Los problemas de verdad de la España de 2025

Dietario de España

Resolver el encaje de la migración en relación con el futuro económico, los prejuicios y la manipulación son alguno de los retos planteados para el año que comienza

Rescate de 59 inmigrantes de un cayuco en El Hierro
Rescate de 59 inmigrantes de un cayuco en El Hierro / Gelmert Finol / Efe

05 de enero 2025 - 02:48

Uno de los jeroglíficos que estamos obligados a resolver en nuestro país combina áreas críticas: economía, empleo, pensiones, estado de bienestar, migraciones, prejuicios y cálculo político. Podemos seguir enredándonos cuanto tiempo queramos en temas de menor cuantía pero ese desafío seguirá ocupando la habitación mientras no se afronte con éxito. Incluso una vez encajado dentro de las soluciones y decisiones que puede arbitrar un Estado democrático, el asunto seguirá vivo, evolucionando y presentando nuevos retos. España no es nada original en eso. Casi todos los países del mundo se enfrentan a un jeroglífico semejante. Lo que cambia el ángulo y acelera las urgencias son las condiciones específicas de cada nación.

De Irlanda a Níger

No es el mismo asunto para los países fronterizos que para los que no lo son, ni para naciones que tienen un PIB elevado que para los que lo tienen bajo, ni para aquellas con tasas altas de natalidad entre los países de Occidente (Irlanda, Chipre o Francia) que para países como España con una tasa de natalidad ínfima: la peor tasa de fecundidad del mundo solo por detrás de Corea del Sur y China. Y es un problema bien diferente para naciones subdesarrolladas (la mayoría, estados fallidos) como Níger, Angola o Malí, que es donde más niños nacen en todo el planeta pero donde, a la vez, se acumula el mayor número de desastres por metro cuadrado en todo el globo.

En las sociedades desarrolladas, algunas de las causas (inestabilidad laboral, pérdida de poder adquisitivo, escasas políticas de conciliación, el coste de la vida, etc.) están tan contadas como las consecuencias: riesgo importante para el sostenimiento de las pensiones, escasez de mano de obra, envejecimiento o la soledad, que algunos expertos califican como “la enfermedad del siglo XXI”. Aun así, la población en general parece observar estos datos y su evolución a modo de inventario. Es como si de manera natural y despreocupada se hubieran disociado las causas y las posibles soluciones de las decisiones que han de tomar nuestros representantes políticos, que necesitan además de cierta cordura social para poder acometerlas. No hay reto mayor planteado, porque de cómo se resuelva dependerá el futuro. La sanidad, la educación, las prestaciones sociales, la alimentación, las actividades económicas en sectores claves y, en general, todo lo que tiene que ver con nuestro modo de vida. Pues parece que no va con nosotros. Todo lo relativo al encaje de la inmigración sigue siendo utilizado como biomasa partidista.

Los retos de un nuevo tiempo

Como todo Occidente, España afronta transformaciones estructurales que nos examinan cada día como país. El comportamiento de la sociedad está unido al rumbo del país. Las desigualdades y la dificultad de acceso de los recursos, las complicaciones en el mercado de la producción de energías, las consecuencias evidentes del cambio climático, las amenazas geopolíticas, las guerras proteccionistas de aranceles, los escenarios bélicos en los cuatro puntos cardinales, los cambios tecnológicos permanentes y acelerados, las reformas estructurales pendientes, los populismos, el declive de las democracias liberales, las fake news y las guerras culturales, entre otros, han modificado ya los comportamientos sociales, políticos, económicos y culturales de nuestro país. Y van a seguir haciéndolo, imparablemente, por mucho tiempo. Afrontar este nuevo tiempo es responsabilidad de la política y solo es posible hacerlo con políticas transversales, que vayan más allá del corto plazo y con planteamientos holísticos, que cubran el espectro más amplio de lo que es ya un nuevo mundo. El mayor riesgo que afrontamos en este 2025 que ahora descorchamos es que la política siga actuando de espaldas a esta realidad. Y el segundo riesgo es que los ciudadanos no sean conscientes de su papel en este presente-futuro ya inaugurado y vivan ajenos a él. Despreocupados y en sus trincheras ideológicas.

Marroquíes, colombianos, venezolanos

España ha cerrado 2024 con medio millón más de trabajadores que el año anterior y con el desempleo reducido en 25.300 personas más en diciembre. El mercado laboral está ya por encima de los 21,3 millones de cotizantes a la Seguridad Social. En los últimos cuatro años se han creado 2,3 millones de empleos y el paro está en sus cotas más bajas en 17 años, con 2,5 millones de desempleados.

Según datos del Servicio Público de Empleo, con datos de 2023, que son los últimos cerrados y sobre una población de 48,3 millones de personas, el número de extranjeros es de seis millones, un 12,6%. Solo en ese año creció un 10%. La tasa de empleo (es el número de personas ocupadas en un grupo de población, dividido por el total de personas en edad de trabajar y multiplicado por cien) en ese colectivo ha crecido del 49% de 2014 al 57% de 2023. El desempleo ha pasado del 33% al 17% en el mismo periodo. La relación es evidente. Un dato más: la mayoría de trabajadores extranjeros contratados proceden de Marruecos, seguidos de los colombianos y los venezolanos. Los que proceden de la UE son encabezados por rumanos e italianos..

