Marta Gutiérrez (Vamos Granada): Heredera de un 15-M que nada a contracorriente

Café con los candidatos a la Alcaldía de Granada

Su modelo de ciudad es el Madrid de Carmena, pero también la Málaga del ‘popular’ Francisco De la Torre

Dio su primera rueda de prensa con su bebé de 15 días en brazos

Marta Gutiérrez (Vamos Granada): Heredera de un 15-M que nada a contracorriente / Carlos Gil

Buscaron para ella un nombre que nadie más tuviera en el pueblo. Podría haberse llamado Ana, pero ya estaba cogido. Marta Gutiérrez Blasco, niña migrante, pianista, arquitecta de la bioconstrucción, cooperante e indignada del 15-M, ha vivido tanto tiempo a contracorriente que es ahí donde parece sentirse más cómoda. Y la política no es una excepción.

En 2015 llegó al Ayuntamiento de Granada como líder de un grupo político que estaba en un momento de auge y se reivindicaba como la verdadera izquierda, frente a las adormiladas formaciones clásicas, como el PSOE o Izquierda Unida. Vamos Granada era la marca blanca de Podemos en esta ciudad y consiguió una exitosa irrupción en el salón de plenos, con 3 concejales.

Hoy el panorama es diferente. Marta Gutiérrez vuelve a concurrir como candidata a la Alcaldía bajo las mismas siglas, pero sus antiguos compañeros ahora encabezan otras listas. Y ya no corre a rebufo del partido nacional morado, que esta vez será su principal competencia en las urnas.

Café con Marta Gutiérrez. / Carlos Gil

En medio han quedado cuatro años con “momentos muy duros” por las disputas internas, hasta el punto de llegar a procesos judiciales aún abiertos. Le muestro un recorte de prensa del 31 de mayo de 2015, en el que aparecen unidos los tres ediles de Vamos Granada que en ese momento arrancaban un proyecto común, y me asegura que no siente pena al verlo, que la separación ha sido “un proceso inevitable” y que han “salido de ahí con transparencia”.

Pero Marta dice que lo más complicado no ha sido eso, sino una lucha contra la corrupción en la que cree que ha estado muy sola. En el saco de los que han mirado para otro lado mete a todos los partidos con representación municipal, incluso a “los que se llaman de la izquierda”.

Vamos Granada, que se presuponía como posible aliado natural del PSOE para haber dado entereza a un gobierno salido de la moción de censura contra el PP (por los casos de corrupción), ha protagonizado los mayores desencuentros con los socialistas en estos años. Después de lo vivido, Marta Gutiérrez y Paco Cuenca están en las antípodas del entendimiento.

La candidata de Vamos advierte a las claras de que, si consigue representación en el Ayuntamiento de la capital, mantendrá un cordón sanitario con Paco Cuenca, dado que es un alcaldable imputado en una causa judicial. “La responsabilidad es del PSOE por llevar a este candidato”, alega la edil, que en realidad pone reparos a todas las opciones políticas que se presuponen mayoritarias por el mismo motivo, la falta de renovación.

Café con Marta Gutiérrez. / Carlos Gil

Gutiérrez dibuja un panorama complicado de posibles pactos. El espejo en el que pretende mirarse son los proyectos llevados a cabo en Madrid y Barcelona por las alcaldesas Manuela Carmena y Ada Colau. Pero la candidata de Vamos Granada se descuelga con otro modelo, el de Málaga. La edil no tiene empacho en admirar el trabajo realizado por el alcalde del PP, Francisco de la Torre, “sin plegarse al interés de su partido”. Su grupo apoyaría a todo aquel que ponga en marcha proyectos de desarrollo urbano que consideren positivos para la ciudad, “venga de quien venga” la iniciativa.

En el origen de su vida política está aquel 15 de mayo de 2011. Ese día y los que le sucedieron estuvo en la Plaza del Carmen junto a los acampados. “Fui allí a vivir aquello tan importante porque creo que la gente se volvió a mirar a la cara y se dio cuenta de que éramos muchos los que pensábamos que éramos víctimas de una estafa financiera y de la corrupción institucional”.

