Medio siglo de 'La Nube' en La Rábita: "Parecía el fin del mundo, ese día se rompieron muchas familias"
50º aniversario de un día marcado en negro
El 19 de octubre de 1973 el cielo se abrió y descargó agua con toda su fuerza sobre La Rábita, un día señalado en el calendario que muchos vecinos recuerdan cada vez que llueve con fuerza y hay una nueva riada
Así fue 'La Nube', la riada que destruyó La Rábita hace 50 años
Granada/Cada vez que empieza a llover con fuerza, los vecinos de La Rábita y Albuñol, miran con preocupación al cielo y con miedo a las ramblas. Son varias las riadas que han sorprendido al pueblo a lo largo del tiempo, la más reciente a principios de septiembre de este año cuando las intensas lluvias confluyeron en sus dos, tanto en la de Albuñol como en la de Huarea. En una se pudieron ver hasta olas del gran caudal que bajaba, en la otra gracias a la rápida intervención de varios vecinos se pudo rescatar a una pareja que había quedado atrapada en mitad de ella. El 7 de septiembre de 2015 las fuertes lluvias se saldaron con la vida de dos personas después de registrarse hasta 80 litros por metro cuadrado, pero sin duda, el 19 de octubre de 1973 es una fecha que difícilmente podrán olvidar los vecinos.
Una serie de acontecimientos climatológicos favorecieron una génesis de tormentas de alta intensidad, se calcula que cayeron unos 600 litros por metro cuadrado, aunque algunos vecinos apuntan a que algunos pluviómetros rebosaron los 1000 litros, y otros apuntan a que se sintieron como muchos más. Solo en esta zona del litoral se contabilizaron 40 fallecidos, según las cifras oficiales, y numerosos desaparecidos cuyo número aún se desconoce, por lo que nunca se llegó a saber realmente el alcance de pérdidas humanas, el pueblo se vio arrasado y tuvo que resurgir de sus cenizas a base de mucho esfuerzo.
Medio siglo después, se recuerda la efeméride de 'La Nube', como se le conoce a este día, con una Eucaristía especial en la parroquia de La Rábita en memoria de las víctimas, presidida por el arzobispo Mons. Gil Tamayo y una procesión extraordinaria de la Virgen del Mar. Además, desde el Ayuntamiento del municipio se ha preparado un documental con testimonios de vecinos que vivieron aquellos días para que su recuerdo no caiga en el olvido, así como una exposición fotográfica que podrá visitarse hasta el 5 de noviembre en el Salón Cultural de La Rábita.
Historias como la de Isabel de la Cruz Fernández, o 'Sabelita' como la llamaba su madre, tenía 8 años y recuerda perfectamente como su casa se llenó en un abrir y cerrar de ojos de gente pidiendo ayuda. Estaban asistiendo a la historia más oscura del municipio y su hogar se convirtió en una casa de auxilio improvisada por la que pasaron una buena cantidad de vecinos que no sabían muy bien lo que había pasado. La noche del 18 de octubre de 1973, ella y su familia, se fueron a dormir, no muy tarde, como cada noche, sin embargo su madre, viendo la incesante lluvia tuvo que levantarse en varias ocasiones para quitar el agua de las lumbreras -una especie de aberturas en el techo o en la parte alta de una habitación, que comunica con el exterior y proporciona luz y ventilación- pero veía que no le daba tiempo, así que su padre, Antonio, decidió salir a la calle para ver si alguien necesitaba ayuda. Poco después regresó con un niño de corta edad que estaba completamente cubierto de barro y asustado. "Mi madre con el rabo de una cuchara y con agua caliente empezó a quitarle la tierra de la boca, de las orejas, estaba completamente cubierto y si no lo llegan a encontrar quién sabe qué podría haber pasado". Al día siguiente consiguieron localizar a la madre del pequeño, llena de rasguños y angustiada por la pérdida del menor, con el que pudo reencontrarse finalmente.
Esa mañana, tanto ella como sus hermanos, calentaron muchas botellas de agua para ayudar a otros tantos, "no recuerdo un hospital improvisado tan bien dotado como aquel, sin haber de nada teníamos de todo. Nos quedamos incluso sin ropa, porque todo lo que teníamos lo dimos. Fueron unos días de ritmo frenético y casi sin salir de casa, no había tiempo de nada, de la calle recuerdo ver las sillas y mesas del colegio flotando en el agua por la calla", explica Fernández. Días antes en el colegio, una maestra regañó a Cruz y sus compañeras. "Si no dejáis de hablar, lloverá, lloverá mucho". Todo fue una casualidad, sin embargo en su cabeza aún resuena esa advertencia, como si hubiese sido casi un anuncio de lo que estaba por llegar. Aquel día se vivió de muchas formas, tantas como vecinos había. Juan José Amat tenía 24 años en ese momento, casi que no quiere ni hablar de lo vivido ese día. Intenta no escuchar el relato de Cruz, lo vivido ese día no le trae más que malos recuerdos y se emociona.
