¿Un chip bajo la piel? El tecnodopaje llega al ajedrez

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Muchos jugadores buscan ventajas con métodos ilegales

Cada vez se destinan más medios de control y vigilancia para atrapar a los tramposos

El ruso Alexander Igorewitsch y el estadounidense Fabiano Caruana, ganador del Torneo de Candidatos para el título mundial.
El ruso Alexander Igorewitsch y el estadounidense Fabiano Caruana, ganador del Torneo de Candidatos para el título mundial. / Arne Bänsch / Dpa
Ralf Jarkowski (Dpa)

13 de octubre 2018 - 02:33

Berlín/Análisis disponibles en el móvil en unos segundos, señales secretas, hojas prohibidas con trucos: en el tablero de ajedrez, por extraño que parezca, también hay engaños. Algunos jugadores buscan obtener ventajas respecto a sus rivales a través de métodos ilegales. Eso se traduce muchas veces en victorias, lo que lleva a los tramposos a ganar premios en metálico. Pero las autoridades quieren poner fin a ese tecnodopaje.

"Siempre atrapamos a los estafadores, sobre todo en los torneos intermedios. La mayoría intentan defraudar con ayudas electrónicas. Eso es como el dopaje en los deportes físicos y tiene que ser combatido", asegura a Dpa Klaus Deventer durante la Olimpiada que organizó la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) en la ciudad georgiana de Batumi.

La FIDE realiza incluso cacheos para desvelar mecanismos y ya teme el chip bajo la piel

Deventer es un árbitro internacional con enorme experiencia y en Batumi tuvo una función muy específica: dirigió un grupo de 18 personas que se dedicó únicamente a vigilar a los más de 1.000 jugadores de 200 países que participaron.

"La federación internacional se dio cuenta del problema hace tiempo. Al principio fue una sorpresa que se investigara, pero los jugadores poco a poco dieron la bienvenida a la lucha contra ese fraude y nos dicen: 'Está bien que se ocupen de ello", comenta Deventer, también es vicepresidente de la federación alemana.

Deventer, de 60 años, fue el árbitro principal en el Torneo de Candidatos que se disputó en marzo en Berlín. En la capital alemana se impuso el estadounidense Fabiano Caruana, que se ganó el derecho a retar en noviembre al noruego Magnus Carlsen por el título mundial. "A Carlsen también lo vigilamos durante la Olimpiada que se celebró en 2016 en Bakú. Se tuvo que abrir la chaqueta ante nuestra petición", relata Deventer.

En Batumi, durante la Olimpiada de 2018, todos los jugadores pasaron cada día un control de metales en la entrada y tuvieron que mostrar sus teléfonos móviles. Incluso los relojes de pulsera estuvieron prohibidos.

"Un jugador llevaba un pinganillo en la oreja. La microelectrónica ofrece esas opciones", comenta Deventer. Los tramposos pueden ser muy ingeniosos en el futuro, según este experto especialista en ajedrez a nivel internacional. "En el peor de los casos se pueden llegar a implantar un chip debajo de la piel", asegura.

La FIDE es consciente de que las posibilidades de manipulación son muy variadas. De hecho, las normas sobre fair play elaboradas en 2014 tienen una extensión de 22 hojas A4. Y en Batumi los controles van mucho más del ingreso al recinto.

Durante cada ronda, entre 20 y 30 jugadores son revisados por azar. Los controles duran entre cinco y diez segundos y no pueden ocurrir en momentos decisivos de los encuentros.

"Las normas nos permiten también hacer cacheos corporales", explica Deventer. "Pero para que alguien deba quitarse los pantalones debe suceder una situación muy extrema".

Uno de los mayores escándalos internacionales salpicó en 2010 al Gran Maestro francés Sebastien Feller, que recurrió en la Olimpiada de Janti-Mansisk, Rusia, a dos ayudas ilegales. Una de ellas mediante un sistema que analizaba las partidas en un ordenador en su casa y le enviaba recomendaciones por SMS. La otra, a través de indicaciones de su entrenador en el lugar mediante un sistema secreto de señales.

Feller ganó la medalla de oro y recibió un importante premio económico, pero tras una investigación fue sancionado. "Si un jugador hiciera eso hoy, no podría volver a jugar jamás", advierte Deventer.

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