Cano se profesionalizara y dejara Manifiesto Canción del Sur y a causas políticas.
-Ángel Luis Luque y yo éramos de la Alianza Socialista de Andalucía, pero en el grupo había del Partido Comunista y del Partido Socialista Andaluz. Había de todo. A veces no encajábamos todos en el mismo proyecto. Y la marcha de Carlos Cano fue fundamental. Él estaba con el núcleo duro del PSA y en París conoció a Lluis Llach, que le hizo una propuesta para hacer una gira. Por cierto, yo era un admirador profundo de Lluis Llach, era mi ídolo, hasta que dio a conocer sus tendencias independentistas. Carlos Cano habló conmigo para que fuera con ellos de telonero. Le dije que me diera 24 horas para pensarlo. Al final le dije que no. Lo hice por lealtad al Manifiesto Canción del Sur.
Psicólogo
Enrique al final se matricularía en Psicología el año de la muerte de Franco. La Universidad estaba revolucionada y él iba todos los días con su guitarra a clase. Y como había que cantar, cantaba. Recuerda que lo detuvieron tres veces, aunque nunca le pegaron, resalta. Sólo le decían que no cantara más canciones protesta para no revolucionar más al estudiantado. En aquel tiempo encontró trabajo de ‘negro zumbón’, como él dice, con un psiquiatra y al terminar la carrera participó en un estudio sobre patología mental idiopática llevado a cabo por un equipo multiprofesional del Instituto de Educación Especial. Todavía no estaban las competencias administrativas conferidas y cuando entró en funcionamiento la Junta de Andalucía él entró en el cuerpo superior facultativo. De funcionario lleva 38 años, los mismos casi que lleva de matrimonio porque se casó con Pilar Aranda en 1981, a la que conoció siete años antes y con la que tiene dos hijos.
-Nada más salir de la Universidad me afilié a UGT. Estuve de jefe de servicio en Gobernación y en 1996 me propusieron ser delegado de Cultura de la Junta. Desde el 2000 al 2004 fui viceconsejero de Cultura, por lo que tuve que trasladarme a vivir a Sevilla. En 2004, cuando se va Carmen Calvo, me proponen ser consejero. Estuve solo unos meses. Pretendieron que siguiera en Sevilla bien como consejero o bien en otro cargo, pero yo tenía y debía volver a Granada. Fue cuando Antonio María Claret me propuso para llevar el Museo de la Memoria de Andalucía, en el que participé en su diseño y posterior construcción. Allí estuve ocho años, hasta que se produjo la absorción de CajaGranada por Bankia. Un desastre porque a esta gente le importa tres pepinos la cultura, no están por la labor social o cultural de la ciudad.
Al terminar su etapa como receptor de cargos públicos, vuelve al principio, a ser un funcionario más. Ha estado cinco años en Educación y ahora es jefe de servicio de la Delegación de Cultura. Dice que le queda un año y pico para jubilarse y que compagina su trabajo con sus composiciones y actuaciones como cantautor.
-La canción de autor está en auge. Hay una generación joven que la demanda porque no es solo la canción protesta. La canción de autor tiene muchos registros y puede gustar a muchos públicos. En los últimos años he estado en varios países actuado porque me han reclamado y dentro de poco voy a Rabat.
También está al caer su sexto disco y me cuenta que ha aceptado ser vicepresidente de una asociación que ha puesto en marcha el Centro Lucini de la Canción de Autor, que preside Juan Trova y que fue inaugurado hace un par de meses. Es un espacio que nace con la finalidad de salvaguardar y poner a disposición de investigadores y usuarios en general, un ingente patrimonio tanto documental como audiovisual, recopilado por el investigador jienense Fernando González Lucini desde el surgimiento de la canción de autor en España. Me dice Enrique que fue muy amigo de Carlos Cano y de Enrique Morente, con el que compartió muchas confidencias y ‘cubitos de hielo’ en las madrugadas en las que estaba viudo de sí mismo. También me cuenta el mal rato que pasó cuando hace siete años le detectaron un cáncer de colon.
-Bueno, aquello fue un ‘recorta y pega’ y parece que está totalmente controlado. Hago mis revisiones anuales y todo va bien. ¿Sabes? Yo le tengo una canción dedicada a la flor del frío, el macasar, que tenemos muchas en la Alhambra. Esta es una planta que cuando sus ramas se quedan desnudas, brotan en ellas unas flores pequeñas con un olor intenso, penetrante y, a la vez, delicado capaz de perfumar un jardín durante los fríos meses de invierno. Cuando te hace daño la vida, cuando te quedas desnudo como el macasar, estás preparado para dar lo mejor de ti. Ahora paso por una etapa muy tranquila. Salgo andar con Pilar los fines de semana, leo poesía, oigo música… Soy un hombre satisfecho.
-Será Enrique que ha hecho efecto el que tu madre te pasara por el manto de la Virgen del Mar.
-Será eso.
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