"Recuperar el espíritu del viejo periodismo es lo más moderno que hay"
Pedro García Cuartango | Periodista y escritor del 'Elogio de la quietud'
Bajo la fachada del "solvente intelectual", no esconde la mirada del bohemio que fue y sigue siendo entre trenes, cine, música, libros y los recuerdos del 'último Cuartango en París' o en Miranda de Ebro
Pedro García Cuartango (Miranda de Ebro, Burgos, 1955) dice que no tiene sangre sino carbonilla por la vieja tradición ferroviaria que le precede. De los trenes, el cine, la música, los libros y París viene esa mirada única en la prensa española de las prisas. Hay quien lo ha bautizado Cuartángoras del Ebro como The Objective, aunque bien podría ser Cuartango de Schrödinger -ese hombre atrapado en una caja entre una vida pasada que es su verdadera realidad y un presente fútil pero que toca vivir con pasión-. También podría llevar los apellidos de Cuartango Pretérito Absoluto y no desentonaría como el 'último Cuartango en París'.
Fue director breve de El Mundo. Además, asegura tener la plusmarca nacional de, como poco, '10.000 editoriales lisas': desde la claridad y la concisión, al grano. Ahora escribe de sus aficiones en otras casas. La editorial Círculo de Tiza le ha publicado recientemente su manifiesto vital, un Elogio de la quietud para ser leído con camembert, paté de foie y un vaso de Beaujolais.
Bajo esa fachada de hombre serio y "solvente intelectual", vive el bohemio que daba paseos con el filósofo Gilles Deleuze, el que aprendió a soñar entre islas y acantilados o a doblar el lomo en la vendimia. Alguien que aprendió a ser y a estar en este lugar raro. Antes de empezar a contestar pide un receso de dos minutos para lavarse las manos. Es lo que tiene querer preservarse pulcro en una prensa debilitada en los últimos tiempos y en la que pretende seguir aportando una mirada de pausa. Única. Lo que otros ojos no ven porque el futuro ya pasó. Sólo existe el pasado.
-¿Le llegan los periódicos a casa estos días?
–Yo no compro el periódico en papel desde hace seis o siete años aunque a la gente le sorprenda. Lo leo por PDF. Estoy abonado a las ediciones de distintos periódicos. Me resulta más cómodo porque no tienes que ir al quiosco y lo puedes empezar ya por la noche. Al fin y al cabo es un soporte distinto, pero tienes la visión de la página de papel en una pantalla.
-¿Qué es el papel?
–Algo que sigue siendo necesario en nuestra sociedad.
–Un compañero de oficio sostiene que los periódicos se están convirtiendo en agencias de papel. ¿Le suena o le parece exagerado?
–Es evidente que ha habido un deterioro en la calidad de la prensa porque los periódicos tienen problemas económicos e insuficiencia de recursos para mantener sus redacciones. Pero al final los periódicos deberían ser lo que siempre han sido: una referencia intelectual, una guía y un estímulo para los lectores. Creo que los periódicos sí tienen futuro y además creo que para que lo tengan, tenemos que volver al espíritu de lo que siempre ha sido el periodismo.
–¿Se refiere al del análisis, el debate y las grandes firmas, no?
–Una vez dije en una reunión interna, y la gente se sorprendió, que teníamos que hacer el periódico como se hacía en el siglo XIX. No era una provocación ni una boutade, sino volver a un periódico con interpretación de la realidad con grandes firmas y debate de intelectuales. Recuperar el espíritu del viejo periodismo creo que es lo más moderno. Lo que los periódicos de papel no pueden hacer es competir con las redes sociales o las ediciones digitales.
-En otra entrevista dijo que probablemente tenía el récord de editoriales en este país.
-El cálculo es difícil de hacer. He estado al frente de opinión en El Mundo unos 20 años, por lo tanto hacía una o dos al día durante esa época. No sé a cuánto sale la multiplicación, pero entre 5.000 y 10.000 seguro.
-¿Cuál es la dificultad?
-Tienen que ser claros, directos y sintéticos. Hay que hacer una tesis, pero no te puedes perder en la divagación. Tienen que estar escritos con una estructura que induzcan al lector a sacar una conclusión.
