Paco Cuenca (PSOE): El cisne que salió del cascarón de barrio

Café con los candidatos a la Alcaldía de Granada

Fue un niño con complejos, criado en un barrio populoso y muy activista, que se ha transformado en un político y padre de familia de orden y método

Paco Cuenca (PSOE): El cisne que salió del cascarón de barrio.
Paco Cuenca (PSOE): El cisne que salió del cascarón de barrio. / Fermín Rodríguez

La Chana, pero la Chana Chana, la que aún se escribía con el artículo determinado del género femenino delante, y que era un reducto esencial del distrito de hoy, también fue en los años 70 y 80 el cascarón de huevo donde se incubó el Paco Cuenca Rodríguez que hoy gobierna toda la ciudad y que aspira a seguir en la misma tarea otra temporada.

Aquel cascarón de barrio llevaba tatuados el puño y la rosa. Su tío Juan, que llegó a ser senador y diputado socialista, era en aquel tiempo de su niñez un destacado sindicalista del aguerrido sector del Metal en la UGT. Luego fue el máximo responsable de este sindicato en la provincia.

Sus padres siempre estuvieron implicados en las asociaciones locales y eran una referencia vecinal. Recuerda Paco las actividades en el entorno del colegio, los días de la Cruz y los muchos años de colonias infantiles en la playa, en las que su familia participaba cada mes de julio para que muchos niños de aquel barrio pudieran conocer el mar.

En su mocedad, él mismo mantuvo el ardor: se implicó en un nuevo club de baloncesto, en un grupo de teatro, en la asociación de vecinos y como cabecilla de protestas estudiantiles en el Instituto Juan XXIII.

Paco Cuenca, durante el encuentro.
Paco Cuenca, durante el encuentro. / Fermín Rodríguez

Disfrutó mucho de la calle, del deporte de barrio y, de la pandilla, aquella tropa que se veía siempre en la esquina de Corberó, sin móviles para quedar.

Paco Cuenca, de pie junto a la barra de la cafetería donde rememora cosas de su vida, hace una pausa en este punto y me recuerda algo que ya le había escuchado alguna vez: “Yo de niño pasé una época complicada, llena de complejos, porque era gordito, con aparato en los dientes y botas ortopédicas. Era el patito feo”.

Me explica que el deporte lo cambió todo, su físico, su autoestima… Queda implícita su transformación en el cisne de hoy, en coherencia con el clásico de Christian Andersen que el alcalde trae a colación. Y me acuerdo de ese animal del cuento cuando descubrió, no solo que podía ser bello, sino que había un mundo exterior, más allá de los polluelos de su granja.

El Paco Cuenca de hoy, con las rutinas, gustos y costumbres que describe, ha evolucionado mucho aquel prototipo de chico de barrio. Hace años que se mudó a Fígares, donde vive con su mujer y sus dos hijos (de 14 y 9 años), que disfrutan de la buena música, la lectura y los viajes en familia.

En su casa, a través de sus padres, palpó la implicación en los problemas del barrio

No le gustan los bares, ni siquiera las cafeterías. Admite que por su formación de docente, se ha convertido en una persona con pautas férreas y que impone esa disciplina de orden y horarios en su entorno doméstico. Le gustan las rutinas establecidas, “incluso para disfrutar”, y recita de memoria todos sus horarios desde el momento de comenzar el día.

Aunque ya no practica deporte con la misma intensidad de su juventud (llegó a estar federado en cuatro disciplinas a la vez), en su día a día siempre hay algo de ejercicio. Ahora, que tiene menos tiempo, ha instalado una bicicleta estática en el cuarto de su hijo mayor y cada día se machaca media hora por la mañana.

Al hilo de esto me hace una reflexión muy particular, porque piensa que para dedicarse al servicio público es muy importante estar en buena forma física. En “estado óptimo” añade. Porque el día a día de un cargo como el suyo “es muy intenso”. Ahí pretende marcar diferencias con alguno de los contrincantes en la carrera a la Alcaldía.

