"La locura es una gran guerrera"

ángel martín | humorista

El humorista Ángel Martín.
El humorista Ángel Martín. / Planeta
Pilar Vera

15 de diciembre 2021 - 06:00

TESTIMONIO SOBRE LA LOCURA. Muchos se despiertan con el boletín de noticias aceleradas que, desde hace un año, hace público en su Twitter. Ángel Martín (Barcelona, 1977) se dio a conocer como monologuista y ha sido rostro de programas como La noche con Fuentes y Cía. y Órbita Laika. En Por si las voces vuelven (Planeta) relata su ingreso en un psiquiátrico tras un brote. Aunque su intención es romper el tabú de la enfermedad mental, se muestra contrario a la “épica del estar mal” y defiende que no necesitas tocar fondo para construirte de nuevo.

–En el mundo de la locura, explica, todo tiene una lógica de reloj suizo.

–Si lo ves desde fuera, te cuesta mucho entender cómo se están desarrollando las cosas. Pero para el que está en el “mundo Matrix”, te aseguro que lo que no tiene sentido es el mundo en el que estáis vosotros.

–De hecho, todo encaja tanto que ahí estaban las tramas, en plural... Algunas de ellas, inquietantemente cercanas para todos, como la del espejo.

–Una de las cosas que más me decía la gente sobre el libro era: Me apetece mucho leerlo, pero me da miedo. Y claro... todos tenemos la sensación de estar al borde de cruzar alguna línea en algún momento. Y creo que en lo que llamamos locura, se potencian muchas de la cosas con las que habitualmente uno juega. ¿Quién no ha jugado de pequeño a que lo veía reflejado en el espejo era otro?A veces incluso te parecía que tú mismo cambiabas o algo se movía al fondo... Y esa fue una de las tramas más chungas de las que rondaban por la cabeza, que ese otro yo del espejo iba a usurpar mi lugar. Hay lugares comunes en los que todos jugamos, unos de forma consciente y otros, descontrolada.

–Llegó a dar saltitos en el jardín de su casa para ver si volaba... Pero aun así, quienes lo rodeaban tardaron en darse cuenta de la gravedad del caso.

–No se daban cuenta porque yo no quería que se dieran cuenta. Es imposible detectarlo. Hace falta hacer algo muy llamativo para llamar la atención. A ello súmale que vivimos en un momento en el que todos tenemos a veces dos caras, la que tenemos en nuestra vida privada y la que compartimos por redes. Lo mismo en redes ponemos algo que no tiene nada que ver con la realidad, o disparatado, porque queremos divertirnos o llamar la atención.

–Las redes. Aquí llegamos a los desvaríos en Twitter y en Facebook, que claro... ¿cómo no tomarlos como una boutade?

–Ese mismo día de los desvaríos en redes es cuando se me fue por completo la pinza. Claro, ahí influye mucho lo que hagas: si, digamos, un juez empieza a poner esas cosas lo mismo salta alguna alarma, pero en el mundo del entretenimiento... Puede ser de todo, desde que estás probando un golpe de efecto, que haces algún tipo de demostración –lo que se sugirió–, que has perdido una apuesta...

–Explica que las cosas empezaron a acelerarse al consumir maría de dos activos distintos.

–Pero no creo que fuera el detonante, aunque el consumo de drogas no ayudó a mi cuadro, hay gente que se ha puesto en contacto conmigo, a raíz del libro, describiéndome cuadros muy parecidos sin ellos consumir.

–Aclara que está a favor de la legalización.

–A un familiar muy cercano le detectaron un cáncer y el médico le recetó marihuana, no sé por qué vivir de espaldas a esto, por ejemplo.

"No creo que el consumo de maría fuera el detonante, aunque no contribuyó a mi cuadro"

–Y luego, el bofetón de realidad. ¿Cuál fue la sensación predominante?

–Pues tardas en entender que lo que sucedió fue que te volviste loco. Sales de un lugar y no entiendes por qué todo es tan distinto, no eres consciente de que has perdido por completo el pie, sino que simplemente sabes que el mundo en el que estabas viviendo antes de ir a un hospital ya no está. Los perros no hablan conmigo, la Luna no se acerca, no escucho a las voces, no me puedo mover de frecuencia... Después es cuando empiezas a procesar lo sucedido y asumes que te va a tocar deconstruirte, pero tardas mucho...

–La locura es empecinada, dice

–Es una gran guerrera. Y cuando vuelves al mundo no sabes a qué agarrarte, porque no hay sentimientos, no hay nada. La manera de entenderlo es pensar en la nada. Vacío, blanco. No es comparable con la tristeza, un bajón, el bochorno... todo eso se queda corto.

–Qué mala suerte tuvo con el psicólogo.

–Con el psiquiatra tuve continuidad, pero al psicólogo fui dos veces y no volví. Entiendo que hay profesionales buenos y malos, como en todo. Mi consejo es que, aunque no confíes mucho en tu criterio, apliques el sentido común y, si te hace sentir mal –no porque te haga remover cosas–, porque ves que no te escucha o no hay empatía, busques a otro.

–No es infrecuente escuchar casos de depresión severa, o de ciclotimia, asociados al mundo del humor.

–No creo que tenga mucho que ver, si da esa sensación es porque estamos más acostumbrados a salir a la palestra. Es cierto que nos fabricamos una máscara, pero cualquiera que se encuentre mal lo hace: te fabricas la máscara para seguir funcionando.

–Cosa que costó muchísimo.

–Fue agotador, el esfuerzo que tienes que hacer para salir al escenario después de algo así es titánico, pero era necesidad económica y vital de sentirte útil y de ponerte en marcha. Nada ha sido tan cansado en mi vida como volver a subirme a un escenario después de esto, temblando, con todas las inseguridades del mundo y sintiendo que tu cerebro estaba demasiado lleno de agujeros como para recordar el texto.

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