“El resto de festivales, que cancelaron todos para el verano, ahora están retomándose”
Antonio Moral, director del Festival de Música y Danza de Granada | Entrevista
El director de la gran cita de Granada con la cultura fue tan optimista como cauteloso a la hora de tomar la decisión sobre la presenta edición del Festival que finalmente arrancará mañana
Granada/–Este año, en marzo, el Festival de Música y Danza lo tenía todo en contra para no celebrarse, incluso centenario de la primera cancelación en 1920.
–Parecía que íbamos a celebrar el aniversario de aquella cancelación por problemas financieros. Yo decía, será posible que un siglo después nos vaya a ocurrir lo mismo? Luego el Festival se canceló los años de la Guerra Civil. Era una situación muy anormal, pero no sólo para el Festival sino para todos nosotros porque ninguno había vivido algo así. Presentamos el Festival el día 4 de marzo en Granada, el 10 en Madrid y el 14 presidente del Gobierno anunció el estado de alarma. Habíamos anunciado todo el plan de venta de entradas, que hubo que posponer hasta dos veces y luego de forma definitiva porque eran momentos en los que no se sabía absolutamente nada. La única información era de lo que estaba ocurriendo no de lo que podía suceder.
–¿Cuándo pensó que efectivamente se podría celebrar?
–Siempre decía que teníamos hasta cuatro escenarios: el A, tal cual se había presentado, que era prácticamente imposible; luego el B1 y B2, con cambios; el C, pasarlo a septiembre; y el D, no poder celebrarlo. Eso fue así hasta el 28 de abril cuando el presidente anunció las medidas de desescalada que luego corroboró el día 2 de mayo en conferencia de prensa: ahí dio datos concretos y dijo que en la tercera fase íbamos a poder tener un 50% de los aforos al aire libre y hasta un máximo de 800 personas. Ahí vi la luz. Pensé: “Vaya, al presidente del Gobierno sólo le ha faltado decir, y en Granada que tienen esto...”.
–El texto del Año Beethoven reconoce que al principio de la pandemia “hubo semanas de enorme presión y gran incertidumbre”. Fue el único de los directores de grandes festivales que desde el principio anunció en las páginas de este mismo medio el 18 de marzo que no cancelaba. ¿Hubo directrices en ese sentido?
–Tuve de todo. Hubo gente que me comentaban que era una locura. Incluso algunas personas me dijeron que era un insensato querer hacer un Festival con las circunstancias que había. La directora general del INAEM en cambio me dijo: “Antonio, si se dan las condiciones, hay que hacerlo”. Luego tuve el apoyo indiscutible de todo el Consejo Rector porque cuando les planteé que había la posibilidad todos me apoyaron. Hay que tener en cuenta que eran fechas muy complicadas. A mediados de abril podía haber 700 u 800 muertos todos los días. Incluso una persona me dijo: ¿Qué esperas a cancelar con 745 muertos hoy? Es muy duro, pero yo pensaba que teníamos que ponernos no en el momento que estábamos viviendo sino en el que se iba a celebrar el Festival. Yo tuve claro que el festival había que retrasarlo en el tiempo, a mediados de julio tener el tiempo suficiente. Como se ha visto ahora que no íbamos tan desencaminado. Pero también tenía claro que la decisión había que tomarla cuando llegase el momento, y el momento era el 20 de mayo. Si tenía que empezar el 25 de junio, teníamos 35 días para montar el festival y poner a la venta las entradas. Ahí ya tendríamos información más precisa de las autoridades sanitarias.
–Eso le ha obligado a recomponer la programación en un tiempo exprés.
–Entre el 1 o 2 de mayo y el 19 de mayo tuve que, a todo correr, intentar recuperar lo que era posible y viable de la programación anterior y adecuar todo a las circunstancias actuales. No podíamos hacer una Sinfonía como la de los mil, con 500 personas en el escenario. Eso era inviable. Pero una solución era hacer la integral de las sinfonías de Beethoven, ya que era el Año Beethoven, y teníamos la posibilidad de contar con Krystian Zimerman, que yo creo que es lo más importante que le va a suceder al Festival este año. Además él se prodiga muy poco, –no es como Skolov, que toca mucho– y además es la primera vez que viene al Festival. Y la primera vez que va a dirigir y a tocar desde el piano los cinco conciertos.
–¿Cómo consiguió mantener la financiación?
