El flamenco convivirá con Mahler, Brahms y Bach
71 edición del Festival de Música y Danza de Granada
La conmemoración del centenario del Concurso de Cante Jondo no relega los pilares básicos en la historia del certamen
Se ha intentado buscar enlaces entre la música universal y los rasgos de lo que Lorca y Falla llamaron ‘primitivo cante andaluz’
Granada/Hace un siglo, los días 13 y 14 de junio, se celebraron las dos sesiones del Concurso de Cante Jondo que organizó el Centro Artístico, en colaboración con el Ayuntamiento, de la mano de Manuel de Falla, Federico García Lorca, Miguel Cerón, Andrés Segovia, Manuel Jofré y más de un centenar de ilustres granadinos que llevaron el peso de la idea, a la que se sumaron infinidad de intelectuales de la época, españoles y extranjeros, entre ellos el pintor Ignacio Zuloaga. Fue, como he comentado en alguna ocasión, un signo de lo que ha predominado en la universalidad de Granada, en la que debe basarse en todo momento su proyección. Los organizadores del concurso buscaban las esencias de lo que llamaron ‘Cante primitivo andaluz’ –como lo definió García Lorca en su conferencia en el Centro Artístico el 19 de febrero de 1922, amparándose en los consejos musicales de Falla- y la convocatoria, en la que no participaron los profesionales, hizo historia, no sólo en la evolución del flamenco, sino en el símbolo de una cultura propia que, en Granada, se concentró en aquél histórico concurso, a la búsqueda de la pureza de las raíces que definen la esencia de nuestra cultura.
Sobre la historia y detalles de aquella convocatoria se han ofrecido en estas páginas numerosos análisis y, en estos días, se sucederán comentarios de expertos en la materia. Mañana comienzan las dos primeras sesiones puramente flamencas, del extenso programa que durará todo el Festival, donde no solo se abordarán distintos momentos especializados, sino que se intenta hermanar con otros instantes de la música universal, con mayor o menor relación, aunque sea a través de una misma época. También se ofrecerá visiones contemporáneas, a las que se han encargado obras al compositor Mauricio Sotelo, uno de los músicos residentes en esta edición del Festival, que estrenará su obra sinfónica Cantes antiguos del flamenco, para viola y orquesta. Era una obligación de los organizadores del certamen rendir homenaje al histórico centenario, pero sin olvidar sus pilares básicos: los grandes espacios sinfónicos-corales, la música de cámara, los recitales y, por supuesto, la danza, que he venido comentando casi desde sus comienzos, concretamente desde 1958 como crítico en medios locales y nacionales.
Recordaremos algunos de los mimbres de este programa, al margen del ciclo puramente flamenco donde, en los tres primeros días se aúnan varias generaciones, para continuar con las figuras reconocidas de Marina Heredia, Pepe Habichuela, Rancapino y aportaciones en la danza de María Pagés y Patricia Guerro, entre tantos otros que serán analizados por especialistas en el tema que no es mi caso. En este ‘otro’ Festival, como dicen los organizadores, hay que subrayar la recuperación orquestal y sinfónico-coral, olvidados en las últimas ediciones. Por ejemplo, siempre es un privilegio tener ocasión de escuchar, una vez más, la Tercera sinfonía, de Mahler, de la que tantas versiones nos han ofrecido primerísimos conjuntos y directores, no sólo españoles. En la memoria del crítico -resumida en la serie del año pasado, con motivo del 70 aniversario- figuran recuerdos de estas versiones sinfónicas, como las dirigidas por Zubin Mehta y Eschenbach, en la misma edición, de la Segunda y Tercera sinfonía del genial compositor. Este año abordará la Sinfonía núm. 3 , en re menor la Orquesta Sinfónica y Coro RTVE, junto al coro infantil ‘Elena Peinado’ y la mezzosoprano Wiebke Lehmkuhl, bajo la dirección de Pablo González (un director granadino, Miguel Ángel Gómez Martínez, la abordó con la misma orquesta y coro). Mahler ha sido el gran protagonista de estas ediciones, recordemos, entre otros momentos inolvidables, las versiones de la Concertgebouw y, naturalmente, el estreno en España que en el Festival hizo Frühbeck de Burgos, en 1970, de la colosal Octava que repetiría en 1999.
Ciclo sinfónico
El ciclo sinfónico ha sido, como he dicho muchas veces, clave en la historia del certamen. Mencionemos también este año la aportación al mismo de la Orquesta y Coro Nacionales de España, con Un réquiem alemán, de Brahms, con las voces de la soprano Katharina Konradi y el barítono Peter Mattei, bajo la dirección de David Afkham; los dos interesantes conciertos de la Filarmónica de Monte-Carlo, uno dedicado a Berlioz, con la soprano Véronique Gens, dirigido por Kasuki Yamada, donde no faltará la Sinfonía fantástica, infinidad de veces presente en estas jornadas sinfónicas, y el segundo, bajo la batuta de Charles Dutoit, con el piano de Martha Argerich, abordando el Concierto en sol mayor mayor, de Ravel, para terminar con la Sinfonía núm 4 en fa menor, de que también se programó en los conciertos del Corpus de 1922, el ‘año de los rusos’, como calificaron los periódicos aquellos programas.