Leyendo 'Granada Hoy'.
Leyendo 'Granada Hoy'. / Fermín Rodríguez

También como alcalde, el cisne se reivindicó. Ha perdido dos elecciones municipales en Granada (2011 y 2015), pero aguantó en el Ayuntamiento todos esos años como concejal de la oposición, entre los patitos feos del salón de plenos. El premio llegó en 2016, cuando fue proclamado alcalde después de una moción de censura contra el gobierno del Partido Popular, debilitado tras la detención policial y la dimisión de José Torres Hurtado.

Al hacer balance de su gestión estos últimos tres años, enfatiza su capacidad para “romper las barreras del localismo” en la ciudad. Se siente muy satisfecho con los deberes hechos fuera de Granada, al negociar con otras administraciones como la Junta de Andalucía (Metro) o el Gobierno central (AVE), con las compañías aéreas (aeropuerto) y con la familia Lorca (la llegada del legado del poeta al Centro de Romanilla).

“Me he ido a Madrid, al extranjero…” Para invertir lo que a su juicio ha sido una estrategia histórica del PP, basada en la confrontación y el choque con todo lo de fuera.

Cuando era joven, en el barrio, le tocó liderar una protesta contra la reforma educativa del Gobierno de Felipe González. Asegura que ahora dedica mucho tiempo a las “dificultades propias”, a exigir cosas a los suyos (“los míos”, cita textualmente) cuando gobiernan en Sevilla o en Madrid.

Pero admite que a veces le ha tocado ceder y conciliar, como en el caso de Iberia para mantener el vuelo a Madrid. Y además “con unas formas de no sacarnos los ojos”.

En casa, en la Plaza del Carmen, la situación ha sido diferente. En el salón de plenos no ha encontrado apoyos por parte del resto de grupos políticos para sacar adelante iniciativas importantes que requerían mayoría absoluta.

Y el malestar se detecta en el tono y los apelativos con los que se refiere a otros partidos y candidatos, en especial a los grupos de la izquierda con los que podría tener que hacer bloque común para gobernar después del 26-M. Por eso dice que se visualiza gobernando “con amplia mayoría”, para “no depender de nadie”.

En un momento del encuentro.
En un momento del encuentro. / Fermín Rodríguez

Así lo ha hecho durante estos últimos tres años, en los que sólo contaba con 8 concejales de los 27. No ha habido acuerdos para presupuestos o grandes proyectos, como la reforma de la movilidad.

Ahora demanda más apoyo de los votantes, para incrementar esa representación y conseguir ser alcalde como la fuerza mayoritaria. Está claro que en su cabeza no hay opciones de pacto con “todos los revueltos estos de Podemos, Vamos, fuimos y estamos”.

Hay políticos de izquierdas que le han afeado alguna vez su afición y seguimiento de las costumbres y tradiciones de arraigo en la ciudad. Cuenca me explica que al poco tiempo de estar en la vida municipal descubrió el que a su juicio es el verdadero motivo por el que esas personas renuncian a intervenir en procesiones, romerías u otros actos, la mayoría religiosos. Porque siempre coinciden en fin de semana o en momentos de su tiempo libre y “no les viene bien”.

El ‘fuenteovejuna’ de La Chana que hoy sería un problema para el alcalde

Un recuerdo de niñez de esos que están entre la realidad vivida y la leyenda de la memoria es la historia con la que Paco Cuenca describe el modo en que La Chana fue creciendo en los 70. Cuenta que la unión de los vecinos era tan fuerte que éstos fueron capaces de frenar la construcción de un edificio de viviendas en una placeta del barrio. Además del habitual repertorio de protestas diurnas, hubo otros métodos de presión. Su propio padre, junto a otros hombres, entraban por la noche a la obra y se llevaban los materiales de construcción. El promotor desistió y el niño, a punto de cumplir 50 años este verano, lo recuerda como la gran victoria de su gente. Hoy es alcalde y tiene que admitirme que ya no sería posible algo así. Él mismo tendría que mandar a la Policía para garantizar los derechos legales del propietario del terreno. La verdad es que casi me arrepiento de aguarle la historia con mi pregunta, porque de repente se aleja del fuenteovejuna chanero para aterrizar en la Plaza del Carmen. “El urbanismo era diferente, no había pegous y hacíamos los equipamientos deportivos a nuestra manera”. Con Miguel El practicante a la cabeza, un grupo de niños limpiaron un descampado y montaron un campo de fútbol que con el tiempo se ha convertido en un equipamiento deportivo pintado en los planos.

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