Haciéndonos los sordos

Esos son los números globales, los que muestran una fotografía real, rigurosa y lo suficientemente amplia como para entender la aportación de la mano de obra extranjera al crecimiento y el futuro de nuestro país. Después están los otros números, un zoom de detalle: las 46.000 personas que han llegado a las islas Canarias en 2024 en 692 embarcaciones por la ruta atlántica, un 17% más que el año anterior y la más alta desde que existen registros oficiales. Una foto continua que muestra dos realidades lacerantes: la reiterada imagen de personas abrigadas con mantas en la playas, bebés y mujeres embarazadas que han salido vivos del océano, una devastadora imagen que por repetida pierde fuerza y minutos de telediario; y la otra realidad, tremenda y frustrante: la incapacidad de los partidos para cerrar un acuerdo estable y duradero que resuelva la gestión y la acogida de estas personas.

El pacto cerrado por el Ejecutivo con el gobierno canario para reformar la ley de extranjería incluyendo un reparto obligatorio para todas las comunidades cuando alguna se colapsara por la llegada masiva de migrantes saltó por los aires por el rechazo del PP y Junts. Mientras, Abascal, de Vox, lo impregna todo de odio, falsedades y demagogia: “2.000 ilegales solo en un fin de semana. Y son recibidos con ropa, calzado, teléfono móvil, manutención y alojamiento en hoteles de lujo. Mientras continúa la invasión migratoria hay españoles con necesidades y familias en Valencia que aún siguen incluso sin agua”. Es difícil alcanzar cotas de mayor ignominia, miserabilidad política y humana. Maldita.es recogió hasta más de 500 bulos sobre los migrantes y refugiados el pasado 18 de diciembre, cuando se celebraba el Día Internacional del Migrante. Sobre ese universo de mentiras se construyen las trabas para avanzar.

Lo de Canarias no aguanta más. De tanto cayuco en televisión se ha insensibilizado a la población. Ya son invisibles. Se volvieron paisaje, diría un colombiano. Pero están ahí y requieren que alguien decida resolver el problema. Un problema que forma parte de los desafíos transversales y, a la vez, de las soluciones, que tenemos planteados como país. No escuchar a la vida es un problema; hacerse el sordo es un problema mayor.

Breverías

El patrimonio de la concordia

La presidenta de Extremadura, María Guardiola (PP) ha decidido tragarse la propuesta de de ley de concordia impulsada por Vox, que deroga la ley de memoria histórica y democrática de Extremadura. Dice el equipo de Guardiola, que gobernó con Vox hasta que el partido ultra se salió del Gobierno, que es “esencial no generar crispación, no estar en el oportunismo político por temas tan sensibles”. No se acredita qué crispación ha generado una ley aprobada en 2019 y con un texto claramente conciliador, Pero eso da igual. Solo se trata de aprobar los presupuestos, para lo que necesita a la ultraderecha. Lo curioso es que como dice Borja Semper, el portavoz nacional del PP: “Todo lo que suena a concordia, a entendimiento, me suena extraordinariamente bien”. Es la suerte de patrimonializar la concordia. Pero, a la vez, cualquier cosa que plantea el gobierno de Sánchez es división, sectarismo y bandería; enfrentamiento, frentismo y radicalidad. Las palabras las carga el diablo pero construir un marco y que funcione siempre es un éxito en política. La concordia es mía; la división es tuya. La concordia tiene, por visto, escrituras de propiedad.

A la gresca en el Gobierno

Yolanda Díaz, la vicepresidenta tercera y ministra de Trabajo, ha dicho que su compañero de gabinete Carlos Cuerpo, ministro de Economía, es “casi mala persona” por oponerse a reducir la jornada laboral 30 minutos diarios. Economía dice que reducir la jornada a 37,5 horas semanales es una prioridad del ministro pero recuerdan que la aritmética parlamentaria no avala tal deseo. Díaz, más sanguínea, dice no entender que un ministro socialista se oponga. El Consejo de Ministros lleva tiempo sin ser una balsa de aceite. Lo que llama la atención es la incapacidad que tiene de pactar incluso los disensos. Lo dijo Churchill: los adversarios están enfrente; los enemigos, detrás.

Lalachus, ese saco de boxeo

Si necesita desahogarse, métase con Lalachus, que es gorda, profana, se supone que roja, y sobre todo, mujer. No busque más. Lalachus es perfecta para que usted descargue su bilis sobre ella. Lo tiene todo la muchacha. Es el imán perfecto para mucha gente que la odia por sus kilos de más, por su gracia de menos, porque representa no se sabe qué cosa y porque no es de las suyas. Contra Lalachus se vive mejor. Máxime desde que sacó el torito del Gran Prix nimbado. Leña al mono. Y si tiene problemas, que la muchacha vaya a psicoanalista.

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