-¿Es de los que empieza los periódicos desde atrás hacia delante?
-Soy bastante clásico. Empiezo desde el principio. Leo la portada y si después hay una noticia muy llamativa, una exclusiva, es lo primero que leo. Pero luego voy desde el inicio. Tiendo a leer los periódicos en el orden en el que se presentan, tal y como lo hacen los periodistas.
-Lo decía por su aparente interés sobre lo que no siempre es pura y rabiosa actualidad...
-Eso no significa un orden de prioridades. Mi gran empeño en El Mundo, que no lo logré por condicionamientos ajenos a mí, era hacer una gran sección de Cultura. Yo era partidario de hacer todos los días, diez o doce páginas de cultura de cine, literatura, música…
–En su Elogio de la quietud dice que "sin el cine, los periódicos de papel, el boxeo y la sopa de ajo, la vida no vale nada". Más claro, el agua.
–Son mis pasiones. Acabo de cumplir 65 años y si me comparo con mis cuatro hijas, ellas tienen otra manera de ver el mundo y otras afinidades, pero yo soy una persona que ha crecido con el cine. El cine en los años 60, en una sociedad tan cerrada como la española, era una ventana al mundo. Siempre desde niño sentía fascinación por los periódicos, esperaba que llegara mi padre a casa para leerlos. El cine y los periódicos forman parte de mi código genético.
-¿Sus paraísos artificiales?
–Diría más bien que son consustanciales. Al final, lo esencial en una persona es la curiosidad por saber. Todos los elementos que he citado remiten a la curiosidad por saber y el conocimiento. Son los instrumentos que nos han permitido crecer intelectualmente y conocer el mundo.
–¿Que diarios de tirada nacional le dejen escribir columnas sobre la sopa de ajo o los cruasanes es una forma de resistencia, no?
–Creo que hay una necesidad en el lector de leer ese tipo de reflexiones. Yo no escribo ese tipo de columnas como una opción deliberada que pueda tener un hueco o que puede gustar o no. Me sale de dentro. Escribo lo que aflora en mi interior. La espontaneidad que hay en esa creación, creo que llega al lector. Además, es evidente que el lector está harto de columnas políticas, muy basadas en el día a día y que son muy perecederas. En cambio, una reflexión sobre la sopa de ajo es algo perenne que llega a mucha a gente y podrá ser leída dentro de 20 o 30 años, ojalá, con la misma frescura que hoy.
–Es raro que no metiera en su recopilación su famoso Elogio del cruasán en el que decía que en España no se ha conseguido imitar la calidad de los franceses.
–Fue un poco aleatoria la selección. Ese artículo lo dejé fuera, pero me hubiera gustado meterlo. Hay buenos cruasanes en Madrid. Algunas pastelerías tienen nivel alto, pocas. Aunque no, sinceramente cuando vivía en París los cruasanes eran diferentes, no sé si era por el hambre o por qué.
–¿O por la mantequilla?
– Sí. La calidad viene determinada por la mantequilla. Y sí, en París y en Francia se hacen los mejores.
–Es un firme convencido de la frase de Sartre de que "el hombre está condenado a la libertad". ¿Incluso, hoy?
–Es una frase que digo siempre y que es muy aplicable a la crisis del coronavirus con toda la fragilidad del ser humano y que ha puesto en cuestión muchas seguridades. A pesar de todo, a pesar de los problemas, el hombre está condenado a la libertad. No nacemos con una esencia. El hombre se construye mediante sus decisiones, mediante el ejercicio de la libertad y la libertad es algo irrenunciable. Ahora suena raro pero no podemos renunciar a la libertad y somos responsables de nuestros actos. Lo creo firmemente.
-Comentaba un amigo suyo hace unos días (José Luis Garci) que el entusiasmo es mejor que la esperanza. ¿Coincide?
-Al final, en la vida es muy difícil encontrar la felicidad en lo abstracto. Estamos sujetos a muchos contratiempos. Nos pasan cosas que son malas, que nos hacen daño. Es importante desarrollar esa capacidad para disfrutar los momentos que pueden ser una comida con los amigos o un partido de fútbol, que ya es mucho. Tenemos que aprender a disfrutar del presente, la frase latina Carpe Diem. Es lo que te ayuda a sobrellevar la vida y superar los contratiempos.
