Mayte Martín: ''Dos artistas jamás deberían mezclarse por interés, es la antítesis del arte"
Mayte Martín, cantaora
La cantaora que es un género musical en sí misma visita este jueves el Festival de Música y Danza de Granada con Déjà Vu
Cantaora, instrumentista, compositora y pensadora de la música, Mayte Martín jamás canta algo que no sea sublime, interesante y original. Talento, dulzura y una honestidad artística proporcional a la grandeza de sus méritos, Mayte Martín fue condecorada con la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes en 2021. Este galardón es el último de una extensa nómina de reconocimientos que arrancó en 1987 con la Lámpara Minera del Festival del Cante de las Minas de La Unión. Conciencia lúcida de la música contemporánea, la cantaora es una leyenda viva del flamenco que no cesa de crear piezas que se convierten en clásicos. Artista de un compromiso ético y estético incuestionable, cumple lo previsto por Spinoza en su Ética: ''un cuerpo capaz de muchas cosas tiene un alma fundamentalmente eterna''.
Martín viene a Granada con su Déjà Vu, un ejercicio de rastreo en las intimidades de su liturgia sonora, cargado de actualidad, música cuidada hasta el culmen del mimo, y un repertorio selecto con algunas de las mejores piezas que ha ido ofreciendo a lo largo de su laureada carrera. Viene acompañada por una corte de figuras de la música de gran renombre: Paco Cruzado (guitarra), José Tomás (guitarra), Marta Cardona (violín), Miquel Àngel Cordero (contrabajo) y David Domínguez (percusión). Una artillería pesada al servicio de la voz única, talentosa, acumuladora, generosa en registros, brillos y tonalidades que está llamada a escribir una de las páginas más importantes de la historia reciente de la música. El evento será en el Palacio de Carlos V a las 22:30 horas.
De dignidad encomiable, su trabajo constituye un tratado de buenos principios, ética, estética y libertad expresiva. Es un valor claro cultural, en la onda celestial de sus paisanos Dalí, Vázquez Montalbán, Ana María Matute y Miró. La artista de pelo plateado aborda sus espectáculos empleando en el discurso una muy lograda lozanía de improvisación, textos inspirados, actuales y sorpresivos. Mide y toma conciencia de que lo fugitivo permanece en el corazón de los oyentes sólo si se ofrece verdad y alma, y concibe lo duradero como pequeñas piezas de arte donde no deja escapar ni un detalle técnico y donde no faltan momentos de sublime inspiración.
Todo el cante en ella posado, la sabiduría y la conducta, la erudición del pentagrama que orbita por el universo maytemartiniano, suele retornar al flamenco más añejo, sorteando la cueva de estalactitas mitológicas de lo jondo, con esa luz vocal que impregna todos los rincones en la oscuridad de la memoria. Quizá por eso, y por tantos atributos más, ha sido condecorada con la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, con el Premio de la Crítica, el Premio Ciutat de Barcelona, el Internacional de la Escuela de Flamenco de Andalucía, el Premio Música Popular de la Comunidad de Madrid y con la Lámpara Minera del Festival del Cante de las Minas de La Unión, Murcia, entre otros importantes galardones.
Nació en Barcelona en el año 1965. Con el paso de los años y su conquista pausada
y contundente de los altos escalafones del arte, hubo quien dijo que a la Lámpara
Minera le habían dado el premio Mayte Martín. Ha alumbrado obras como Muy
frágil (1994); Free Boleros (1996), junto a Tete Montoliu; Querencia (2000), con el
que obtuvo una nominación al Grammy Latino; Tiempo de Amar (2003); De Fuego
y de Agua (2008), junto a Katia y Marielle Labèque; al CANTAR a MANUEL (2009);
Cosas de Dos (2012); y Tempo Rubato (2018).
Mayte Martín, naturalidad y sentimiento puro
-¿Cuáles son sus expectativas con respecto a su actuación del próximo jueves en el festival?
