Vox, la amenaza del PP
Las claves
Santiago Abascal tiene diseñado el plan que puede llevar a su partido al Parlamento con un modelo simple: seguir el ejemplo de Podemos y Ciudadanos hace cuatro años
Hace un mes, Pablo Casado no habría pestañeado si alguien le hubiera preguntado si temía una fuga de votos a Vox. Hoy, tras el éxito logrado en el mitin celebrado hace dos semanas en el ruedo cubierto de Vistalegre, feudo de Podemos, nadie en la sede de la calle Génova se atreve a hacer comentarios despectivos hacia el partido que intenta captar votos a la derecha del PP. La razón es sencilla: Casado tiene tirón, entusiasma a los suyos… pero es el único que provoca ese entusiasmo. No ha acertado con la elección de su equipo, apenas dos o tres personas de ese equipo causan admiración y son bien conocidos por la militancia. Además, mal que le pese al presidente del PP, desprenderse de figuras que eran referentes del partido, símbolos del partido, está teniendo un coste que solo no ven los que no lo quieren ver.
Ese desencanto que ha seguido al entusiasmo inicial, el que provocó el discurso que pronunció en el congreso del partido, es mayor de lo que Casado cree, y explica que Vox se haya convertido en una amenaza para el PP. Cosa que niegan oficialmente en Génova, aunque cualquiera que viva en Madrid lo advierte a nada que inicie una conversación política. De momento, eso solo ocurre en Madrid, Vox apenas tiene presencia en el resto de España; pero su líder, Santiago Abascal, tiene diseñado el plan que le puede convertir en partido parlamentario. Y no partido menor. Su modelo es simple: seguir el ejemplo de lo que hicieron Podemos y Ciudadanos hace cuatro años.
Vayamos por partes.
Historia de un partido a tener en cuenta
Vox nació como una plataforma en torno a Alejo Vidal Quadras, un catalán que puso al PP en la mejor de las posiciones en Cataluña, y que no ocultó su decepción al entregar Aznar su cabeza a Jordi Pujol, a cambio de que CiU apoyara al Gobierno de Aznar. En 2014, cuando un grupo de desencantados del PP decidieron crear un partido, Vox, Vidal Quadras se sumó a él. Se presentaron a las elecciones europeas, donde no consiguieron escaño, y Vidal Quadras se desvinculó entonces formalmente del partido, que eligió como presidente a Santiago Abascal, hijo de un dirigente histórico del PP en Álava, que incluso fue diputado. Un hombre carismático, luchador implacable contra ETA, y que falleció cuando había anunciado ya que se sumaba al proyecto liderado por su hijo.
Todos los intentos de Vox por hacerse con un cargo electo han sido vanos. Ni eurodiputados, ni diputados, las elecciones nunca le fueron bien. Su discurso tampoco atraía a la gente conservadora, era excesivamente de radical. No a la España de las autonomías, no al derecho al aborto, no a la acogida de refugiados e inmigrantes, y toda una serie de puntos que en principio formaban parte del carnet de identidad del PP, de ahí que Vox no encontrara excesivo eco para sus propuestas … Hasta que el independentismo catalán fue utilizado por el ala más derechizada del Partido Popular para arremeter contra Rajoy por su supuesta tibieza ante los independentistas y el retraso en propulsar el artículo 155 en Cataluña.
La moción de censura, la pérdida del Gobierno y el apartamiento de algunas de las figuras más emblemáticas del PP provocaron una desazón e inquietud generalizada en el ala más tradicional del partido, que miró entonces hacia quienes proponían todo aquello que echaban en falta en el PP de Rajoy. Paradójicamente tendrían que sentirse satisfechos con la llegada de Pablo Casado, un hombre que defendía con absoluta convicción las políticas más conservadoras… pero el gancho de Casado no fue suficiente para mantener a la militancia: tras unas semanas iniciales en las que se produjeron altas de militancia que Génova recibió con entusiasmo, no solo se pararon esas nuevas incorporaciones sino que empezó a producirse un cierto giro hacia Vox, con un Abascal muy activo, con Ortega Lara como figura incuestionable, y un grupo de periodistas influyentes absolutamente convencidos de que estaban obligados a impulsar un partido que, creían sinceramente, defendía mejor que el PP las esencias de la derecha tradicional.
Abascal aprovechó esas semanas de desconcierto para preparar un golpe de efecto: el acto de Vistalegre, multitudinario y que marcó un hito. Las preguntas sobre la financiación de ese partido fueron respondidas con contundencia: todo se financiaba con las cuotas de los afiliados, incluidos los 90.000 euros que costó Vistalegre. Fueron los socialistas los que dieron la voz de alerta: un acto similar organizado por Zapatero había costado 600.000, con menos participantes. Vox ni se molestó en contestar. Su estrategia está perfectamente decidida y saben que da buenos resultados: la siguieron antes Podemos y Ciudadanos.
La fuerza de Vox está en Madrid casi en exclusividad, pero Abascal tiene previsto lanzarse a la conquista de Valencia, donde el PP ha perdido peso y hay gente que quiere votar a una derecha que desaloje a PSOEy Podemos del poder. Quiere también presentarse en las elecciones andaluzas, más que nada para tener presencia, lo que es fundamental en un partido que, según todos los sondeos, empieza a ser visible y crece aunque hasta hace pocos meses nadie le daba la menor relevancia. Y la clave son las elecciones europeas de mayo.
El modelo: Iglesias y Rivera
¿Por qué? Porque los partidos presentan una lista única, y si hay terreno abonado –y Abascal lo va a abonar bien de aquí a mayo– entre los votos de algunas grandes capitales, y los pocos que arañe donde Vox tenga menos presencia, esa lista podría conseguir algún escaño en el Parlamento Europeo, sobre todo si la lista la encabeza Santiago Abascal, seguido de algunos de los colaboradores que cuentan con más aceptación popular.
Y, con escaños en el Parlamento Europeo, llega la incorporación a uno de los grupos de la Eurocámara, probablemente los crecientes de la ultraderecha, que están avanzando a toda velocidad en la UE. Y formar parte de un grupo influyente en el Parlamento significa presencia internacional y por tanto también nacional, más financiación, más participación en foros que potencian las figuras políticas … el camino que iniciaron Podemos y Ciudadanos, y que les ha dado tantos frutos. En la sede del PP hacen como que no se inmutan, piensan que lo mejor es no dar relevancia al adversario para intentar silenciarlo. Pero incluso los expertos en sociología que trabajan para Casado confiesan a los periodistas que Vox se mueve y se mueve bien, y que capta votos del PP y de abstencionistas habituales que, al fin, han encontrado un partido que representa lo que ellos buscaban desde hace años: derecha pura y dura. Aunque a los dirigentes de Vox no les gustan esos calificativos, prefieren decir derecha tradicional, de valores, que piense más en los intereses de los españoles que en defender lo que se considera “políticamente correcto”.
A Pablo Casado, aunque no lo reconozca, le está surgiendo un problema muy serio por el flanco derecho.
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