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El Covirán Granada no termina de arrancar

El conjunto de Pablo Pin mostró muchas carencias ante el Surne Bilbao Basket

Wiley trata de salvar un balón antes de que salga por línea de fondo. / Antonio L. Juárez / PHOTOGRAPHERSSPORTS

Granada/El Covirán Granada no termina de arrancar en la presente temporada en la Liga Endesa. El conjunto de Pablo Pin suma un sólo triunfo tras la disputa de seis jornadas. La irregularidad que muestra en cada partido está siendo manifiesta y, salvo en Fontajau ante el Girona donde mostró las virtudes que se le presuponen en este equipo, tras no aprovechar el cuadro catalán el horroroso inicio de encuentro, en el resto de citas los rojinegros no han tenido opciones de victoria.

Dice el técnico en cada comparecencia, algo que repite día sí y día también desde que se ascendió a la ACB, que para ganar un partido todos los componentes de la plantilla tienen que dar el 100%. Y ese es, entre otros, el gran problema que tiene el Covirán, que no es que vaya sobrado de talento ofensivo, pero que no encuentra esa regularidad en hombres que, a priori, tienen que ser importantes. Son los casos de Jonathan Rousselle, Scott Bamforth, que ante el Surne Bilbao Basket fue el máximo anotador, Amine Noua que ofreció su cara más oscura, o Gian Clavell.

Mención aparte merece la aportación de Jacob Wiley, al que el cuerpo técnico le ha encomendado ser la referencia interior de un equipo con pocos centímetros en la pintura y al que le está costando mucho imponerse a los pívots rivales, entre otras cosas porque no tiene el físico que se requiere en la máxima categoría del baloncesto español. Ganas les pone todas las del mundo, eso es innegable, intensidad también, pero no tiene los recursos ni el potencial físico ni intimidatorio para competir con los grandes centers de la competición.

Es evidente que, salvo giro de 180 grados en la dinámica del cuadro granadino en este mes de noviembre en el que el calendario en principio le dará un respiro, se tendrá que acudir al mercado de fichajes porque hay varias carencias en el juego que saltan a la vista.

Ante el cuadro de Jaume Ponsarnau, además, se pudo comprobar la paciencia que tiene la afición granadina. En algunos momentos se escucharon pitos en la instalación del Zaidín. La gente salió del Palacio poco conforme y poco menos que resignada, pero cuando el equipo iba cayendo de 19 puntos, la grada se puso a aplaudir a sus jugadores en busca de una reacción que, aunque llegó, lo hizo tarde. Al menos, permitió que hubiera algo de emoción en el último cuarto. Pero sirvió de poco. Toca levantarse y tratar, en Manresa, de revertir la situación. Luego llegará Coruña.

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