"Se confunde la creatividad con la cosa exótica o rara"
Alberto Campo Baeza | Arquitecto
Alberto Campo Baeza (Valladolid, 1946) pertenece al grupo de arquitectos españoles que compaginan el ejercicio del oficio con la docencia universitaria. Catedrático de Proyectos de la Escuela de Arquitectura de Madrid desde 1986, ha sido profesor en las Escuelas de Zúrich, Lausana o Filadelfia. Asegura que jamás dudó "ser otra cosa más que arquitecto". Pero a sus 72 años tiene claro cuál es el hijo del que se siente más orgulloso: la sede de Caja Granada. Estos días ha visitado la Universidad de Granada para hablar de la Renuncia y universalidad en la arquitectura.
-Ha sido profesor de escuelas de arquitectura de medio mundo. De todas esas estancias en centros extranjeros para enseñar, ¿en cuál ha aprendido más?
-He tenido la suerte de tener un reconocimiento excesivo fuera de España. No tanto como medio mundo, pero cuando dices Zúrich o Milán, Washington o Filadelfia parece más de lo que es. De la ciudad que más he aprendido, sin duda, ha sido de esta última. Quizás porque viví allí y en otras estancias he estado yendo y viniendo. Tenía mucho contacto con el mundillo americano y fue una temporada muy bonita.
-Para ser un buen arquitecto, ¿es imprescindible viajar?
-Sí, claro. Aunque puedas recorrer los espacios de todo el mundo con fotografías o vídeos, es fundamental para tomarles la medida verlos en directo.
-¿Una ciudad imprescindible a la que recomienda viajar a los estudiantes de arquitectura?
-Yo recomendaría los dos polos: Roma y Nueva York, a la que voy mucho. Allí me dejan un pequeño zulo en el que paso algunas temporadas y siempre me parece una ciudad imprescindible porque puedes estar en contacto con toda la vanguardia. Además es muy confortable por el orden de su trama. Y en el polo contrario, pero también maravillosa, Roma, por la historia, por su laberinto para ir descubriendo cosas como el Panteón. Sigue siendo un edificio antiguo que tienen que tener presente todos los arquitectos del futuro.
-A sus alumnos les recomendaba viajar al Panteón y que le mandasen una postal que diga sólo sí o no: si han llorado o no al verlo.
-Sigo haciéndolo. Al poco de abrirse la sede de Caja Granada, cuando entraron por primera vez empleados a uno de ellos se le saltaron las lágrimas. Que un espacio de los que hacemos como arquitectos sea capaz de conmover es la demostración de que aquel espacio merece la pena. Y la belleza no está reservada a un gente rica, estrambótica o cultísima. Eso es lo que le digo a mis alumnos, que todos pueden hacer cosas hermosísimas.
-¿Cómo entra el tiempo, a través del juego de gravedad y luz sobre el que tanto ha teorizado, a ser un componente estructural de la arquitectura?
-Aunque suene a frase muy hecha, siempre digo que la luz construye el tiempo como la gravedad construye el espacio. Siempre intento convencer a los alumnos de que la luz en movimiento es un material más de la arquitectura. Un médico no va a trabajar con la luz, un pintor sí, aunque sea de manera distinta a nosotros. Ese material en arquitectura va dando testimonio del discurrir del tiempo, del giro de la tierra alrededor del sol, dentro de un edificio.
-¿La decoración puede dar belleza a una mala arquitectura?
-Yo creo que no, sólo puede disimular. Frank Lloyd Wright decía que los defectos en arquitectura se tapaban con plantas. Aunque la arquitectura tampoco debe ser algo impositivo.
-¿En qué sentido?
-Hace poco viajé a Pamplona, a un edificio que hice con Julio Cano Lasso con todas las estructuras vistas pintadas de naranja para darle un aire industrial. Cuando fui las carpinterías las habían sustituido por otras que eran negras y lo habían pintado todo de blanco. Pensaban que iba a bramar, pero me pareció precioso. No pasa nada. A la casa última que hice en México le hicieron un reportaje de fotos vacía y luego otro con muebles, y no estaba mal. Quizás había excesivos muebles, pero porque yo en casa vivo muy poco. Tengo una sola sartén, por ejemplo, aunque también es verdad que vivo solo. Tampoco entiendo que haya que tener 40 chaquetas.
-Ahora con el método Marie Kondo estamos volviendo a la esencia.
-Pero simplemente es sentido común.
-Hablando de plantas, ¿qué opina de nuevas corrientes como la arquitectura vegetal? ¿Se imaginaba que la última tendencia sería cubrir los muros con jardines?
-Eso me parece una bobada, otra cosa es que sea simpático. Estos chicos, como los del Caixa Fórum de Madrid, que llenan un muros de plantas que salen en horizontal para ponerse en vertical... me parecen que hacen algo que al final va contra natura. Es una moda que ha llegado por querer hacer cosas exóticas. A veces la gente confunde la creatividad con la cosa exótica o rara. ¿Tiene sentido hacer un edificio inclinado como las Torres Kio? Pues no.
-¿Por donde cree que irá la arquitectura del futuro?
-Sería una arquitectura que sea hecha de la mano de la razón. Las condiciones de Vitruvio seguirán sirviendo en el futuro. En primer lugar debe ser una arquitectura que sirva a los hombres para que sean felices. En segundo, que esté bien construida para que resista al tiempo. Y tercero, si es hermosa.
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