"Una sonrisa te lleva al fin del mundo"

Rafa Posadas | Periodista

El periodista Rafa Posadas, en Nueva York. / M. G.
Juan de la Huerga

08 de septiembre 2024 - 06:30

CON LA TELEVISIÓN ENTRE CEJA Y CEJA. Goleador nato de fútbol sala de nene e inquieto de joven para sacarse unos cuartos (hostelería, banca...), Rafa Posadas (Córdoba, 1987) estudió Periodismo en Sevilla para ser reportero televisivo. Ha cumplido con creces: echó los dientes en la local Giralda TV, pasó por Informativos Telecinco, Andalucía Directo y España Directo (TVE). Hoy curra en Andaluces por el Mundo, programa que compagina en Canal Sur con De tal astilla, tal palo.

–¿De dónde le viene ese amor por la tele?

–De chico veía con mi padre Crónicas marcianas y se divertían mucho. Yo quería trabajar ahí, disfrutando, bailando, riendo.

–¿Tiene pesadillas diarias con el share?

–No, pero sí marca a menudo nuestro trabajo y nuestra vida. El share no te puede obsesionar pero tienes que estar pendiente.

–La tele engorda, pero a usted lo veo más alto que en persona...

–Me dicen que me rejuvenece. Tampoco soy yo muy alto, ¿eh? 1,72.

–Su padre no quería que fuera solo ni a la vuelta de la esquina y ahora viaja por todo el mundo...

–Siempre ha sido muy protector, no me dejaba ir ni a las excursiones. Encima los aviones no le gustan nada.

–¿Qué cualidades debe tener un buen reportero?

–Ser uno mismo delante de la cámara, al principio impone. Cada uno tiene su sello y hay que disfrutar porque el espectador lo percibe. Es fundamental ser empático y cercano con la gente que entrevista.

–¿Cuándo vamos a dejar de avergonzarnos los periodistas andaluces de impostar nuestro acento?

–En los informativos de Telecinco me pedían un acento neutro; en España Directo querían mi toque andaluz y lógicamente en Canal Sur hablo tal cual. Me gusta que en la tele nos diferenciemos por nuestros acentos, es lo que hace que España tenga encanto y riqueza.

–Le pagan por viajar en esta época de turismofobia. ¿No se siente un poquito a contracorriente?

–Soy un privilegiado. Andaluces por el mundo, que cumple 18 años, es un regalo por algo bueno que habré hecho en otra vida. Que te paguen por viajar, haciendo lo que te gusta y conociendo sitios donde no habría ido jamás… Todos los trabajos tienen un pero y éste no.

–Viaja una semana y monta un reportaje de un cuarto de hora. ¿Cuándo trabaja...?

–De hora y cuarto, oiga. Cuando viajamos echamos 12 horas grabando, pero al acabar no es lo mismo tomarte una cerveza en Camas, que tiene su encanto, que en Costa Rica. El corte lo ventilamos en una semana. El mejor trabajo del mundo.

–¿Cuándo vamos a acabar con el tópico de que como en Andalucía no se vive en ningún sitio?

–No, es real como la vida misma: por la gastronomía, el clima, la gente... Estuve este verano en Nueva York, pero hay una humedad altísima, las calles están sucias que si aquí estuvieran así, la gente se echaría las manos a la cabeza, es muy impersonal… ¿La ciudad de los sueños? Ésa es Cádiz, Córdoba, Sevilla… Como en Andalucía no se vive en ningún lado.

–Una ciudad para vivir. Y no diga una de España.

–Para divertirte, Nueva Orleans, con música callejera a todas horas, la gente simpatiquísima, fiestas, el barrio francés, un paseo por el Mississippi...; para ganar pasta, Abu Dhabi; para descansar, en Santa Teresa y Montezuma, las playas del Pacífico de Costa Rica, te levantas escuchando a los monos, navegas y ves ballenas, todos vives a un ritmo menor. Allí nadie echa de menos nada, nadie quería volver.

Joaquín es lo que vemos; en casa de Lopera al minuto no valía el guión y lo que ocurría era mucho mejor”

–¿En qué directo estaba deseando que se lo tragara la tierra?

–En las elecciones andaluzas de 2015. Podemos consiguió 15 escaños y esa noche entré varias veces en directo desde la sede. Conforme pasaban las horas, allí olía a porro que daba gusto. Todos los reporteros nos mirábamos pensando: "Vaya colocón vamos a coger aquí". Fue una experiencia. Esa noche dormí como un niño chico...

–En De tal astilla, tal palo los protagonistas son abuelos y nietos. Mayores y niños, una combinación que no falla en Canal Sur...

–Y pocos programas hay para homenajear a nuestros mayores. Estoy muy orgulloso de que Canal Sur y ADM hayan apostado por un formato en el que el único propósito es hacer realidad los sueños que les han quedado por cumplir. Ellos no han tenido las oportunidades de nosotros y, a veces, tienen ilusiones tan sencillas como pisar la playa, montarse en globo o hacer el Camino de Santiago. No hay mayor satisfacción. Eso va mucho más allá del share.

–¿Le quedan abuelos?

–Mis dos abuelas: Pepita y Araceli. La primera tiene 92 años y es mi mayor fan, la única persona que ha visto todas mis apariciones en la tele desde que empecé. Una curiosidad: mi abuela Araceli y mi madre se quedaron embarazadas a la vez y yo soy 16 días mayor que mi tía.

–¿Quién quiere ser de mayor: Matías Prats, Jorge Javier Vázquez o Mercedes Milá?

–Sin duda, Matías Prats.

–Codirigió el documental La penúltima y me voy del futbolista Joaquín. ¿Las tomas falsas eran cuando decía las cosas en serio?

–Joaquín es lo que vemos. Todo se lo toma a guasa, es divertido. La formalidad no está entre sus virtudes. El guión con él no servía, pero la realidad lo superaba siempre. Cuando fuimos a casa de Lopera, al minuto el guión no valía para nada y todo lo que ocurría era muchísimo mejor. Le dije a Lopera que cuando entrara Joaquín lo saludara y en cuanto llegó le preguntó si venía a renovar...

–Dicen que Roberto Leal le envidia la sonrisa. ¡No será para tanto! ¿O sí?

–No creo, no creo, la suya es muy bonita. La sonrisa es importantísima en la tele, la gente necesita que contagiemos positivismo y energía porque bastante disgustos hay ya. Me encanta que Roberto sonría y yo intento lo mismo. Con una sonrisa se llega al fin del mundo.

–Como buen cordobés se llama Rafael y de propina se apellida Posadas, pero es más trianero que los Morancos. ¿No teme que aparezcan carteles con su cara en un diana en la plaza de las Tendillas?

–A veces lo he temido... Tengo amigos cordobeses que me dan mucha caña por haberme sevillanizado, pero la guerra está perdida: mi niña le dice chícharos a las judías y chaleco al jersey; mi niño nació en Sevilla; desde hace siete años, cuando mi mujer se quedó embarazada de Lola, salgo detrás del paso de la Esperanza de Triana; y me he hecho socio del club Mercantil, así que tengo hasta caseta en la Feria.

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