–La financiación ha sido difícil porque hemos tenido que hacer un reajuste de 775.000 euros. Los aforos han tenido que reorganizarse al 50%, y el Festival viene a tener un millón de euros de financiación vía taquilla. Las instituciones han mantenido todas su aportación pero también hemos perdido una parte del patrocinio. Aunque al final ha sido menos de lo que yo esperaba, unos 200.000 euros. Eso lo quiero agradecer públicamente porque dada la situación que tienen las empresas, y que han tenido, me parece un hecho absolutamente loable. Ahí se ve el compromiso del Círculo de Mecenazgo, porque el Festival de Granada cuenta en muchas ocasiones con empresas granadinas en muchos casos familiares. Para mí eso ha sido algo insólito en toda la experiencia que tengo con patrocinadores.
–Porque la retirada de patrocinios hubiese sido algo justificado.
–Claro, eso es como yo si hubiese tenido que cancelar en abril, hubiese sido algo perfectamente justificado. Pero fuimos los primeros en decir: “Vamos a hacer el Festival si las condiciones lo permiten”. Y después de nosotros Salzburgo, y luego Péssaro. Pero el resto cancelaron todos para el verano y ahora se están retomando, como Lucerna, Perelada, Ravena... Un montón que dijeron que se celebrarían pero en formato reducido, como San Sebastián o Santander, y ahora han repensado el asunto y van a volver incluso a traer orquestas.
–En ese sentido, se le puede considera como un visionario.
–No, un visionario no, una persona que simplemente ha aplicado el sentido común, que es lo que suelo hacer en mi vida. La decisión había que tomarla cuando había que tomarla porque igual de irresponsable hubiese sido cancelar el Festival –porque significa mucho para el turismo de la ciudad, la hostelería... – como no cancelar en un momento determinado si la situación así lo aconsejaba.
–Pero incluso anunció, en marzo, que iba a hacer una serie de conciertos benéficos si lo aprobaba el Consejo Rector y así ha sucedido con el Requiem de Mozart y el concierto de Barenboim.
–Lo que hicimos es mantener simbólicamente la fecha del Festival primero, que empezaba el 25 de junio. Qué mejor apertura, ya que el Festival de pago no se retomaba hasta el 9 de julio, que hacer un Requiem de Mozart en homenaje a las víctimas y para recaudar fondos para todas aquellas personas que se han visto muy afectadas por la situación económica que ha creado la COVID-19.
–¿Cómo se sumó Barenboim el 24 de julio?
–Cuando ya lo teníamos todo preparado, me llamó el viernes anterior a poner las entradas a la venta para decirme que iba a estar en su casa de Marbella a partir del día 20 de julio. Que había visto la programación del Festival y que él quería estar presente este año.
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Así que, ¿se ofreció él mismo?
–Sí, se ofreció. Me dijo que tenía mucho interés, que estaban todos los amigos en el Festival y además le gustaría ofrecer un concierto benéfico para ayudar a la gente, porque él no cobra su caché. Tuve que hacer encaje de bolillos, porque tuvimos que retrasar a Poveda y adelantar Barenboim para evitar la contaminación acústica del Generalife en el Carlos V. El concierto de Barenboim se hará sin pausa. E incluso la gente que quiera ir a los dos podrá hacerlo porque a los que lleguen tarde, Poveda les permitirá la entrada después del primer tema que cante.
–Permitir la entrada si se llega tarde después del primer tema es inédito en el Festival de Música y Danza.
–Y si me puras, inédito en el Festival y en mi vida profesional. Nunca me había visto en una situación de estas características. Y también hubo que mover el concierto de Chamayou al sábado 25 para que no coincidieran dos pianistas.
–Aunque actuarán en distinto espacio.
–Barenboim me pidió venir al Carlos V porque es el sitio en el que siempre ha tocado. Yo le ofrecí la posibilidad de tocar en el Auditorio Manuel de Falla el sábado pero él me dijo que prefería el Carlos V. Después, mirando los anales del Festival, resultó que Barenboim había debutado aquí hace exactamente 40 años para abrir la edición del año 80 y, lo que son las casualidades, tocó la misma obra que va a tocar ahora: las Variaciones Diabelli, pero yo lo vi.
–En ese sentido, y con toda la urgencia de la programación, va a ser Festival con hilo conductor y novedades.
