Nuevas apariciones de la carabela portuguesa en las playas de la Costa de Granada
El contacto con este animal puede causar dolor e incluso reacciones como temblores, diarrea, vómitos o incluso convulsiones
Casi como en el Caribe: las aguas de la Costa de Granada baten su récord de temperaturas este 2024

Aunque parezca extraño porque lo normal era encontrarlas en aguas del Atlántico, cada vez se ven más carabelas portuguesas en distintas zonas costeras, también del Mediterráneo, y la Costa Tropical no es ajena a ellas. Los motivos pueden ser variados: desde el aumento de la contaminación orgánica, hasta la reducción en el número de depredadores o el aumento de la temperatura del agua, lo que ha motivado que en la última semana se haya producido, al menos, dos avistamientos distintos de varios ejemplares.
Un vecino de Almuñécar ha dado la voz de alarma tras localizar este mismo miércoles un ejemplar en la playa de San Cristóbal. Aunque en este caso el invertebrado, que es extremadamente urticante y se pide encarecidamente no tocarlos, ha sido descubierto en la orilla, tras haber sido arrastrado muy probablemente por el oleaje de los últimos días.
Hace menos de una semana algunos usuarios ya avisaban que se habían localizado algunas de estas especies en la zona del mar de Alborán.
El director del Aula del Mar, referente en investigación y divulgación científica sobre cuestiones marinas y que cuenta con participación de la Universidad de Granada, Julio de la Rosa, explicó hace pocas fechas a este periódico que no es algo raro ya que se han visto otras veces, aunque recalca que estas medusas muy posiblemente han sido arrastradas por los temporales de estos días y que, en cualquier caso, "no se trata de un enjambre".
Según la guía sobre medusas y organismos gelatinosos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la Physalia physalis -nombre científico de la carabela portuguesa- tiene una cámara llena de gas, de color violeta que está coronada por una vela. La parte sumergida está formada por tentáculos azules finos y largos que pueden llegar a los 20 metros. Es nativa del océano Atlántico, pero en ocasiones -sobre todo en primavera- pueden observarse ejemplares en el Mediterráneo, como ha ocurrido ahora.
El contacto con este animal puede causar dolor e incluso reacciones como temblores, diarrea, vómitos o incluso convulsiones.
Además de la presencia de estos animales, De la Rosa puntualiza que el efecto más evidente de las sucesivas borrascas ha sido la turbidez en la línea costera a cuenta de los arrastres de sedimentos que llegan de tierra firme al mar. Esto supone un aumento de los nutrientes en el agua -gracias a las aportaciones de los sedimentos- y en estas semanas se determinará cómo influye esto en el delicado ecosistema marino granadino.
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