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Una despedida tardía

Gonzalo Roldán

15 de julio 2024 - 11:52

73 FESTIVAL DE GRANADA Programa: Richard Wagner, Obertura de Los maestros cantores de Nüremberg WWV 96; Richard Strauss, Cuatro últimos lieder op. 150/TrV 296; Anton Bruckner, Sinfonía núm. 9 en re menor op. 109 “Romántica”. Orchestre National du Capitole de Toulouse. Solista: Elsa Dreisig (soprano). Director: Tarmo Peltokoski. Lugar y fecha: Palacio de Carlos V, 14 de julio de 2024. — ****

El Festival Internacional de Música y Danza de Granada llega al fin de la maratoniana y extenuante edición de este año, que ha exprimido al máximo las energías de sus trabajadores y del público habitual, y ha ofrecido grandes eventos y citas con los mejores músicos del panorama actual. Para la clausura se contó este año con la Orchestre National du Capitole de Toulouse bajo la dirección de su jovencísimo titular, el director nórdico Tarmo Peltokoski.

El concierto comenzó cuando todavía resonaban los aplausos y vítores por la victoria de la selección española de fútbol en la Eurocopa de este año, evento deportivo que ha evolucionado en paralelo al Festival de Granada, e incluso involuntariamente ha marcado su devenir y condicionado el normal desarrollo del decano de los festivales de música en España. Si bien es verdad que la adaptación es una ley universal de la supervivencia, hay una sutil diferente entre adaptarse y claudicar a las apetencias de la afición, principal tema de debate en los foros musicales de este año. Sea como fuere, de lo que se debe hablar en el día de hoy, además del magnífico juego de nuestra selección, es de la no menos buena interpretación que la orquesta del Capitole de Toulouse realizó de un espléndido programa con obras del romanticismo centroeuropeo.

El concierto se abrió con la Obertura de la ópera Los maestros cantores de Nüremberg WWV 96 de Richard Wagner, una de las más amables obras escénicas del autor cuya obertura ha servido como fondo musical a múltiples eventos, películas y programas de televisión. La poderosa solemnidad de sus armonías y lo grandioso de su discurso melódico la hacen muy apropiada para cualquier celebración, y constituyó un preludio de excepción para la velada en la que se despide una de las ediciones del Festival de Granada más brillantes y espléndidas de su historia, pese a su excesiva extensión y a los despropósitos asociados a eventos deportivos. Tarmo Peltokoski dirigió con enorme habilidad y carácter a la orquesta de la que es titular desde el pasado año, y con la que ha conseguido una sonoridad plena y de gran expresividad.

La segunda obra del programa fueron los Cuatro últimos lieder op. 150 de Richard Strauss, para cuya interpretación se contó con la bella y poderosa voz de la soprano franco-danesa Elsa Dreisig. La cantante realizó una interpretación de esta hermosa página con sutiles matices y un control perfecto de la técnica y el fiato, sublimando su contenido semántico en una de las versiones más maravillosas que el Festival de Granada haya escuchado en su historia. La orquesta ofreció el marco oportuno a la solista, si bien adoleció de control sonoro en algunos momentos, en los que un exceso de sonoridad impidió disfrutar al máximo de su belleza.

La última obra del programa, con la que se cerró este Festival, fue la Sinfonía núm. 9 en re menor op. 109 de Anton Bruckner, verdadero epílogo de la producción sinfónica del autor, que la dejo inconclusa al fallecer. Resultó muy oportuno concluir la edición en la que se conmemora el 200 aniversario del nacimiento de Bruckner con este testamento musical del autor, que resume magistralmente la concepción formal y el trabajo motívico que caracterizan el estilo bruckneriano.

Tarmo Peltokoski, uno de los directores más jóvenes del siglo XXI y exponente claro de la enorme capacidad que tiene su generación, acometió la dirección de la Novena de Bruckner con un control de la calidad sonora impresionante, repleta de matices y una gran profundidad emocional. Este colosal monumento sinfónico, inacabado en su movimiento final, se desplegó ante el público con una intensidad abrumadora y una precisión técnica admirable.

Desde los primeros compases del Feierlich (misterioso), el público fue transportado a un universo sonoro donde la solemnidad y la mística se entrelazaban. La batuta de Peltokoski, joven prodigio de la dirección, condujo a la orquesta con una claridad y una convicción que lograron capturar la esencia profunda del lenguaje bruckneriano. Los temas se desarrollaron con una naturalidad casi orgánica, permitiendo que los oyentes se sumergieran en la complejidad armónica y rítmica característica de esta obra.

El segundo movimiento, Scherzo: Bewegt, lebhaft – Trio, Schnell, fue ejecutado con una energía electrizante. Aquí, la Orchestre National du Capitole de Toulouse demostró una cohesión y una precisión envidiables. Las transiciones entre el Scherzo y el Trio se realizaron con una fluidez que mantuvo la tensión y el interés del público en todo momento. Las secciones de cuerdas, poderosas y empastadas, y los vientos, siempre presentes y de gran belleza y rotundidad, brillaron particularmente, mostrando una interacción dinámica y un balance perfecto.