-En mi actuación en el Festival espero generar intimidad, invocar los espíritus de los grandes y las grandes de este arte. Entrar en una burbuja con mis músicos y nuestro público y salir todos de allí distintos de cómo entramos.
-Usted ha ganado numerosos premios y galardones, ¿de cuál se siente más orgullosa?
-De la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. Pero el premio verdaderamente importante, que es el que me mantiene en pie, es el que cada día me otorgan las personas que se emocionan con lo que hago, que se desplazan a donde haya que ir para compartir ese ritual que es para mí cada concierto y que me permiten tocar sus almas con mi voz.
-¿Qué es para usted el flamenco?
-Para mí el flamenco es un refugio, un llanto ancestral, un rezo...
-¿Qué es lo que más le gusta de su profesión?
-Lo que más me gusta de mi profesión es el milagro de conmover a otras personas mostrando lo más íntimo de mí sin necesidad de artificios. Poder ser quien soy ante quien quiera compartirlo. La naturalidad y la fragilidad son algo muy bello y dejarse ver por dentro es un privilegio.
-¿Tiene alguna manía o rutina antes o después de actuar que me pueda contar?
-El día que tengo concierto no hago absolutamente nada. Procuro estar en mi recogimiento y en silencio lo máximo posible. Después de actuar, cuando abandono el escenario, miro, pero no veo, quedo como atrapada en otra dimensión; y me dura la adrenalina a veces hasta dos días, luego me paso otros dos con una sensación de vacío tan grande y tan real que nunca soy capaz de creer que es por el efecto del concierto.
-Ha colaborado que con muchos artistas, ¿Cuál recuerda como la colaboración más especial? Y, ¿con quién le ha gustado más trabajar?
-Todas las colaboraciones que he hecho las recuerdo con amor: Tete Montoliu, Moncho, Omara Portuondo, Katia y Marielle Labeque... Ninguna ha sido producto del marketing ni nunca ha habido detrás de ellas una estrategia comercial, y eso las convierte en historias de amor. Para mí, que alguien disponga en tu nombre con quien compartes arte es como que alguien decida por ti con quien haces el amor; y creo que dos artistas jamás deberían mezclarse por interés, es la antítesis del arte y, desgraciadamente, está de moda.
-¿Cuáles son sus referentes?
-He tenido muchos a lo largo de mi vida porque amo muchos tipos de música diferentes. La figura de Juan Valderrama es especialmente importante porque fue el primer cantaor que escuché y quien me abrió el corazón en canal cuando yo ni siquiera sabía hablar todavía. Luego fueron La Niña de los Peines, María Callas, Billie Holiday, Chet Becker, Elis Regina, Rosa Passos, Aznavour, Morente, Carlos di Sarli, Elba Picó, Alfredo Marceneiro... Solo me conmueven los artistas sencillos y humanos, los que están conectados con su alma. Me da grima el artificio, las actitudes desafiantes y el ejercicio de poder sobre el escenario, aunque detrás haya un virtuoso de la técnica vocal o instrumental. Si lo que oigo o veo está desalmado no me conmueve y, por tanto, no me interesa.
-¿Supo siempre que iba a hacer de su talento su profesión?
-Supe siempre que la música era para mí algo sagrado y que jamás iba a anteponer nada a ese respeto religioso que le profeso. Entendí siempre que cuando el de arriba te otorga un don tienes la obligación moral de honrarlo. Cada vez que pongo un pie en el escenario, abro la boca y me sale la voz, dedico los primeros segundos del concierto a dar gracias a Dios y a todos mis muertos.
-Si tuviera la posibilidad, ¿con quién le gustaría trabajar que no haya trabajado aún?
-Si tuviera la posibilidad, resucitaría, aunque fuera por un minuto, a esos artistas que ya no están y que han engrandecido mi mundo y el mundo entero con su música; y no sería para cantar con ninguno de ellos, la emoción y el respeto me dejarían muda, sino para postrarme y darles las gracias por haberme descubierto el sentido espiritual del arte.
También te puede interesar
Lo último