Oxfam y su cruzada contra los ricos
Análisis
La semana pasada, Oxfam Intermón publicó su informe anual sobre la distribución de la riqueza en el mundo. Solían hacerlo coincidiendo con el Foro de Davos, pero este año lo han retrasado. Le proporciona una notoriedad temporal, gracias al eco que numerosos medios hacen del documento que se les envía, y siempre hay quienes se escandalizan de lo que en él se dice. Característicamente, el dato de concentración de la riqueza: ¡El 1% de la población posee el 95% de la riqueza del mundo! Esto, claro está, alarma a cualquier individuo que confunde la riqueza con una tarta, cuando esto no es más que el nombre de un gráfico usualmente utilizado para representar su distribución. Una vez debidamente escandalizado, surge en él la imperiosa necesidad de corregir tamaña desigualdad, y que eso tienen que hacerlo los gobiernos con toda celeridad. “¡Qué hacen, por qué no se dedican a gravar más esa riqueza! ¡Si, además, esos ricos están perfectamente identificados!”
Quizá puedan ser de interés algunas aclaraciones al respecto. En primer lugar, esta ONG utiliza – es un eufemismo– los datos del Global Wealth Report que desde hace años publica Credit Suisse, ahora integrada en UBS. Este informe y el de Oxfam están en internet, al alcance de cualquier interesado. Y, en segundo lugar, la ONG dedica sus mejores esfuerzos de selección e interpretación de los datos a tratar de soslayar lo verdaderamente importante: desde hace años estamos asistiendo a la continua reducción de la pobreza en el mundo. Se comprende que no quieran destacarlo, dado que su contribución a este progreso ha sido y es absolutamente irrelevante, aunque anunciarse con el propósito de reducir la pobreza es muy útil ante los donantes individuales –quién no se conmueve ante la pobreza– y para la captación de fondos públicos destinados a ONG. Creo que ahora se dice fundraising, aunque quizá fundripping sería más apropiado en no pocos casos. Ignoro si existe esta palabra, pero los mineros me entienden.
A decir verdad, la disminución de la pobreza se está produciendo precisamente porque los gobiernos hacen caso omiso de las usuales recomendaciones de Oxfam. No es la economía de mercado lo que crea la pobreza, sino lo que favorece que la humanidad salga de ese estado, que ha sido el generalizado durante la mayor parte de la historia.
Volviendo a la concentración de la riqueza, consciente de que el lector sabe muy bien que no es algo preexistente sino algo creado por la acción humana, las preguntas que tendríamos que hacernos sería bien distintas: ¿Cómo es que qué un número tan reducido de individuos han sido capaces de crear tanta riqueza? Cómo lo han hecho: ¿La han heredado, se la han arrebatado a otros, se la han regalado, o ha sido por algo beneficioso para todos? La respuesta a la primera es bien simple: algún antecesor la habrá creado, con lo cual pasamos a las siguientes. Lo de obtener riqueza arrebatando la de otros es cosa muy del pasado, esto hace tiempo que no sucede. El regalo podría explicar algunos casos, pero muy pocos; por ejemplo, el de los oligarcas rusos beneficiarios del reparto de la industria soviética de hidrocarburos.
La verdad es que la mayoría de las grandes fortunas provienen de que alguien, persona o empresa, ha sido capaz de ofrecer algo útil para un gran número de personas y que éstas, libremente, deciden que les conviene. ¿Un ejemplo? La mayor empresa del mundo por facturación, Wal-Mart, nació con un solo establecimiento, una franquicia de un tercero, y su estrategia fue ofrecer el precio más barato posible. Lo logró gracias a dos cosas: la búsqueda de los proveedores de menor coste y la traslación directa de este menor coste al precio, no al beneficio. Lo hizo en EEUU, precisamente donde la competencia entre minoristas es intensísima, y hoy en día sigue siendo una empresa familiar: un 48% del capital es de la familia. ¿Otros ejemplos? Pues las de las grandes tecnológicas: Microsoft, Alphabet, Apple, Meta, Nvidia, etc., que existen hace muy pocas décadas, nacieron sin apenas capital y no cabe duda de que contribuyen al progreso de la humanidad. ¿No merecen recompensa sus creadores? Compramos libremente sus productos, es una decisión personal en la que valoramos nuestro beneficio y el coste en el que incurrimos. ¿Qué hemos de esperar de los gobiernos a este respecto? Pues simplemente dos cosas: a) que eviten la elusión fiscal (que sólo es posible gracias a otros gobiernos) y b) que aseguren la libertad de competencia.
Ni siquiera los recursos naturales son riqueza por sí mismos; en todo caso, son un potencial de riqueza. Es el aprovechamiento de esos recursos lo que crea riqueza y ese aprovechamiento no es gratis, requiere un talento y un trabajo que hay que compensar, y una inversión, con su riesgo asociado, que hay que financiar y rentabilizar. Le ofrezco otro ejemplo. Es muy conocido que Venezuela se vanagloria de tener las mayores reservas de petróleo del mundo (el 17,5%, algo más que Arabia Saudí). Al margen de la calidad del crudo de estas reservas ¿se están traduciendo en renta y en la consiguiente creación de riqueza para ese país? Pues la verdad es que no, porque no son capaces de extraerlo: aportan sólo el 0,9% del consumo mundial, y ya hace años que dejaron de ser un productor de primera importancia (datos de Energy Institute). No es este el lugar para explicar las causas, pero sí es un buen ejemplo de cómo la riqueza ha de ser creada por el hombre (y la mujer), no hay otra forma de hacerlo. Y de esto se deriva que hay algunas sociedades que, gracias a sus instituciones, son más capaces de crear riqueza que otras. ¿Cuál es, pues, el camino? Pues el de imitar y adaptar las instituciones que se han demostrado favorecedoras de la creación de riqueza. Es decir, justo lo contrario de lo que recomiendan Oxfam Intermón y algún que otro partido político que todavía no se ha sacudido los escombros del muro de Berlín.
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