El parqué
Caídas ligeras
Sergio García | Dibujante
Sergio García (Guadix, 1967) colabora con la publicación literaria del The New York Times, Book Review, revisitando clásicos de la literatura. Así, reinterpreta a Alicia, La Bella Durmiente, Pinocho o la lucha entra Ahab y Moby Dick. El Centro José Guerrero acogió Viñetas desbordadas, una propuesta en la que junto al también dibujante Max, reveló en las paredes del museo su imágenes sobre un día en la gran ciudad. Rompe con la rigidez del cómic para adentrarse, a través de un trazo propio, en el análisis literario.
–Dibujante e historietista. ¿Qué diferencia hay?
–Es la parte y el todo. El dibujo lo es todo.
–¿Y usted qué es?
–Dibujante. Y profesor de universidad. En una parte de la cabeza está el lado universitario y en la otra el dibujante. Somos personal docente e investigador.Tenemos que investigar y una de las cosas por las que llevamos muchísimos años peleando es que se considere el dibujo como forma de investigación y además investigar a través del dibujo.
–El dibujo, como objeto de investigación, tiene un camino muy estrecho, el que marca...
–Las revistas científicas indexadas... Bueno, llevamos peleando mucho tiempo contra eso. Siempre he intentado demostrar que lo que hago no es cómic o ilustración, me dedico a experimentar con el lenguaje.
–En las redes sociales le recuerdan que hace años dijo que el cómic no es arte y no puede ser expuesto en un museo...
–En clase lo que digo es que los originales de cómic no son para poner en un museo. Lo que hicimos Max y yo para el José Guerrero no tiene nada que ver con eso, es una producción para el Centro y las paredes lo que hacen es acoger el dibujo como si fueran páginas.Tiene todo el sentido. El sitio donde se comprenden en toda su amplitud es en la arquitectura del propio museo.
–Paredes que son lienzos, como en el arte rupestre...
–Mi pieza está inspirada en una cueva y luego evolucionó a una tumba egipcia, en la de Tutmosis III. La disposición de los dibujos en la sala, con cuatro vanos, es parecida a la de esa tumba.Al igual que la división en doce horas. Hay muchas formas de referenciar el dibujo de cómic. En mi caso se bebe de lo que había antes del siglo XIX, pinturas rupestres, arte egipcio o una iglesia románica...
–O lo dibujado sobre la piel...
–Efectivamente, como los trabajos de El cuerpo del delito o Caperucita Roja. Son contenedores de historias, es una de mis líneas de investigación.
–¿Qué es un rectángulo?
–Para ¡Beatos, Mecachis y Percebes!, de la Biblioteca Nacional, me pidieron un artículo científico para el catálogo. Les pedí permiso para hacer un dibujo, Ortogonal. Cuando el hombre deja de ser nómada, tiene la necesidad de construir un habitáculo en el que vivir de forma permanente. La forma constructiva que mejor funciona es la ortogonal Surge la ventana, y la ventana sirve para encuadrar la visión. Conceptualmente el hombre se ha acostumbrado a acotar el espacio.
–Los muros. Paco Roca dice que son más flexibles que el papel.
–Son más adaptativos. En una página de cómic se trabaja en un formato estandarizado. Incluso cuando hay otro tipo de formatos, como los desplegables, son siempre múltiplos de una unidad básica. En el caso de trabajar con una arquitectura, con cada pared de un formato distinto, te permite adaptar la narración de una forma más flexible. El efecto es distinto. Llevo toda mi vida dibujando en papel. Cuando lees un libro focalizas sobre un espacio muy reducido. Con el hecho de ver en una sala, la sensorialidad es distinta. Estás envuelto en un dibujo. Es un efecto matricial, similar al que debía sentir quien entraba en una tumba egipcia.
–Obliga al espectador a acercarse mucho a ese muro...
–Con el tema del horror vacui lo suelo llenar todo. Casi siempre trabajo sin palabras. Soy un talibán del dibujo porque realmente es una forma de comunicación, y también de pensamiento y de conocimiento.
–El dibujo es transversal, y también todoterreno.
–Si es una forma de conocimiento, es transversal. Interfiere en arquitectura, los médicos usan el dibujo, los ingenieros... El dibujo lo invade todo... la señalética, la tipografía. Si no hubiera sido por los puñeteros fenicios que inventaron el alfabeto, seguiríamos siendo los reyes en la comunicación.
–En otras culturas existen ideogramas. Los fenicios no lo hicieron tan mal...
–Claro, era muy complicado. El que dibujaba era el que podía contar cosas.
–¿Por qué todo en blanco y negro?
–Creo que la máxima expresión del dibujo es el blanco y negro. Ese contraste está en el grabado, en la fotografía... tiene algo en cuanto al uso de la luz que es especial. Te permite definir muy bien. Soy muy dibujante de la vieja escuela, aunque trabaje con nuevas tecnologías.
–Parece que trabaja a lápiz y no hay ni uno encima de la mesa. No lo usa.
–No. Mi lápiz es éste (muestra un Apple Pencil).
–En un dibujo es capaz de exprimir toda una historia. Pero si yo digo Pinocho, en una palabra también referencio todo un relato. ¿Hace trampa?
–Forma parte del juego que el New York Times me propone. Yo hago estas piezas y juego con el conocimiento del lector. La gente ha leído Alicia, lo conoce. Pero ¿y si no lo conoce? Eso es Viñetas desbordadas, es lo mismo, pero sin ningún previo.
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