Cierra el notable ciclo las dos actuaciones de la siempre admirada y frecuente en Granada London Symphony Orchestra, bajo la dirección de John Eliot Gardiner y con Maria Joâo Pires al piano, uno dedicado a Beethoven y el segundo a Chaikovski, Schubert y Mozart, con el que se clausura esta edición. En medio, la música escrita para el cine, tributo a John Williams, a cargo de la Orquesta Joven de la Sinfónica de Galicia, dirigida por Víctor Pablo Pérez; el oratorio Il triunfo del Tempo e del Disinganno, de Händel, por el conjunto Europa Galante y, naturalmente, la presencia imprescindible y siempre vital de la Orquesta Ciudad de Granada, en dos sesiones distintas, la primera, bajo la dirección del que fue su director, Josep Pons, que llevó al conjunto granadino a la cima de las orquestas clásicas españolas, con un programa Debussy, el famoso concierto para la mano izquierda de Ravel, con el pianista Juan Pérez Floristan, y la ‘suite’ de El pájaro de fuego, de Stravinsky. El segundo concierto de la OCG, con su Joven Academia, lo dirigirá Lucas Macías y se estrenará el encargo del Festival a Ignacio Sotelo Cantes antiguos del flamenco, para viola y orquesta, con la otra residente la viola de Tadea Zinmerman. Habrá un recuerdo a la genial orquestación que hizo Francisco Guerrero, de El Albaicín, de la Iberia de de Albéniz, para concluir con Don Quixote, de Richard Strauss.
Ciclo notable, sin los momentos estelares tantas veces mencionados, sí con variedad y calidad incuestionables para un ciclo imprescindible.
La invasión rusa
El Festival se ha enriquecido, entre tantas figuras y conjuntos europeos, americanos, y de todas partes del mundo, justificando su carácter universal, con las gigantescas figuras de la música y la danza rusa, aparte, naturalmente, de las obras de los grandes genios, desde Chaikovski a Stravinsky, de Moussorgski a Shostakovich. Es decir, toda la música rusa que es parte de la creación universal, como es natural. Y lógicamente hemos tenido ocasión de admirar a los grandes solistas, directores, ballets, etc. Solistas de la categoría de Sviatoslav Richter, el mejor pianista de su tiempo; de Rostropovich y un larguísimo etcétera. Inolvidable será para todos la magistral dirección que hizo en 1982 Yeugene Mrawinsky, al frente de la otrora llamada Orquesta Filarmónica de Leningrado, hoy de San Petersburgo. Y para qué hablar de la danza, desde que los Ballets Russes, de Diaguilev, desfilaron por Granada, y ya en el Festival el Bolshoi, el Mariinsky, la enorme cantidad de primeras figuras de la danza, con el inolvidable Rudolf Nureyev, entre tantos otros nombres.
Ha habido una auténtica invasión rusa, musical y de danza, que hemos acogido admirados. Una invasión que nos ha dejado momentos inolvidables. Lástima que un sátrapa que hoy rige los destinos de Rusia, Vadimir Putin, haya mandado a rusos a asesinar civiles en Ucrania, niños incluidos, violar mujeres, destrozar un país, con sus misiles mortales, obligar al mayor éxodo de Europa, después de la II guerra mundial, amenazar al resto de Europa y a un Occidente al que, por lazos culturales, debe estar unido ese gran país. Por esos crímenes muchos conjuntos, artistas y deportistas han sido vetados en diversos certámenes. Alguno se ha eliminado en esta edición. Pero, por fortuna, vamos a escuchar y admirar a rusos pacíficos -que supongo se avergonzarán de estos crímenes en Ucrania-, entre ellos el siempre aplaudido Grigory Sokolov, la jovencísima pianista Alexandra Dovgan, nacida en 2007, que nos mostrará su juvenil visión de Beethoven, Schumann y Chopin, y otra figura del piano, la moscovita Yulianna Avdeeva que participará en el ciclo Bach Modern, entrelazando obras de Juan Sebastián con otras de Shostakóvic. Por enfermedad se ha caído del programa el joven pianista emergente Daniel Trifonov. Sus conciertos podrían ser, para auditorios que huyen de cualquier injusta discriminación por las tropelías de un dirigente sin escrúpulos, como un homenaje a las víctimas ucranianas.
Un Festival diverso
Danzas, con el Ballet Nacional de España, Lucia Lacarra & Matthew Golding, Malandain Ballet de Biarritz, precisamente con los dos piezas básicas de Stravinsky, El pájaro de fuego y La consagración de la primavera; el Ballet Nacional de Eslovenia, con el virtuosismo de El Corsario, o la compañía de María Pagés; Música de Cámara diversa y de calidad; recitales de Ivo Pogorelich –en una personal mirada a Chopin-, Garbayo y Perianes; barroco, elevaciones de la mejor música antigua en los conciertos matinales, un FEX lleno de interés para todos los públicos, órgano… En fin, un programa ‘clásico’ que convive y a veces se entrelaza, con la efemérides que se recuerda del Concurso de Cante Jondo, que movilizó a Granada y a la cultura española y europea hace cien años.
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