El dolor de no encontrar a un familiar
A Paco 'El Colorao', entonces con 22 años, la noche de autos le pilló fuera de La Rábita. Regresaba con su mujer de Canarias, pero a la altura de Melicena la Guardia Civil le dio el alto. "Me dijeron que no podía pasar nadie, que estaba todo muy mal, pero nos daba igual, teníamos que llegar como fuera, así que seguimos el camino andando, en un tramo la carretera estaba rota, así que atravesamos un barranco. A La Rábita llegamos con las primeras claras del día, no me creía lo que había ocurrido y lo que estaba viendo. Lo único que sabía es que a mi hermano se lo había llevado la rambla, pero en ese momento solo piensas que lo mismo se lo ha llevado por delante una ola porque se ha metido en medio para que no fanguen las tierras, pero jamás me podría haber imaginado que durmiendo en su casa, una gran riada se lo iba a llevar junto a su mujer y su hija". No le importa contar la desgracia que sufrió su familia. Le duele, le remueve por dentro, pero cree que es importante que el pueblo no olvide su historia.
Mirando lo sucedido con perspectiva, asegura que aquella desgracia unió al pueblo y les ayudó a progresar. La peor parte se la llevó La Rábita, aunque en la zona baja de Albuñol varias fincas se vieron afectadas, y en Los Castilla tres viviendas desaparecieron. "A una vecina se le perdieron dos hijos y el marido que aparecieron días después en Maro". "Esto parecía el fin del mundo, jamás pensé que esto podría ocurrir, tenemos una rambla muy grande, el problema es que el puente no estaba bien construido, se atoró de cañas y al romperse se llevó todo a su paso, muchas personas y animales quedaron sepultados". "Ese día se rompieron muchas familias. A la entrada de La Rábita había un matrimonio que salieron de la casa con sus dos hijos cuando todo comenzó y después se acordaron que tenían 20.000 pesetas debajo del colchón, en aquellos tiempos eso era mucho dinero, el hombre se volvió con un crío en los brazos a por el dinero, dichosas 20.000 pesetas que al salir vino otra ola y se los llevó y murieron".
Seguir adelante costó mucho trabajo. Una vez pasada la catástrofe había que reconocer a los finados y las familias que habían perdido a alguien tenían que ver a todos los que localizaban por si su familiar se encontraba entre ellos. "No se podía llevar al cementerio a nadie si no se había reconocido previamente y avisado a su familia, a mi me tocó asumir ese papel. A los 14 días del desastre un barco recogió a una mujer en el mar, nunca olvidaré cuando la trajeron y sin pensarlo le agarré de la cabeza para verle mejor la cara, no sabía si era mi cuñada, y me quedé con parte del pelo pegado en la mano. Después de eso estuve mucho tiempo sin poder estar solo porque sentía miedo, se me presentaban todos los difuntos que tuve que reconocer". Su cuñada apareció a los 21 días, se le pudo reconocer por un defecto que tenía en el tobillo. A su hermano y su sobrina, sin embargo, nunca los consiguieron encontrar.
La noche del 18 al 19 de octubre no dejó de llover. Los rayos caían uno detrás de otro, la noche más oscura se hizo casi de día, y prácticamente nadie pudo dormir. Cada vecino vivió su particular infierno sin ser del todo conscientes de lo que estaba pasando realmente. Paco Suárez, el hijo de Paco y Gumersinda, tenía 6 años y recuerda perfectamente como su padre dijo nada más empezar a llover que ese agua era "oro molido para las habichuelas" porque allí se recogían habichuelas de mata baja. "Empezó a llover sobre las 21:30 horas de la noche y luego fue un rayo tras otro durante toda la noche. Al día siguiente no había luz, ni carreteras, ni agua, nada. A las 7 de la mañana mi padre nos dijo que la riada acababa de llevarse la mitad de la finca. Recuerdo que el colegio quedó prácticamente inutilizado y nos llevaron a un bajo que cedió un particular para que pudiéramos dar clase, otros tuvieron que irse a Adra o Motril". Como una auténtica ruina, así lo recuerda Suárez. "Mis padres tuvieron que emigrar a Balanegra para trabajar y yo me quedaba solo todo el día, con esa catástrofe muchos niños tuvimos que crecer a marchas forzadas".
En este sentido, explica que hubo mucha gente que decidió irse a Barcelona, Balanegra y Balerma en busca de una nueva oportunidad. La tristeza se apoderó de una gran parte de ellos, "no puedo olvidar a mi madre llorando en la entrada a Albuñol tras ver el destrozo que se había formado, y como ella hubo mucha gente. Mis padres se fueron a dormir sabiendo que al día siguiente tenían que recoger habichuelas y cuando se levantaron vieron que el esfuerzo y el trabajo que habían invertido en la finca, había desaparecido".
Han pasado 50 años de aquel suceso que aún, hoy en día, sigue sacudiendo las entrañas de todo el que lo vivió. Medio siglo de 'La Nube', toda una vida que no ha sido suficiente para reparar el daño que sufrieron multitud de familias ese día, cuando una serie de acontecimientos climatológicos se convirtieron en el capítulo más oscuro de un pueblo.
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