Emerge el periscopio (1-0)
El Villarreal se convierte en inusitada tabla de reacción para un Granada que se parece mucho más al del año pasado que al de Málaga. Los amarillos fallan un penalti que no fue.
No hay mejor forma de expulsar miedos, complejos y malos agüeros que ganándole a un rival de Champions para estrenar el casillero. Si había un momento para coger despistado al rutilante 'submarino', ése parecía el actual, aunque los precedentes del arranque liguero rojiblanco no invitaban precisamente al optimismo. El equipo dio un paso al frente ante un rival herido y cansado, comprendió la importancia del partido y logró firmar una victoria merecida, justísima, y que bien pudo haberse ido al garete en el tramo final, por un 'no penalti' que el mal árbitro Miranda Torres pitó tras caer en el engaño de Nilmar. Todo parece ya distinto, por la victoria en sí, que extrae al equipo de la zona de descenso; por el rival que cayó y, sobre todo, por haber recuperado sensaciones del curso pasado, cuando el Granada era un ciclón ante su parroquia, ofrecía calidad, personalidad propia, garra, y casi siempre ganaba, dando igual quien tuviera delante.
Uche estaba siendo bueno en la lidia, pero fallaba con la espada. Dos claras erró el nigeriano en la primera parte, ansioso por recuperar su estatus de goleador meses después de firmar su última diana. A la tercera no falló. Es más, marcó un golazo, culminando con clase una jugada perfecta, preñada de fe, que partió en las botas de Yebda, prosiguió en las de Siqueira y encontró premio en el testarazo del africano. El Villarreal fue quien lo fichó para cederlo al Granada, pero como quiera que el ariete ni pisó el Madrigal, le debió resbalar apuntillar al cuadro amarillo. A estas alturas ya debe saber que su gol entrará en las enciclopedias granadinistas como el que sucedió al último firmado en Primera, obra de Parits.
La primera mitad se pareció a la del día del Betis, aunque esta vez el dominio sobre el juego y la posesión duró más y llegó hasta la media hora. De nuevo el equipo fue capaz de generar acciones muy claras de gol, dos, con participación de dos de los hombres llamados a desequilibrar partidos: Jara, que fue muy peligroso en el primer acto y desapareció en el segundo; y Dani Benítez, rehabilitado tras firmar un partido muy completo. Jara se la quitó a Valero -que ayer jugó andando- en el 17', asistió a Uche y el nigeriano la mandó a las nubes. Primer uy. El segundo lo generó Dani con una de sus galopadas hasta la cocina, pero esta vez fue César el que se apareció ante Uche (30').
Tras el varapalo ante el Bayern, al Villarreal se le notó cansado desde el principio, con poco ritmo y menos prisa, confiado a la gran calidad de sus generadores -especialmente Borja Valero y Cani- y al poder de definición de Rossi. También, se supone, esperando alguna desaplicación defensiva local, que no se produjo, más allá de alguna pifia perdonable de Diakhate y algún desborde sobre Nyom, que fue mejorando su rendimiento defensivo con el paso de los minutos.
Los de Garrido solo inquietaron entre líneas, pero jamás encontraron el pase al meollo que hiciera bueno alguno de sus delanteros. Con todo, se adueñaron del tramo final del primer acto, quizá ayudados por las tarjetas que ya soportaban todos los medios locales -Martins, Yebda y Moisés-. También la vio el lateral Catalá, lo que provocó que Jara y Benítez se cambiaran de banda antes del asueto, sin duda con el objetivo de que Dani, todo un experto, le buscara las cosquillas al amonestado.
En el arranque de la reanudación dio la sensación de que el equipo de Fabri estaba demasiado largo, con mucho espacio por cubrir y sin canalizadores en el centro. Necesitaba que alguien enganchara con los hombres ofensivos, y fue Yebda quien se atrevió en un balón que condujo desde atrás y que le ofreció a Siqueira, para que el brasileño rompiera a Zapata y pusiera un centro perfecto al corazón del área, donde Uche, esta vez sí, le quitó las telarañas a la escuadra.
Garrido reaccionó. Introdujo a Nilmar por un desaparecido Marco Ruben, colocó a Camuñas en la derecha y a De Guzmán por el centro. Los tres -sobre todo Camuñas en banda- ayudaron a que los castellonenses, con el aliento del reloj en el cogote, sometieran a los de Fabri a un asedio tan peligroso como inútil. Por contra, su descarado y se diría que alocado paso adelante ofreció un panorama de huecos muy apetitoso para las contras. Aunque ninguna surtió efecto.
De Guzmán, tras pifia de Diakhate ante Nilmar, tiró fuera una clara al poco del 1-0, aunque el fallo gordo del canadiense todavía estaba por llegar.
Fabri llamó a filas a Mikel Rico, imprescindible para defender tesoros, e intentó tener balón y pase con Abel. Además, provocó el delirio en la grada cuando se acordó de Geijo, ídolo entre la muchachada y que habría mojado si Jara, fundido y chupón, lo hubiera asistido en alguna de las opciones que se comió.
Pero redondear el marcador parecía secundario. El Villarreal empujó hacia las tablas a los locales, que por momentos se acularon más de lo recomendable. Los amarillos buscaron una y otra vez el pase entre líneas, lo intentaron con Rossi y Nilmar, o con disparos desde fuera que se demostraron inofensivos. El reloj esta vez corría a favor, aunque se paró en el 31', cuando Miranda picó en el piscinazo de Nilmar ante Siqueira, del que se había ido en velocidad, pero que no tocó a su compatriota. El palo escupió el titubeante disparo de Rossi, y De Guzmán la mandó fuera con el arco vacío.
Quedaba un cuarto de hora, pero todos comprendieron entonces que el triunfo no se escaparía. Y así fue. El expeditivo central Zapata se incorporó al ataque, César pasó a ser 'portero-jugador', Geijo y Jara volvieron a perdonar la sentencia... y Rossi mandó al lateral de la red la última del 'submarino', cuando la música de viento ya exigía al trencilla que, por Dios, pitara de una puñetera vez.
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