Hengelbrock resucita al mejor Beethoven

Festival de Música y Danza | Crítica

Thomas Hengelbrock y la Orquesta de la Comunitat Valenciana interpretaron en su visita a Granada tres de las obras más conocidas de Ludwig van Beethoven en una velada consagrada al genio de Bonn que no dejó indiferente a ninguno de los asistentes

Hengelbrock, al frente de la Orquesta de la Comunitat Valencia en el Carlos V.
Hengelbrock, al frente de la Orquesta de la Comunitat Valencia en el Carlos V. / Jesús Jiménez (Photographerssports)

Siguiendo con el desfile de orquestas españolas que ofrecen la integral de las sinfonías y conciertos de Ludwig van Beethoven, dentro del Festival de Granada en su edición de este año, le tocó el turno a la Orquesta de la Comunitat Valenciana, una formación que en los últimos años está demostrando un gran nivel interpretativo. Y lo hizo de la mano del director Thomas Hengelbrock, quien se ha especializado en la interpretación historicista del barroco y clasicismo. Así, la orquesta presente en el escenario estaba equilibrada en el número de componentes en función de la sonoridad que deseaba para el repertorio beethoveniano.

El concierto se abrió con la obertura Fidelio, la cuarta que escribiera el compositor para su ópera con motivo del estreno de su última revisión en 1814. Esta partitura, más breve que las oberturas precedentes, tiene un aire optimista y dinámico que Hengelbrock supo representar magníficamente desde el podio en su dirección. Una orquesta bien timbrada, con muy buenos solistas en las secciones de viento, dio lo mejor de sí en este abrir de boca, preludio de las dos sinfonías que deparaba el programa.

La ficha

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Programa: Ludwig van Beethoven: Obertura Fidelio op. 72b; Sinfonía núm. 8 en fa mayor op. 93 y Sinfonía núm. 6 en fa mayor Pastoral op. 68.

Orquesta de la Comunitat Valenciana

Director: Thomas Hengelbrock

Fecha y lugar: Palacio de Carlos V, 17 de julio de 2020

Sin duda, la Sinfonía núm. 8 en fa mayor op. 93 es una de esas joyas emanadas de la pluma de Beethoven. Infravalorada por su duración frente a las precedentes sinfonías 6ª o 7ª, y sobre todo ensombrecida por la Sinfonía núm. 9 Coral, la octava sinfonía es una lección de composición, tanto en su estructura formal como en el desarrollo de las unidades temáticas en cada movimiento. Conocida como la “sinfonía del buen humor” gracias a Walter Krug, es en verdad una de esas obras de orfebrería que a menudo pasan desapercibidas, pero que cuando se descubren son una eclosión de belleza y perfección.

La Orquestra de la Comunitat Valenciana y Thomas Hengelbrock.
La Orquestra de la Comunitat Valenciana y Thomas Hengelbrock. / Festival de Granada | Fermín Rodríguez

Thomas Hengelbrock supo entender la delicadeza de la partitura, y escogió unos tempi ligeros y descargados de toda pesadez, pero expresivos y bien equilibrados en lo que al discurso melódico se refiere. Ese optimista Allegro vivace e con brio que perfila un ambiente optimista y lleno de vitalidad, o esa broma musical dedicada a Mäelzel que es el segundo movimiento Allegretto scherzando son una muestra del buen humor de Beethoven, a menudo malentendido por sus contemporáneos. El tercer movimiento, Minuetto, contiene uno de los tríos más bellos jamás escritos, el cual emerge con humildad en las trompas sobre un contrapunto del violonchelo tras el movimiento danzable de la orquesta, y orgánicamente va cogiendo entidad hasta convertirse en una perfecta sintonía de sonoridades. Mención especial tienen los solistas de viento de la Orquesta de la Comunitat Valenciana, y concretamente el clarinete y las trompas. Toda la orquesta al unísono unió sus fuerzas para concluir con un Allegro vivace perfectamente ensamblado.

Si con la octava Hengelbrock demostró tener un cuidado y delicado gusto a la hora de revisitar la producción de Beethoven, no fue menos acertada la labor realizada en la Sinfonía núm. 6 en Fa mayor Pastoral op. 68 con la que concluyó el concierto. Considerada con razón una obra programática, el compositor muestra su mundo interior ante la contemplación de la naturaleza, dejando escrito un breve subtítulo para cada uno de los cinco movimientos que la componen. Desde el primer gesto Hengelbrock, que con dulzura pedía a las cuerdas que iniciaran su canto, la Sinfonía Pastoral estuvo magistralmente interpretada por la Orquesta de la Comunitat Valenciana.

Nuevamente hay que destacar el tempo dinámico y vivo con que inició muy acertadamente el Allegro inicial, en el que todas las secciones de la orquesta, pero particularmente las cuerdas, dieron lo mejor de sí. El segundo movimiento, Andante molto mosso, es el más pastoral de todos, una evocadora escena campestre al borde de un arroyo con canto trinado de los pájaros. Le sigue el Allegro central, de aires danzables y optimistas, que desemboca en la célebre tormenta del cuarto movimiento, un paisaje sonoro en el que los truenos y relámpagos, las ráfagas de viento y las gotas de lluvia se hacen patentes gracias a la maestría descriptiva de Beethoven; y nuevamente sin solución de continuidad se despejan los nubarrones y el sol vuelve a iluminar el campo, entonando el canto de agradecimiento de los campesinos.

Todas estas especificaciones descriptivas fueron magníficamente resueltas por los músicos de la Orquesta de la Comunitat Valenciana y Hengelbrock, destacando el balance sonoro, la exactitud rítmica en cada movimiento y el juego tímbrico con intención programática, particularmente en los vientos. Todos estos elementos, junto a la clarividencia interpretativa del director, construyeron la mejor de las versiones que podríamos imaginar para la Sinfonía Pastoral en el Festival de este año, que obtuvo una prolongada ovación del público asistente.

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