Banderas rojas y amarillas: Una jornada de guardia y precaución con Protección Civil en las playas de Torrenueva Costa

Inciden en la necesidad de que los usuarios de las playas sigan las indicaciones de los socorristas, y en caso de bandera roja que no se metan en el agua

Un rescate de película con bandera roja para salvarle la vida a tres bañistas en Torrenueva Costa

Armando Martín vigilando que nadie se mete en el agua / Alba Feixas

Un abuelo juega con su nieta en la orilla de la playa de Torrenueva Costa. El fuerte temporal de Poniente impide el baño, sin embargo el ingenio y las ganas de disfrutar de la jornada de sol y playa es más grande que la prohibición de la bandera roja y hacen un pequeño fuerte en la arena para aprovechar el agua que llega con las olas y refrecarse en esta pequeña piscina improvisada. Unos metros más allá varios bañistas se tiran en la arena, o colocan las mismas sillas de la playa, para refrescarse cada vez que llega el agua. La imagen se repite en gran parte de las playas a lo largo de la Costa Tropical, el rojo y amarillo predominan en la mayorías de las banderas de las riberas y los vecinos y veraneantes buscan la forma de refrescarse de las altas temperaturas siguiendo las indicaciones.

Sin embargo, no todo el mundo hace caso y tira de picaresca, desconocimiento o falsa sensación de control y hace caso omiso a las indicaciones. "En general hay civísmo y están respondiendo a las indicaciones, pero es cierto que hay algunos usuarios aislados que no cumplen con las indicaciones y hemos tenido que requerir en varias ocasiones a las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado", explica el jefe de Protección Civil de Torrenueva Costa, Fernando Morales. Durante toda la jornada -prestan servicio de forma ininterrumpida de 11 a 20 horas- velan por la seguridad de los bañistas, especialmente en días como este en el que un descuido puede tener un fatal desenlace.

Durante todo el día un dispositivo formado por 21 personas cubren hasta el último rincón de las playas de Torrenueva. No hay ni un minuto que perder, en apenas unos segundos el walkie-talkie empieza a sonar. Uno de los socorristas ha divisado desde lo alto de una de las torretas como a unos metros de allí varios usuarios han decidido meterse en el agua. Rapidamente, Fernando Morales y Armando Martín se van a su encuentro para requerirles que salgan del agua. "A veces te dicen que no se van a meter, que se quedan en el rompeolas, pero cada vez están más adentro y es peligroso", indica Martín.

Durante toda la jornada recorren la playa para asegurarse de que nadie entra en el agua / Alba Feixas

Es el caso. La pareja asegura que no tenían intención de meterse en el agua y que solo se iban a refrescar en el rompeolas, aunque la realidad es que esta sigue siendo una zona peligrosa. Tras una pequeña reprimenda y el aviso de que está prohibido meterse en el agua, salen asegurando que no se volverán a meter.

"El problema es que en algunos casos le pides a la gente que se salga del agua, te aseguran que no se van a volver a meter y a los pocos minutos de irte te vuelven a avisar desde la torre de control de que están en el agua. No entienden que están poniendo en peligro su vida y la de la persona que, en caso de necesitarlo, se mete en el agua a salvarlos", señala Morales. Sin ir muy lejos, el año pasado en esta misma ribera, la rápida intervención de un socorrista y de un Policía Nacional fuera de servicio, fueron esenciales para salvarle la vida a varias personas que acabaron dentro del agua pese a la prohibición del baño.

Pero si la mañana ha sido ajetreada, en la tarde no han tenido un segundo libre por la gran afluencia en la playa. "Hemos tenido un par de altercados, hemos llegado incluso a requerir la presencia de la Policía Local y de la Policía Nacional, aunque lo más significativo ha sido el rescate de una persona", señala.

A media tarde han recibido el aviso de que una joven se había metido en el agua y debido al oleaje no podía regresar a la orilla por sus propios medios. Gabriel López, otro de los socorristas que velan por la seguridad de los vecinos de Torrenueva, no se lo ha pensado dos veces y se ha tirado al mar para ayudar a la joven a regresar a la orilla. Unos momentos de tensión con final feliz.

Según la ordenanza municipal del Ayuntamiento de Torrenueva Costa, en las playas del municipio, además de los efectivos de la Policía Local, disponen de personal específico encargado de vigilar y salvaguardar que todos los usuarios de la ribera hacen un uso correcto del espacio público, así como que no corren ningún peligro por las inclemencias del tiempo. Dichos agentes pueden requerir verbalmente a los que infringen algunas de las disposiciones contenidas en la ordenanza, entre las que se encuentran la indicación de si el baño está permitido o no.

Armando y Fernando durante la vigilancia / Alba Feixas

Para llevar a cabo este cometido, a lo largo de la playa hay dispuestas varias banderas, que dependiendo de su color indica el estado del mar en cuanto a la idoneidad de su uso para el baño: verde en el caso del mar en calma, bueno para el baño; amarillo para la marejadilla, precaución para el baño; rojo, como en el caso de este pasado domingo, por marejada, con baño prohibido; o  blanca con símbolo de medusa morada en caso de presencia de medusas en el mar. Esta bandera siempre va acompañada de bandera amarilla o roja, a fin de indicar,  respectivamente, si el baño debe realizarse con precaución, o si está prohibido. 

Los usuarios de la playa tienen la obligación de cumplir con las indicaciones que se dan desde los distintos servicios de Salvamento y Socorrismo. En el caso de Torrenueva Costa, la desobediencia a las indicaciones e informaciones del servicio de salvamento y socorrismo que supongan un peligro para los bañistas o para el servicio de salvamento y  socorrismo se tipifican como infracciones muy graves. 

Es decir, en caso de bandera roja, si un bañista desobedece la prohibición del baño y pone en peligro su vida o la de una tercera persona, puede llevarse de recuerdo una sanción económica que puede ir desde los 300 a los 3.000 euros.

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