“El anonimato es una parte muy agradable de este trabajo”
Óscar Barberán | Actor de doblaje
Basta tirar de currículum y oído muy fino para asociar la voz de Óscar Barberán (Barcelona, 1967) a personajes tan famosos del cine como el vaquero Woody, de la saga Toy Story o Neo (Keanu Reeves), de la trilogía Matrix, además de actores tan conocidos como Ben Affleck, Ben Stiller o Don Cheadle, o la televisiva rana de los anuncios de Kellog’s. Tras más de 30 años de profesión, dirige, tiene su propia agencia, Polford, y ha pasado por Huelva como Tadeo Jones con el Ciclo Naturgy de Cine Itinerante.
–El actor de doblaje es anónimo a medias, ¿no?
–Permanece siempre en el anonimato, a no ser que le den un papel como el de Tadeo, o asista a charlas o ferias especializadas. El anonimato es una parte muy agradable de esto. Mis vecinos no saben ni quién soy ni en qué trabajo. No te reconocen, y así vives tranquilo. En mi caso, además, tengo una voz de las que llamamos blancas, de las más dúctiles y menos reconocibles, aunque, a pesar de todo, a veces me dicen que les suena mi voz.
–Le habrá pasado de todo al reconocerla.
–Cuando yo empezaba, las voces de aquella época eran de grandísimos actores de doblaje, como Rogelio Hernández, que era la de Paul Newman. Alguna vez, en los estudios, sentado de espaldas a la puerta, oía un “buenas tardes” con una voz maravillosa y me decía: “¡Acabo de escuchar entrar a Paul Newman!”. Era magia.
–También será mágico para los niños escucharle como Woody o Tadeo Jones.
–Los personajes de animación son pura magia para ellos. Hay amigos que me llaman y me dicen que tienen problemas con el niño, que no come, y les grabo un archivo de sonido: “¡Hola, soy Woody, tu vaquero favorito, y me han dicho tus papás que no comes!”. Es fantástico. Ya lo he hecho unas cuantas veces.
–¿Y funciona?
–Sí, sí que funciona. El problema es que vienen luego los demás niños de la clase queriendo que Woody les grabe audios.
–Lo de dar voz a Neo en Matrix sería una experiencia.
–Además, por lo que representaba la película en sí. Cuando haces un doblaje, no estás viendo la película entera, sólo los trozos en los que tu personaje habla, para optimizar el tiempo. Yo la iba viendo a trozos y me quedaba a ver los que doblaban otros compañeros para saber realmente qué pasaba, porque era una superpelícula y era muy complicada. Otras veces, por cuestiones de confidencialidad, no te dejan verla entera. Incluso en la segunda y tercera parte de Matrix doblábamos con una ventanita en la que sólo se veía la cabeza del personaje pero no lo que pasaba en la escena, para evitar la piratería.
–No siempre sería así.
–En los buenos tiempos, el director de doblaje elegía al reparto y a veces nos reuníamos en un pase privado para ver la película, saber bien de qué iba y decidir quién hacía uno y otro papel. Al verla entera tenías mucho más claro en qué consistía tu trabajo. Si no, llegas a un estudio en el que un director te cuenta un poco sobre tu personaje y te vas encontrando el texto sin haberla visionado antes. Y, encima, rápido porque la estrenan en una semana. No se hace lo bien que nos gustaría. Y las series de televisión, ya ni te cuento. Como son estrenos a nivel mundial, se doblan sobre la marcha y a una velocidad tremenda, y por eso la calidad se resiente bastante.
–El doblaje en España tuvo siempre prestigio.
–Dicho por los propios directores de cine, como Woody Allen, que entiende perfectamente que no se subtitulen sus películas. En España, por lo menos unos años atrás, se hacía el mejor doblaje. Había también una competencia interna muy sana entre Barcelona y Madrid que ayudó mucho.
–Y hay batacazos legendarios, como El resplandor.
–Eso demuestra que hacer bien un doblaje cuesta mucho. No tienes por qué darte cuenta de que una película está doblada. Aquella fue un auténtico desastre. Se demostró que el doblaje es interpretación pero también una técnica aparte.
–¿La radio fue la gran cantera de actores?
–Cuando yo entré en esto venía de la radio, como la mayoría de la gente. Tuve el placer de intervenir en la última radionovela que hizo Radio Barcelona en el año ochenta y pocos. Los radioteatros eran una escuela maravillosa para el doblaje. Pero ya la gente ni pasa por radio ni por interpretación ni nada, y se apunta a escuelas de doblaje que, en muchos casos están muy bien, pero en otros no van a aprender nunca nada. Y como nuestra profesión no está reglada de ninguna manera, ¿cómo lo haces?
–¿La demanda de las series ha llevado a esa situación?
–Ha aumentado mucho más la producción y los niveles de calidad han disminuido porque es inevitable, al trabajar corriendo, que no quede el resultado igual de bien. El problema es que en estas series de televisión van tan rápido ’que lo hacen de cualquier manera, pero el oído humano es maravilloso y se acostumbra a todo, incluso a voces que no se corresponden para nada con la imagen del actor que estás viendo, y la gente se lo cree a fuerza de escuchar.
–Ahora ha estado de gira con Tadeo Jones y un ciclo de la Academia de Cine.
–Hay que agradecer la labor que están haciendo de acercar el cine a pequeñas poblaciones de manera simbólica para reivindicar esto. El ciclo éste es un acierto brutal de la Academia. En Cartaya se quedaron sin sillas, lo petaron. Les dije allí que deberían hacer un ciclo cada año como los cines de verano de toda la vida, llevando las sillas de casa para hacer los pases en la plaza del pueblo. Se tendría que recuperar para no perder la magia del espacio abierto, del público, de compartir.
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