Javier Bustamante: "Doñana está en la UCI"

El vicedirector de la ICTS de Doñana, Javier Bustamante.
El vicedirector de la ICTS de Doñana, Javier Bustamante. / Juan Carlos Muñoz
Miguel Lasida

29 de agosto 2024 - 05:59

Hace 28 años llegó a Doñana Javier Bustamante (Madrid, 1963) y, desde entonces, ha visto mucho llover... o no tanto. Biólogo y ornitólogo, ha estudiado como pocos al cernícalo primilla, una especie que pierde población al ritmo que decrece su hábitat. Aparte de la investigación, responde como vicedirector de la Infraestructura Científico-Tecnológica Singular Reserva Biológica de Doñana y no es particularmente optimista al ser preguntado por el parque: las políticas de conservación carecen de políticas de evaluación. "La Junta no está invirtiendo en monitorizar Doñana, lo cual hace pensar que realmente no le importa mucho", señala Bustamante.

–¿Estamos en un periodo de masiva extinción de especies en el planeta, tal como señalan los estudios?

–En efecto. A lo largo de la evolución, las especies aparecen y desaparecen, pero la velocidad a la que desaparecen ahora es crítica.

–¿Hemos decidido que el lince no se extinga?

–En parte sí. Hay especies que son emblemáticas, que tienen una influencia en la población que hace que se invierta mucho para evitar la extinción. Hay especies que pueden considerarse paraguas, porque al protegerlas protegemos todo un ecosistema, un conjunto de especies a su alrededor. No es que el lince sea más importante que otras, pero sí es cierto que el lince puede ser un emblema para proteger un medio, un ecosistema, y todas las especies asociadas. Sería más difícil si uno quisiera evitar la extinción de una chinche, de un mosquito o una garrapata, que posiblemente no despertaran mucho interés público.

–Miguel Delibes de Castro comparó una vez a Doñana con el Museo del Prado. Su mantenimiento, vino a decir, es una especie de lujo permitida por una sociedad que muestra apego a su patrimonio. ¿Es Doñana un lujo?

–No lo creo, como tampoco creo que lo sean el Museo del Prado o el Hermitage. Pero yo iría más allá. Aunque fuera muy triste, podríamos vivir sin el Museo del Prado, su desaparición no sería negativa para la supervivencia de nuestra especie. Pero no estoy tan seguro en el caso de la desaparición de Doñana o, en general, de los ecosistemas. Nos va la vida como especie mantener habitable el planeta.

–Lleva casi treinta años trabajando en Doñana. ¿Cómo ha cambiado en este tiempo?

–Doñana es un ecosistema muy cambiante. Es el delta de la desembocadura del Guadalquivir y, como todo medio deltaico, es muy dinámico desde la escala humana. Soy consciente de los cambios de Doñana desde que llegué. Hay zonas que eran matorrales y ahora son árboles y las marismas se inundan menos ahora.

–¿Son irreversibles esos cambios?

–Ningún cambio es irreversible. Los ecosistemas deltaicos se mueven en un equilibrio entre la tierra y el mar. La erosión de los ríos hace que los ecosistemas tiendan a envejecer, pues se aportan sedimentos que van colmatando, pero al mismo tiempo la subida del nivel del mar hace que los ecosistemas rejuvenezcan y vuelvan a un punto de partida. Doñana está en esa dinámica. Es cierto que algunos cambios pueden ser irreversibles si mantenemos el uso que hacemos en el entorno; por ejemplo, si seguimos extrayendo agua subterránea a la misma velocidad, los ecosistemas de Doñana no se van a recuperar nunca. Si dejáramos de explotar esa agua, Doñana se recuperaría.

–¿Doñana está sano, enfermo o moribundo?

–Yo diría que en la UCI. Es un ecosistema asediado por los usos del entorno. Hay la idea de que se puede conservar Doñana haciendo cosas en Doñana y, en realidad, hay que hacer las cosas en un entorno mucho más amplio. Por ejemplo, si hay un uso excesivo de pesticidas, insecticidas y herbicidas en el entorno agrícola, esos productos acaban llegando a las aguas subterráneas y superficiales de Doñana, cosa que han corroborado artículos recientes.

–¿Cómo se está cumpliendo la ley que obligó a regenerar los cauces que suministraban de agua al parque y que dejaron de hacerlo hace décadas?

–Son proyectos que no son fáciles ni baratos. Son zonas que se han alterado mucho. La recuperación del estado natural, la regeneración, tiene unas implicaciones profundas, porque afectan a terrenos privados que habría que expropiar y eso supondría un coste económico importante y, en su caso, un coste político para quien lo hiciera. La regeneración del caño de Guadiamar se detuvo. Ahora se ha vuelto a plantear y el Ministerio de Transición Ecológica tiene la intención de llevarlo a cabo.

–¿Y el Brazo de la Torre?

–Tiene complicaciones distintas y, aunque se está estudiando, no está claro que vaya a abordarse su regeneración.

–Eran cauces que nutrían Doñana, ¿no?

–Sí, eran cauces del sistema deltaico del Guadalquivir, pero hay que tener en cuenta que son cauces que en algunos casos llevan alterados de un modo profundo desde los últimos dos siglos y que vienen alterados desde casi la época romana. El Guadalquivir ha visto alterado sus cauces de modo artificial desde entonces.

–¿Los últimos pactos políticos hacen más viable que Doñana vuelva a ser una reserva de pata negra?

–Es bueno que las administraciones estén de acuerdo. Otra cosa es que las decisiones y las medidas que se tomen funcionen realmente. El hecho es que, para algunos políticos, lo importante es que salgan en la prensa los millones que se destinan para conservar Doñana aunque luego se ponga poco énfasis en comprobar si esas medidas y ese dinero realmente tienen un efecto positivo. 

–Se está refiriendo al control, a la evaluación, ¿no?

–Me parece fundamental que las acciones se planteen con unos objetivos de conservación pero que se evalúe si se logran. El hecho de poner dinero y de manifestar que hay un objetivo de conservar Doñana no quiere decir que vaya a funcionar. Hay medidas que pueden estar muy bien intencionadas pero tener luego unos efectos inesperados.

–Y después de medio año del acuerdo entre el Gobierno central y la Junta, ¿cómo va la evaluación?

–No sabría decirle. Por ahora estamos en esa fase de los anuncios de las medidas, de los dineros y de las manifestaciones de las dos administraciones en favor de Doñana, pero en la práctica no veo acciones realmente de conservación que estén en marcha. Yo resaltaría que no se está invirtiendo en la monitorización de las medidas anunciadas. La monitorización que se hace en Doñana sobre la biodiversidad la hace la Estación Biológica de Doñana, que no es la responsable de hacerlo; las competencias las tiene la Junta de Andalucía. Y la Junta no está invirtiendo en monitorizar Doñana, lo cual hace pensar que realmente no le importa mucho.

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