Onofre Miralles (Vox): Un hombre de ley y bandera sin líneas rojas para dialogar
UN CAFÉ CON LOS CANDIDATOS A ALCALDE
Como abogado y asesor conoce bien las bambalinas de la política. Ahora da un paso al frente para optar a la Alcaldía sobre la cresta de la ola de Vox en Granada
No pretende llenar la ciudad de banderas, pero exige “que nadie se suene los mocos con ella”. Desde que está en Vox, Onofre Miralles puede decir “viva España” sin complejos, porque la palabra “facha” le provoca risa y porque, al haber nacido casi en los años de la transición (1974), dice que “no se puede añorar lo que no se ha conocido”. Sí echa de menos los “firmes valores” que le inculcaron en casa, pero sobre todo los relacionados con la tolerancia, para hablar sin insultos ni “escupitajos” de las discrepancias. Utiliza el término “feminazis” y cree que hay presunción de culpabilidad para los hombres en los casos de violencia de género, si bien reconoce que no está bien informado para opinar “de los chiringuitos”.
Es un hombre de derechas, sin tapujos, pero adaptado a su tiempo. Onofre Miralles Martín es un abogado de 44 años, especializado en derecho mercantil, que se define como un “empresario de leyes”, de negocios, y nunca como político. “He dado un paso al frente de forma temporal, como hooby; pero sigo trabajando, atendiendo a mis clientes”, puntualiza el candidato a la Alcaldía de Granada nada más comenzar el encuentro, con el café aún humeante.
Entre sus clientes hay ayuntamientos y grupos políticos de distintos colores a los que asesora como letrado; y en ellos pensó nada más recibir la propuesta de Vox, así que les consultó y descubrió “con sorpresa” que no había reparos. Hasta recibió alguna felicitación de gente de izquierdas. “Saben quién es Onofre Miralles, conocen mi talante”.
Le explico que al acabar nuestro café es posible que se cruce con mi siguiente cita, que es Antonio Cambril, el candidato independiente de Podemos-IU-Adelante. Y me responde sobre su contrincante con una reflexión que me sorprende: “Tenemos más cercanía y más puntos en común de lo que se vende”. Su argumento se fundamenta en la escasa capacidad de maniobra que desde un ayuntamiento tiene un político para aplicar ideologías y que la prioridad, en un municipio endeudado como el de Granada, es sentarse a hablar, llegar a acuerdos y sacar adelante unas cuentas para tener alguna posibilidad de gestión.
No entiende, por ejemplo, cómo en el último mandato Ciudadanos se prestó a provocar una moción de censura “merecida” contra el PP para luego “dejar a Cuenca abandonado a su suerte”. Lamenta la ambigüedad de los políticos y su incapacidad para “mojarse”.
Si es concejal en el Ayuntamiento de Granada después del próximo domingo, Miralles promete sentarse con cualquiera, sin líneas rojas. Como profesional ejerce de mediador y asegura que es el prototipo de abogado “antipleito”, de esos que no azuza a sus clientes para irse al juzgado, sino al contrario. Eso sí, matiza que siempre es “duro” en sus negociaciones, un aviso a navegantes para sus posibles compañeros de corporación.
Sobre sus expectativas electorales, y después de que los resultados de las últimas generales le dieran a Vox 14.402 votos en la capital (que podrían equivaler a 4 concejales), el alcaldable es prudente y afirma que todo lo que sea entrar con un solo edil en el Ayuntamiento de la capital será considerado un “éxito rotundo”.
Una anécdota de esta campaña es definitoria. Tras el anuncio de la muerte de Alfredo Pérez Rubalcaba, Onofre Miralles se lanzó de inmediato a las redes sociales para dar el pésame a la familia y a los socialistas, además de anunciar que suspendía sus actos electorales aquel día. Horas más tarde Vox fue noticia en toda España por ser el único partido que no paró su campaña y que no acudió a la capilla ardiente.
Onofre, por su lado, sigue hoy firme en su postura: “Yo no estoy aquí por un puñado de votos”, que son los que podría haber conseguido esa tarde. En las mismas redes sociales recibió críticas por su particular homenaje al histórico socialista, comentarios de potenciales electores de Vox, pero el candidato asegura que hay votos que prefiere no tener porque “hay no votos que dignifican”. Se refiere a todos aquellos que “se mueven por la ira”.
