¡Igha Ighalo Igha Ighalo! (2-1)
Liga BBVA
El nigeriano conduce al Granada a las puertas de la permanencia con un doblete que amplifica su mito. Todavía no es matemático, pero puede serlo hoy si el Zaragoza no gana.
Ighalo tiene un chalé en primera línea de gloria y de vez en cuando, una vez por año normalmente, se pasa por allí, se da un baño en sus aguas dulces y cristalinase y, de paso, hace felices a decena de miles de corazones. El granadinismo no lo iba a olvidar antes de que ayer rodara la bola. Se había ganado a pulso un lugar en la historia del club rojiblanco gracias a sus goles en momentos cardíacos y a los éxitos que sus decisivas intervenciones trajeron. Los dos ascensos consecutivos hasta desembocar en la Primera División llevaron la firma de Odion, una rúbrica reconocible, garabateada al ritmo africano de sus gambeteos imposibles en el área y culminada con una mezcla de frialdad y acierto que ya se ha convertido en una rutina en los partidos realmente grandes. Todo lo que se le achacaba a Raúl González como su principal defecto, que no aparecía en los partidos importantes, es lo que se ensalza de aquel que un día llegó a los Campos de Antonio Sánchez como 'El Deseado' y que ya tampoco podrá borrar de su hoja de servicios un doblete con el que el equipo, su equipo, consiguió ganar el partido de la (casi) permanencia.
La aparición de Ighalo para dinamitar el resultado en cinco minutos de ensueño del primer acto -del 29' al 34'- resultó determinante, aunque la placidez que se adivinaba entonces se tornó en nervios y sufrimiento al inicio de la segunda mitad, cuando el Espanyol acortó distancias en una jugada aislada, con un chutazo desde su casa del lateral Dídac. Emergió, como ya había hecho en el primer tiempo, la figura de Julio César, que hizo un paradón ante un cabezazo de Rui Fonte (81') y salvó varias más con marchamo de desastre. En su debe, no haber reaccionado antes en el gol de los catalanes.
El equipo compareció con algunas novedades, la más significativa la de David Cortés, tras el desastre de partido de Nyom en Valencia. El extremeño hizo un encuentro casi perfecto, defendió con casta y mucho rigor táctico y atacó con peligro. De hecho, ofreció el centro del segundo gol. También regresaron al once Jara y Benítez, que se sacrificaron cuando tuvieron que hacerlo y, sobre todo el argentino, mantuvieron firme a la defensa en el segundo tiempo.
La salida de los rojiblancos fue la que tenía que ser, con velocidad en sus acciones, recuperando pronto la bola y atacando con brío, ante un Espanyol impreciso y aparentemente inofensivo. Ighalo se movió bien arriba desde elprincipio y ya en su primera acción en el área (2') asomaba que estaba fino. Pudo llegar el primero en el 10', en un remate acrobático de Martins que atajó el arquero.
Los 'periquitos' tardaron casi veinte minutos en buscar la portería, aunque tras el buen arranque rojiblanco se hicieron con el dominio y pasaron a agobiar algo la meta de Julio César. Los hombres de Pochettino botaron varios saques de esquina consecutivos y en el primero de ellos pudieron hacer daño, pues Forlín remató entre los centrales, muy solo, pero desviado (20'). En pleno subidón visitante, un chutazo de Romaric se convirtió en el primer paradón de Julio César (24').
Reaccionó el Granada y lo hizo por las bravas. Dani Benítez avisó antes del 1-0 en una contra que gestionó con egoismo el balear, pero en la siguiente acción de peligro sí llegó el primero. Franco Jara progresó por la derecha y buscó el centro al meollo, el mismo parecía malo, le salió raso y retrasado, pero terminó siendo perfecto por el gesto técnico de Ighalo, que se inventó un control orientado de tacón con el que partió a su par y se quedó delante de Cristian, al que le dobló las manos antes de que el cuero besara la red (29'). No hay mejor forma de despejar los agobios.
Con el marcador a favor el Granada logró justo lo que necesitaba: hacer rápido el segundo y alcanzar el descanso con tan apreciable renta. La acción del 2-0 también llegó desde la derecha, aunque esta vez fue David Cortés el asistente, con un centro sorprendente al primer palo bien interpretado por Mikel Rico, que se lanzó en plancha, no llegó a impactar el cuero con la cabeza y el mismo le cayó a Ighalo, que salivaba en el segundo palo y no perdonó cuando le hincó el diente a la pelota (34').
Pudo el nigeriano haber rozado el cielo justo antes del descanso, tras un centro de Jara que le quitaron de la testa justo cuando volvía a salivar.
El partido estaba perfecto a la vuelta de los vestuarios. Daba la sensación de que el Espanyol sólo podría hacer daño en alguna acción a balón parado, o con un disparo aislado, desde lejos. Si el Granada acertaba con el tercero el sufrimiento se mandaría directamente de vacaciones. Sin embargo, el guión cuando juega el Granada este tipo de partidos siempre recoge la aparición estelar del miedo y el estrés, que llegó fiel a su cita al poco de la reanudación (52'), con un golazo de Dídac desde Cataluña, que superó a Julio César tras estrellarse en la cepa del palo.
El talentoso Coutinho llevaba un minuto en el campo y su salida ayudó a que el Granada lo pasara mal, pues siempre que entró en juego creó peligro. Lo hizo en el 57', pero chutó fuera, y justo después Borja Gómez activó cardiopatías con una cesión de juzgado de guardia que tuvo que enmendar Julio César.
Salió Uche por Ighalo y la gente lo recibió como si fuera del Espanyol, algo que le pesó en lo sucesivo al delantero. El Granada ya no atacaba tanto y cuando lo hacía, era con muchas menos alegrías. Tocaba sacrificarse y, sobre todo, no perder el sitio ni hacer locuras. El tercero podía llegar en cualquier acción, pero sobre todo había que fortificar la portería propia y hacer del reloj un aliado. Los recogepelotas escondieron todos los balones, pero Mateu los pilló. Todo valía.
Pudo hacer el de la tranquilidad Íñigo López en un córner, tras un chut de Benítez (78'), y pudo marcar Rui Fonte de cabeza poco después, si no hubiera volado Julio César para enviarla a córner (81').
Salieron Abel Gómez y Jaime para ayudar y sobre todo aportar energía renovada en la presión. La congoja no se deshizo hasta que pitó el árbitro, aunque los minutos de alargue ya sí fueron una fiesta en el graderío de Los Cármenes, que se está acostumbrando al sufrimiento con premio. Que se acostumbre del todo al fútbol de elite está mucho más cerca ahora. Bendita congoja.
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