Jordi Salvall y Le Concert des Nations dan una lección de maestría en Granada
Festival de Música y Danza
El uso de instrumentos de época y técnicas interpretativas que contemplan criterios historicistas según el repertorio, han convertido a este tándem en una garantía de excelencia.
Ofrecieron un programa dedicado a dos grandes nombres del siglo XVIII: Antonio Vivaldi y Sebastian Bach.
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Granada/El Festival de Granada vuelve a recibir como estrella invitada a uno de los intérpretes de música antigua más renombrados: Jordi Savall, quien acude dirigiendo a Le Concert des Nations, formación que el director fundó hace más de tres décadas y con la que ha cosechado grandes éxitos por todo el mundo. El uso de instrumentos de época y técnicas interpretativas que contemplan criterios historicistas según el repertorio, han convertido a este tándem en una garantía de excelencia. Ofrecieron un programa dedicado a dos grandes nombres del siglo XVIII: Antonio Vivaldi, definidor del concierto barroco en su más amplio espectro, y Johann Sebastian Bach, el genial cantor de Leipzig que siempre guardó una particular admiración por la música italiana y por la obra de Vivaldi. Con su elección Savall presentó un programa inteligente que evidencia su clarividencia y su profundo conocimiento de la música antigua.
Jordi Savall es una de esas leyendas vivas que permanecen en la memoria colectiva con vívida intensidad y al que siempre es un lujo poder escuchar en directo, ya sea en su faceta de intérprete a la viola de gamba, de experto en el repertorio vocal español de los siglos XVI al XVIII o, como en esta ocasión, de director musical de este gran conjunto instrumental. Para los que hemos crecido estudiando sus múltiples registros fonográficos como ejemplo de buen hacer y referencia indiscutible al repertorio histórico, verlo dirigir a Les Concerts des Nations en el Palacio de Carlos V de Granada es, sencillamente, una ocasión única para reencontrarse con la mejor música barroca. Al margen de cualquier coyuntura, la presencia de esta mente preclara de la interpretación histórica en el escenario es ya una garantía de calidad, como demostró a lo largo de una atrayente velada.
El recital se abrió con el Concierto para cuatro violines, violonchelo obligado y orquesta en Si Menor RV 580 de Antonio Vivaldi, una de sus obras más emblemáticas, que sirvió como modelo a Bach para su homónimo concierto para cuatro claves. En esta ocasión, la interpretación solista corrió a cargo de Manfredo Kraemer, concertino del conjunto, David Plantier, Mauro Lopes y Guadalupe del Moral. Desde los primeros compases, la precisión y el rigor de Le Concert des Nations se hizo evidente, si bien la desigual acústica del Palacio de Carlos V y el tratarse de un escenario al aire libre supuso en un primer momento una leve dificultad para la perfecta audición de las partes solistas. Templados los instrumentos y adaptada la sonoridad, un público silencioso y respetuoso pudo disfrutar de los múltiples matices de la interpretación y del precioso y sutil diálogo de los solistas, a los que el resto del conjunto acompañó magistralmente. Cabría destacar, además de la precisa y compensada dirección de Jordi Savall, el acierto de la tiorba en el desarrollo del bajo continuo, que se sustituyó por una guitarra barroca en su tercer movimiento, y que desplegó con gran maestría Josep Maria Martí.
Le siguió el Concierto para clavicémbalo y cuerdas núm. 1 en re menor, BWV 1052, de Johann Sebastian Bach, una de las obras maestras del repertorio barroco que en la interpretación de Jordi Savall estuvo llena de matices e inflexiones profundamente respetuosa con el estilo histórico. A ello hay que unir la maestría de Luca Guglielmi al clave, un intérprete infalible que desarrolló la parte solista con un grado de complejidad y precisión dignas del mismísimo Bach. No en vano, hay que recordar que Johann Sebastian Bach interpretaba a menudo las partes de clave u órgano en sus obras, habida cuenta de que era considerado uno de los mejores intérpretes de su época.
El cuidadoso estudio del estilo y de la técnica de ejecución son sello inconfundible del estilo Savall, que unido a la precisión al clave de Luca Guglielmi y el sonido puro y cristalino de Le Concert des Nations elevaron la obra a una categoría interpretativa sublime. Savall, con su característica gestualidad contenida pero elocuente, condujo a la orquesta con criterio y decisión, y dejó al solista que realizara ad libitum sus intervenciones, ya en solitario ya fuera con un bajo continuo de chelo y contrabajo. El equilibrio perfecto entre las partes y el profundo conocimiento de la obra de Savall se cohesionaron en la resurrección de una obra que no por conocida resultó menos valorada, con una amplia gama de matices dinámicos y expresivos pocas veces escuchada en un escenario del Festival.
Como tercera y última obra del programa se interpretó la Suite núm. 2 en si menor para flauta travesera y cuerdas BWV 1067, también de Johann Sebastian Bach. Esta suite forma parte del corpus de cuatro suites instrumentales que el compositor dejó escritas, y en concreto la segunda destaca por la presencia de la flauta solista y su carácter concertante, rol que interpretó magistralmente Charles Zebley. Desde los primeros compases de la Ouverture, se percibió la precisión y el rigor característicos de Savall y la maestría del flautista, que con una flauta travesera barroca supo compensar las carencias tímbricas del instrumento a nivel de potencia sonora con una interpretación poderosa y sumamente expresiva.
Uno tras otro se fueron sucediendo los movimientos de aires danzables de la suite, cada uno con su propio carácter expresivo: el dulce Rondeau, la melancólica Sarabande, los rítmicos Bourrèe, la amable Polonaise o los galantes Minuets, los cuales dieron paso a la enérgica Badinerie, con la que se cierra la obra. Una afinación impecable y la claridad en la articulación de las líneas melódicas permitieron apreciar cada detalle de la rica textura contrapuntística de la partitura bachiana. La dirección de Savall fue, como siempre, un modelo de precisión y sensibilidad.
La prolongada ovación de todos los presentes persuadió a Jordi Savall y a su conjunto para regalar una obra fuera de programa: la pieza anónima Bourrèe d’Avignonez, una pieza compuesta en 1600 para la celebración del nacimiento del futuro rey de Francia, y que ofreció la oportunidad de demostrar una vez su virtuosismo y calidad interpretativa a varios de los solistas de Les Concerts des Nations. Satisfechos por haber acudido de la mano de Savall a esta cita con la mejor música, la noche granadina fue poco a poco acallando las bellas armonías escuchadas en una dulce ensoñación barroca.
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