“He venido a la política a hacer amigos”, insiste el candidato de Vox con ese aire de niño grande –enorme, a mi escala– al que las señoras mayores se acercan en los actos de campaña para darle apretones en el moflete. Pero no se engañen, no hay buenismo desmesurado ni inocencia tardía.
Su campaña, sobre todo en twitter, es crítica y además afilada. Aunque debute como candidato a un cargo público, sabe de qué va esto porque lleva media vida rodeado de políticos, como abogado, como asesor o como cargo de confianza. Juan de Dios Martínez Soriano, el ya fallecido presidente del Partido Popular en Granada, reclutó a Onofre Miralles cuando ésta era estudiante de derecho.
Sigue pensando que en todos los partidos debería haber un hombre como aquel cada cinco años por lo menos. Niega tener mala relación con José Luis del Ojo (con quien hace un año se tomó un pacharán en La Herradura), pero es un hecho que el asunto judicial de corrupción por el que fue condenado el exconcejal de Ogíjares y el “cierre de filas” del partido, con Sebastián Pérez a la cabeza, provocaron su “desvinculación radical” de las filas populares.
Fue un informe de la esposa de Miralles, que trabaja en la Intervención de ese Ayuntamiento, el que encendió la mecha de aquel sonado caso judicial. Dice que la respuesta del PP fue contraatacar con una denuncia contra Elena. Y Onofre no lo ha olvidado.
Tampoco le gustó que en el PP alguien le criticara haber proclamado un “viva España” en su mensaje de despedida del cargo como jefe de gabinete en la Subdelegación del Gobierno en 2004, unos días después del atentado del 11-M. “Por encima de la derrota electoral del PP, estaba la sangre aún caliente de los españoles en Atocha, por eso lo dije”. Le salió.
Le gusta explicar que siempre lo han llamado o “fichado” para los cargos de confianza o políticos: Martínez Soriano, Alfonso Marín Sicilia, José Luis del Ojo... Y ahora “alguien” de Vox en Madrid. ¿El motivo? Cree que tiene capacidad para resolver soluciones conflictivas y me viene a la cabeza aquel popular personaje de Pulp Fiction, el Señor Lobo. O el Capitán Alatriste, mucho más patriota y quizás apropiado.
En su actual partido, Vox, reconoce que la situación tampoco ha sido cómoda estos meses, con la destitución del presidente provincial Julio Vao. Explica que fue apartado porque desobedeció las órdenes de los dirigentes al hacer las listas. La antigua condena por estafa que se desveló, sin embargo, “es irrelevante, aunque queda poco serio”. En este punto, el candidato ha sido advertido y se muestra confiado: “A mí que me revisen, sólo tengo dos multas de un viaje a Francia el verano pasado”.
De herencia familiar, mucho más que un nombre, los toros y la mirada a la vida
Aquel Onofre Miralles que fue empresario de la antigua Plaza de Toros de Motril y secretario de ese Ayuntamiento, era consciente de la personalidad necesaria para llevar su nombre con desenvoltura, así que prefirió evitar a su hijo los posibles sinsabores. Fallecido ya hace años, puede que hoy viera con sorpresa el signo de su estirpe familiar impreso en los carteles electorales de Granada, junto al busto de un hombre de aspecto fortachón. Su nieto. El candidato de Vox a la Alcaldía de Granada, que cuando era pequeño, en el colegio, sí se acordó alguna vez de su casta, ha llegado a convertir su nombre en una marca dentro de la abogacía. Ahora pretende llevar a la política esa impronta personal desde un partido en cuyos planteamientos generales encaja como un guante su forma de pensar. Pero en algunos aspectos Onofre traspasa esos clichés de partido y transmite un sello particular, esa personalidad que se intuye a los pocos minutos de conversación.
Aficionado a los toros, como no podía ser de otra manera, por herencia familiar. Casado y sin hijos (aunque no por deseo expreso), Onofre está marcado por la muerte súbita de su madre cuando él era joven. Un sábado le dijo adiós para ir con su padre a la finca de aguacates y al volver ya no estaba. Algo similar le ocurrió poco después con su mentor académico, Fernando Valenzuela, así que cada mañana su primer pensamiento es: “Qué bonito día, puedo verlo”.
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