Las Claves
Pilar Cernuda
La corrupción acecha a La Moncloa
La renuncia a los derechos dinásticos para cederlos en vida al heredero, lejos de ser una práctica extraña, ha sido algo habitual para los monarcas o jefes de la Casa Real española, muy especialmente desde la llegada de la dinastía borbónica a la Piel de Toro. En este sentido, don Juan Carlos sólo es un eslabón más de una cadena que se remonta, si sólo hablamos de las edades Moderna y Contemporánea, al emperador Carlos V.
Ya sea por enfermedad, agotamiento, política o, simplemente, "real gana", monarcas o jefes de la Casa Real española como Carlos V (I de España), Felipe V, Carlos IV, Isabel II, Alfonso XIII y don Juan de Borbón decidieron no seguir disfrutando de sus derechos para cederlos graciosamente a sus herederos, pese a que alguno tuvo que volver posteriormente al trono.
Es el caso, de hecho, del primer Rey español de la casa de Borbón, el melancólico Felipe V, quien en 1724 decidió abdicar en su hijo Luis I, un adolescente de apenas 17 años, y retirarse al Palacio Real de la Granja de San Ildefonso a esperar plácidamente el final de sus días. Sin embargo, a quien visitó primero la muerte en forma de viruela, apenas ocho meses después, fue al propio Luis I. Felipe V tuvo que volver al trono no sin que antes se produjese un intenso e interesante debate sobre si un monarca podía volver a la condición de Rey después de haberla abandonado mediante la abdicación. Como solía pasar, y pese a la oposición de los correosos jesuitas, el Rey consiguió su propósito.
El primer representante de la dinastía anterior a los Borbones, los Habsburgo (vulgo Austrias), el César Carlos, también optó por la abdicación en su hijo Felipe II y su hermano Fernando al no poder ya con los destinos de un vasto imperio que se había hecho demasiado grande para los medios técnicos del siglo XVI y que acumulaba problemas irresolubles como la ya asentada Reforma protestante. Sin embargo, todos los Habsburgo hispánicos que le sucedieron en el trono de España (Felipe II, Felipe III, Felipe IV y Carlos II) optaron por morir en la cama como reyes. Por cierto, que Carlos V, al igual que Felipe V, también optó por la retirada vida en el campo una vez consumada la abdicación. En concreto, pasó sus últimos días viviendo con sólo 50 criados (una nimiedad para la medida de la época) y dedicado a los placeres campestres y piadosos.
Por contra, las abdicaciones de la gran mayoría de los Borbones (una dinastía con algo de trágico, sobre todo en los dos últimos siglos) fueron mucho más amargas. Carlos IV cedió los derechos a su hijo Fernando VII, quien no paró de conspirar contra él para lograrlo y, tras una carambola de abdicaciones provocada por la invasión napoleónica (Carlos IV-Fernando VII-Carlos IV otra vez-Napoleón Bonaparte-José I-Fernando VII otra vez), murió amargado en el Palacio Borghese de Roma.
También exiliada, pero en París, murió la reina Isabel II, quien tuvo que abdicar en su hijo Alfonso XII tras La Gloriosa. Por cierto que éste fue el último Rey de España que murió como tal en su cama, porque el resto, Alfonso XIII y don Juan de Borbón optaron por la abdicación en sus descendientes, al igual que lo ha hecho ahora Juan Carlos I.
También hay que recordar que hubo un Rey que no abdicó en nadie y que sencillamente se fue para nunca volver: Amadeo I de Saboya, el llamado Rey Caballero, quien tras tres años de reinado (1870-1873) llegó a la conclusión de que España era un país ingobernable y se volvió a su Turín natal previa parada en Lisboa.
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