–Sí, Marta Argerich, que sólo había estado una vez en el Festival, no venía desde hace 41 años. Zimerman no había estado nunca. Elisabeth Leonskaja hace otros 15 años que no venía... Estamos recuperando gente que hace mucho tiempo que no nos visitaban y otros que se estrenan. Por otro lado pensamos que la Novena era perfecta para retomar los conciertos de pago, con un director de Granada y los coros de la ciudad... Y por su simbología, porque es la obra de la fraternidad, la oda de la alegría, la que se tocó cuando se derribó el muro de Berlín. Elegimos que fuera esa obra porque por un lado el Requiem era un homenaje a las víctimas y por otro la Novena era la metáfora de la alegría de volver a empezar una nueva actividad y una nueva vida.
–¿Cuáles han sido las principales líneas de cambios que tuvo que hacer del programa inicial?
–He intentado mantener los ballets pero finalmente sólo se ha quedado el de Montecarlo porque el de Biarritz , que iba a venir, no podía ensayar la por las medidas adoptadas en Francia. Y al final ha sido una gran suerte porque la Compañía Nacional que la sustituye va a hacer el estreno de una pieza absoluta, Arriaga. Han tenido tiempo para ensayarla y además va a bailar el director, Joaquín de Luz, que llevaba retirado de los escenarios cuatro años.
–Otro de los principales problemas eran las grandes orquestas.
–No hemos podido traer las grandes formaciones extranjeras como la de Berlín o Rotterdam, porque no había seguridad de que pudieran viajar: no es lo mismo que viaje un solistas que una orquesta. Además, los programas que tenían previsto hacer no eran viables: no podíamos meter 80 personas en un escenario. Por eso decidimos hacer Beethoven y Mozart, porque podemos tener un máximo de 50 músicos. Si quieres hacer Brahms necesitas 80 y Mahler, 100. Todos los programas de grandes dimensiones se han tenido que cancelar.
–Menos mal que es el año Beethoven...
–Bueno, nos hubiésemos inventado otra cosa, pero al menos me dio el pie: había dos conciertos: la Novena y la Séptima. El mismo programa que hacía la Orquesta de Berlín lo hará la Orquesta Sinfónica de Galicia con una intérprete muy importante que es la granadina afincada en Viena, María Dueñas. Lo que tenía claro también es que en la medida de mis posibilidades, todos los artistas españoles programados tocaran en esta edición para que no perdieran la oportunidad y el concierto.
–¿Y los propios artistas? ¿Han estado receptivos a reducir su caché?
–Cuando decidimos retomar el Festival, la primera semana de mayo, todo el mundo estaba libre y sin perspectivas hasta el otoño. Resultó el momento clave porque fuimos los primeros en llamarles cuando estaban pesimistas y desolados.
–¿Cómo serán los cursos Manuel de Falla con las nuevas medidas sanitarias?
–Se aplicarán como al resto de espectáculos. Lo único especial es que también se han cerrado la Universidad y el Conservatorio así que algunos cursos que se tenían que hacer ligados a ellos se han atrasado a octubre o noviembre. Pero en septiembre no sabemos que pasará. Igual hay una normalidad, no una nueva normalidad.
–¿Y el FEX? ¿Cómo se controlarán los accesos?
con las normas de espacios abiertos que manda la comunidad. Nosotros tenemos que contar con que es gente civilizada. En patios o jardines, el mismo criterio del 50%. tenemos personal nuestro y de seguridad que también para informar a la gente y que se comporten.
–últimamente hay vídeos virales de artistas que se quejan de que el Ave va al 100%, como los aviones, porque reducir el aforo no es rentable y sienten un agravio con los espacios culturales.
–Yo no entiendo que para unas cosas no haya una limitación porque no es rentable y para otras cosas sí.
Tampoco hay en bares o restaurantes, aunque la gente tiene que ir con mascarilla y mantener distancias. En los aviones el aire se renueva cada dos minutos, pero ¿y en los espectáculos al aire libre? Hay muchas cosas que hacemos o no hacemos y no entiende nadie. Tampoco tenía sentido que en los espectáculos públicos las parejas no se pudieran sentar juntas. Nosotros hemos utilizado entradas individuales y otras por parejas porque si dos personas viven y duermen juntas ¿por qué no pueden sentarse juntas? Pero organizar todo así ha sido un lío.
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