En este punto, a Marta se le iluminan los ojos. Cree que aquel movimiento ciudadano y su posterior desarrollo político (en el que ella ha sido protagonista) han provocado cambios que “ya no tienen marcha atrás”. Eso sí, carga contra aquellos que quedan en Podemos porque dice que “han abandonado el proyecto de cambio desde las mayorías”. Ella, con lo que queda del grupo Vamos Granada, se ve más cerca de aquel espíritu del 15-M. Satisfacción y frustración intercaladas.

La candidata a la Alcaldía de Granada nació en Zaragoza hace 42 años, aunque esa ciudad fue uno más de los destinos que tuvieron que recorrer sus padres, maestros de profesión, en aquellos años de su niñez que pasó en pueblos de Alicante, Barcelona, Madrid y Málaga. Los dos lugares que sí han marcado una referencia clara en su vida son el pueblo de sus padres (Mochales, municipio en el que quedan unos 30 habitantes) y Granada, la ciudad donde vive desde que llegó para estudiar Arquitectura y en la que nació su único hijo. Para reafirmar su pertenencia a esta tierra cita a la madre de Serrat: “La gente es de donde está el pan de sus hijos”.

Café con Marta Gutiérrez. / Carlos Gil

En régimen de custodia compartida con el padre, Marta convive con su hijo de 11 años en un piso de alquiler en el Realejo. Paga 600 euros por la estancia, de unos 70 metros, y no lo cambia por ningún otro barrio, pese a haber vivido por media ciudad desde su época de universitaria. De aquello recuerda que era muy buena estudiante y que salía poco.

Ya como profesional dejó patente que su futuro no eran las corrientes establecidas. En pleno despegue urbanístico y durante el boom de la construcción, Gutiérrez optó por ser arquitecta de la “subespecie social”. La “bioconstrucción”, que en sus propias palabras es una vuelta a la utilización de los elementos naturales, y la rehabilitación de edificios fueron sus especialidades.

Tampoco optó por los convencionalismos para el parto de su hijo. Lo tuvo en casa, asistida por un equipo de comadronas, porque es una defensora de la “humanización” y el respeto de los “procesos naturales” en el momento de dar a luz, aunque sin prescindir de los avances médicos. Al final opina que lo idóneo serían unas casas de parto junto a los hospitales.

La combinación de la maternidad con la vida profesional, activista y política ha debido de ser algo muy natural en la trayectoria de Marta Gutiérrez, que además de arquitecta se define como “madre y ama de casa”. Me cuenta una anécdota que lo subraya: hace una década, cuando dio su primera rueda de prensa con la asociación Adobe, para denunciar corrupción urbanística en Atarfe, acudió con su bebé de 15 días en brazos. “¿Un acto simbólico como el de Carolina Bescansa en el Congreso de los Diputados”, le pregunto. Pero no. Simplemente no tenía otra opción, como muchas otras madres.

Café americano y el recuerdo de una familia comprometida para reactivarse

Tiene una bicicleta eléctrica plegable y se suele desplazar en ella. Pero acude en metro a nuestra cita. De blanco, melena suelta natural y cara lavada, no duda un segundo antes de pedir un café americano (solo y largo de agua), pese a haber pasado ya la frontera del mediodía. La campaña se hace larga y parece necesitarlo. Pero su expresión recobra vida al hablar de sus padres, que residen en Marbella después de haber pasado una vida de acá para allá; de su hermana, profesora de música; o de su pueblo. Mochales es un lugar de Guadalajara donde apenas quedan habitantes, un ejemplo de la España despoblada, del que sus padres tuvieron que salir para estudiar y trabajar. Marta Gutiérrez lamenta que nos hayan vendido las bondades de la movilidad geográfica a la hora de desarrollarnos profesionalmente, porque “se ha perdido la posibilidad de hacer una vida donde uno quiere, donde tenemos el arraigo, la familia y las raíces”. No ha vivido la política en casa, pero puntualmente su padre ha sido alcalde de su pueblo para frenar una operación de especulación urbanística. Su prima cogerá el relevo después del 26-M. Por eso Marta dice que en su pueblo se siente una persona “corriente”. Entre 2011 y 2015 se puso al frente del Colegio de Arquitectos de Granada y su principal logro dice que fue haber permitido que subsistiera, porque arrastraba una deuda enorme y había perdido el flujo de actividad.

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