Análisis
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Gracias a Ecoembes, la organización sin ánimo de lucro que coordina el reciclaje de envases, España tiene un centro de innovación pionero en Europa, The Circular Lab. Está en Logroño, y es el primero del continente dedicado a la economía circular. Funciona desde 2017 como un 'hub' de innovación abierta y sus números ya llaman la atención: 24 trabajadores fijos, 150 proyectos, 30 universidades y centros de tecnología colaboradores, nueve millones invertidos y dos dedicados a la aceleración de 26 'startups'.
Esta semana ha abierto sus puertas para dar a conocer algunos de estos trabajos. La estrella es Reciclaje 5.0, con el que se anima al ciudadano a reciclar por medio de un sistema de incentivos. Ecoembes arrancó el proyecto piloto en el verano de 2018 en Pla de L’estany, una comarca de Gerona, y posteriormente lo extendió a Sant Boi, Igualada y Granollers, todas en Barcelona.
Packaging Circular Design
Ayuda a las empresas a evaluar el futuro impacto de sus envases. El proyecto cruza 350 variables y elabora una etiqueta muy intuitiva (como las de los electrodomésticos) con las características del envase.
Smart Waste
Este proyecto está liderado por Minsait (Indra). Con sensores en vehículos, plantas y contenedores, predice el momento justo para recoger la basura, lo que optimiza las rutas y mejora la calidad del servicio.
Circular Talents Labs
Con propuestas de Ecoembes para elevar la concienciación o de las empresas para mejorar sus envases, recién licenciados de muy diferentes disciplinas se reúnen durante meses para ofrecer soluciones.
Emprendimiento
Un ‘software’ que detecta cosas en el entorno visual, sensores más baratos, visión artificial mezclada con topografía o un carrito de la compra reciclado que se ‘alquila’ en el supermercado son algunos de los proyectos en marcha.
El sistema, en el que han participado 'startups' como Blue Room y RDNest, es sencillo: el ciudadano le hace una foto al envase en la que se vea el código de barras y se lleva un reciclos, que no es otra cosa que un token, una unidad de valor virtual. Se pueden acumular y sólo se activan cuando se valida que el envase ha sido depositado en el contenedor, a través una webapp en el móvil y un código QR. En ese momento el usuario tiene dos opciones: entrar en un sorteo de productos que van desde una mochila solar o una cesta de frutas y verduras hasta una bicicleta eléctrica; o realizar una donación un proyecto solidario, a Médicos sin Fronteras o una recogida de juguetes en el barrio, por ejemplo. El límite semanal es de diez reciclos, pues lo que Ecoembes pretende es incentivar el réciclaje pero no llegar al punto de que se generen más residuos simplemente por obtener algún tipo de recompensa.
Hasta ahora, a fecha de 13 de noviembre, en los municipios de Barcelona, que reúnen unos 180.000 habitantes, 3.980 usuarios se han registrado y han obtenido sus reciclos, hasta sumar 100.106. Cada ciudadano apuntado ha logrado 23 reciclos de media los tres meses de funcionamiento.
Según afirma Zacarías Torbado, coordinador de The Circular Lab, este proyecto puede ser el anticipo del llamado pago por generación, un modelo apenas implantado en España por el que el ciudadano paga más o menos de la tasa de residuos en función de lo que reutilice. “Eso requerirá que el sistema esté conectado y los residuos identificados. Nuestro proyecto sirve de base, por tanto, para poner en marcha el modelo”, dice.
De hecho, en las encuestas previas para activar Reciclaje 5.0 uno de los incentivos más demandados era la reducción de la tasa, pero su aplicación es muy complicada desde el punto de vista legal. Además en el ensayo de Ecoembes hay aún variables por definir, entre ellas la detección del fraude. De ahí que, a pesar de las peticiones que llegan desde toda España, Ecoembes prefiera culminar su experiencia en Barcelona e ir posteriormente extendiéndola poco a poco. Lo que está claro, dice Torbado, es que sí será ampliada. Sólo falta por definir dónde y en qué dimensión.
Reciclaje 5.0 se amplía más allá del hogar y también se está ensayando en universidades (Politécnica de Barcelona y Rovira i Virgili) y algunos hospitales. En su interior, se están instalando papeleras inteligentes capaces de identificar al ciudadano (previo registro) con sus tarjetas de transporte, de alquiler de bicicleta o cualquier otra. Las pantallas son táctiles y permiten pequeños juegos como la realización de un selfie o un ránking de los mejores recicladores, los que tienen más reciclos. También está en marcha un contenedor inteligente que es capaz de identificar el residuo y facilita la discriminación. Si el ciudadano se equivoca de papelera, una luz roja se activa justo en el momento en que va a tirar la basura.
Un proyecto en colaboración con Orange y Accenture ha analizado –del mismo modo que está haciendo el INE con la movilidad de los españoles– el comportamiento de la población en la generación de residuos a lo largo de más de un año. Y ha sido en la Costa del Sol, donde se ha discriminado por nacionalidad, rango de edad, municipio, etc. Una de las conclusiones es que hay una estrecha relación entre las características socioeconómicas de la población estudiada y los residuos generados. Otro proyecto relacionado con el ciudadano es Aire, un asistente virtual basado en la inteligencia artificial capaz de reconocer voz e imágenes. Recibe casi 1.000 consultas diarias y en el 70% de las cuestiones relacionadas con el reciclaje acierta. Cuando no lo hace, el asistente es sometido a un entrenamiento.
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