-En sus artículos siempre aparece el azar como un factor determinante.
-Es que esto del coronavirus que ha pasado podría no haber pasado o haber pasado hace diez años o dentro de diez años. Nuestra vida es una mezcla del azar y la necesidad, pero el azar creo que tiene una gran preponderancia en nuestras vidas. Todo lo que nos pasa, desde la mujer a la que amamos hasta el trabajo en el que estamos o nuestras relaciones son fruto del azar, de hechos casuales. No obedecen a un plan predeterminado
–Si lo de hoy es la nueva normalidad, ¿qué era lo de ayer o lo de hace 50 años?
–Es un concepto tramposo. Sólo hay una normalidad, la de nuestras vidas, la de podernos reunir con nuestros amigos, bañarnos en la playa o hacer lo que nos plazca. Para mí, la normalidad es hacer lo que siempre he hecho y me ha gustado. Aspiro a una vieja normalidad.
–¿Se encontrará algún remedio contra la nostalgia o el sentir melancólico?
–No quiero un remedio contra la melancolía. La busco deliberadamente porque al final somos nuestro pasado. El futuro no existe. Somos nuestras raíces y nuestros mejores momentos están en el pasado. Tiendo a la melancolía, a recordar mi infancia y mi adolescencia. No quiera renunciar a ello y no quiero sea negativo. El término etimológico de melancolía tal y como lo definió Aristóteles es negativo de depresión y mal estado de ánimo, pero para mí las palabras melancolía y nostalgia son valores positivos.
-¿Qué opina un 'ferroviario' de que España pasara a ser de las estaciones de tren a las de autobús?
-Se convirtió en un país de carreteras, de coches. Cuando nací la red ferroviaria llegaba a todos los puntos de España, la gente viajaba en su tren. Ahora ya viaja en coche incluso e, incluso, si es un viaje largo en avión. El tren está en retroceso. Yo no llevo sangre, llevo carbonilla. Mis padres, mis tíos, mis abuelos, los hermanos de mi abuelo, mi bisabuelo… Toda mi familia trabajó en la Compañía del Norte y luego en la Renfe. Soy de familia ferroviaria y he nacido a unos metros de la estación. Antes de aprender a andar estaba ya subido en los trenes.
-¿Qué le parece que el tren o la falta de él sea precisamente uno de los puntos calientes del debate territorial en la actualidad?
-Ha habido un cambio modelo. Antes el ferrocarril vertebraba el territorio. Yo soy de Burgos y en todos los pueblos de Burgos había una pequeña estación. Desde cualquier pueblo podías ir a Madrid, a Burgos, a Galicia o Cataluña. Ese modelo de ferrocarril ha desaparecido. Hoy se concentra en líneas de larga distancia y de Alta Velocidad. Ese modelo une a las grandes ciudades, pero ya no puedes ir en tren a un pueblo de Alicante o de Extremadura. Creo que es un error porque siempre lo he dicho el ferrocarril ha sido un medio de vertebración territorial y la falta de tren ha contribuido a la España Vaciada.
-¿Qué ocurre en su memoria cuando vuelve a Miranda de Ebro?
-Siento una gran nostalgia. Me gusta mucho ir, pero hay algo que me conmueve porque me doy cuenta que ha muerto la generación que me precedía, la de gente como mis tíos, que han muerto o desaparecido. Me resulta muy triste pero también muy emocionante pasear por el río, ver la escuela donde me eduqué. Lo que yo veo es una Miranda a través de la nostalgia, de los sueños.
-Al menos disfrutó de ver al Mirandés eliminar al Sevilla en la Copa, ¿no?
-Vi ese partido con una gran emoción. El Sevilla es uno los cuatro o cinco equipos punteros que aspira a jugar la Champions. Que un equipo como el Mirandés, con su presupuesto, sea capaz de eliminar al Sevilla me parece un milagro. Luego fui a ver la semifinal contra la Real Sociedad, que desafortunadamente perdió el Mirandés. Pero no deja de tener mérito que un equipo tan modesto pueda haber eliminado a equipos como el Sevilla.
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