El Adagio: Langsam, feierlich, el movimiento final que Bruckner no logró completar, fue interpretado con una emotividad y un lirismo desgarradores. La orquesta supo extraer todo el pathos contenido en las notas, creando una atmósfera de introspección y sublime melancolía. El manejo de las dinámicas y el fraseo por parte de Peltokoski fue impecable, logrando que cada frase resonara con una claridad y una profundidad conmovedoras.

La interpretación fue acogida con enorme agrado por el público, que en una fresca madrugada hizo retumbar el Palacio de Carlos V con la misma fuerza con la que un par de horas antes lo hacía por el gol decisivo de Oyarzabal, por pase de Cucurella, que dio la victoria a la selección española. Asistimos a una noche de triunfos, pero para el que escribe no sería justo que la encomiable labor de la Orchestre National du Capitole de Toulouse, bajo la dirección de Tarmo Peltokoski, quedara ensombrecida, pues supuso un broche de oro para el Festival de Granada y una velada que merece perdurar en la memoria de todos los presentes. Fue un recorrido emocional y espiritual a través del alma de Bruckner, llevado a cabo con un respeto y una pasión que honraron la monumentalidad de la obra.

Despedida de Antonio del Moral

El concierto de la Orchestre National du Capitule de Toulouse supuso también la despedida de Antonio del Moral, uno de los directores del Festival de Granada mejor valorados por su trabajo encomiable y su capacidad para gestionar las agendas de los grandes intérpretes y orquestas internacionales en pos de los intereses de nuestro festival y nuestra ciudad. Esta labor, altamente valorada en los últimos cuatro años, fue sin embargo abucheada en la pasada noche por parte del público asistente en el Palacio de Carlos V en el concierto de clausura. El motivo no fue otro que la cuestionable decisión de retrasar el comienzo de dicho concierto una hora para que los aficionados al fútbol pudieran ver la final de la Eurocopa.

Al margen de lo que a uno le parezca o de la afición mayor o menor que se tenga por el fútbol, hay que reconocer que Antonio del Moral solo intentó adaptarse a las circunstancias. Habría sido un desmérito que una orquesta como la del Capitole de Toulouse se encontrara el aforo mermado por razones deportivas, y el instalar una pantalla en el Palacio de Carlos V para que se pudiera ver la final de la Eurocopa suplía la necesidad de los aficionados y garantizaba la presencia del público. Aparentemente, todos salían ganando; pero esto no es verdad. Los propios músicos que vieron retrasada una hora su actuación necesariamente sufrieron las consecuencias, como también lo hicieron los trabajadores del Festival y los asistentes que al día siguiente tuvieran algún compromiso. Por tanto, no es lícito justificar dicha acción con el peligroso lema “el fin justifica los medios”.

El Festival de Granada tiene más años de andadura y tradición que la propia competición deportiva, y en todos estos años no había vivido algo semejante. El único error en esta decisión fue el decidir por los demás: en un país democrático, con un estado de derecho y un sistema económico basado en el capitalismo, no se pueden tomar decisiones de forma unilateral que afecten a la voluntad de los demás. Es potestad de cada una de las personas que en su día adquirió una entrada para el concierto de clausura del Festival el decidir si prefiere acudir al evento o permanecer frente al televisor para animar a su selección, y las consecuencias de dicha decisión competen solamente a quien la tome. Sin embargo, anoche no pudimos decidir; por muy de acuerdo que estuviéramos con la decisión, por mucho que pudiéramos disfrutar de ambos espectáculos –el deportivo y el musical– se nos privó de nuestro libre albedrío, y de ahí que las críticas a quien tomó dicha decisión hayan sido tan sonadas, hasta el punto del abucheo.

Personalmente, he disfrutado mucho de la propuesta cultural que Antonio del Moral ha conseguido desarrollar al frente del Festival Internacional de Música y Danza en Granada, y creo que se trata de un gran gestor con una visión artística muy acertada. Lamento que su despedida se haya visto enturbiada por la difícil coyuntura que la final de la Eurocopa le ha sobrevenido, y confío en que reciba con comprensión la humilde opinión de este crítico local, que pese a todo no ve con buenos ojos que decidieran por él. Pienso que de toda experiencia se saca un aprendizaje, e incluso que se aprende más de los errores que de los aciertos; así pues, confío en que lo ocurrido no siente un peligroso precedente, pues cada dos años habrá una competición deportiva internacional que coincida con el Festival, y aunque le deseo todo el éxito imaginable a nuestra selección, espero que su agenda deportiva no vuelva a interferir en la programación cultural de la ciudad. Hay público para todos los eventos, y un público para cada uno de ellos. 

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