"Esa es la tarea del artista: dar a ver al espectador lo no visto"

Entrevista/Frederic Amat

El pintor y escenógrafo catalán es artista invitado en esta edición del Festival en la que imparte uno de los cursos Manuel de Falla y pone imágenes a dos sus veladas más destacadas

"Esa es la tarea del artista: dar a ver al espectador lo no visto"

Frederic Amat puede considerarse la estrella de la presente edificación del Festival de Música y Danza porque, además de artista invitado, firma la imagen del cartel e ilustra dos piezas musicales: Las bodas de Fígaro y El sombrero de tres picos. Además, esta semana ha impartido un curso de escenografía en la Escuela de Arquitectura de Granada.

-Durante cinco días ha impartido en Granada uno de los cursos Manuel de Falla del Festival de Música y Danza: El pentagrama pintado. ¿Qué se ha impartido a los alumnos bajo ese sugerente título?

–En realidad son cinco cursos y sirven de excusa para hablar de arquitectura, cine, espacio escénico y música.

–También han intervenido María de la Cámara y Gabriel Paré, Jordi Balló y Laia Torrets. ¿Cómo ha planteado la estructura de este curso?

–Yo he intervenido de la mejor manera posible; a través del diálogo, con los invitados y uno mismo. En paralelo se proyectan imágenes y filmes del proyecto, ya sea escénico, ya elementos sobre intervenciones en temas de música o arquitectura, o mi experiencia cinematográfica. Aunque yo entiendo el cine como pintor, es un cine de mácula y cicatriz.

–Ha hablado de arquitectura en el marco de la Escuela de Arquitectura de Granada, y precisamente esa fue su primera vocación.

–Sí, pero para bien de la humanidad me retiré a tiempo de la arquitectura, aunque con los años ha regresado a mí. Lo ha hecho gracias al ofrecimiento de intervenciones que dialogan con los edificios, normalmente con problemas. La intervención consistía en solucionar el problema que había en la propia arquitectura. Por ejemplo, en la escalera de un teatro, una fachada... incluso la entrada de una biblioteca.Ya sea con cerámica, pintura... Hay una arquitectura fallida que se pude solucionar acelerándola.

–¿En qué sentido se puede acelerar la arquitectura?

–Dándole una aceleración que borre lo fallido y devenga en otra cosa que sorprenda. Por ejemplo, de una escalera que era anodina hago una escalera en la que el espectador, al entrar al teatro, haga un “oooooh”. Este “oooooh”, viene dado porque esa conciencia entra en otro espacio. Esa es la tarea del artista: dar a ver lo no visto por el espectador. Llevarlo no ya a la segunda orilla del río sino a la tercera.

–Supongo que esto no le gustará a los arquitectos.

–Hay de todo. Hay arquitectos que se enervan y otros que lo entienden perfectamente. Como en todo hay de todo: no existen las actitudes uniformes. Pero hay una arquitectura que me interesa mucho: la rehabilitación. Mucha arquitectura hecha anterior al XX hay que rehabilitarla. El mismo edificio que acoge el curso, el Antiguo Hospital Militar, gracias a la rehabilitación devino en otro espacio que hoy es la Escuela de Arquitectura. Esta rehabilitación está muy bien hecha.

–¿En qué se ha inspirado para la impactante imagen del Festival de Música y Danza de este año? ¿Tal vez en alguna de las dos obras musicales a las que acompañan sus creaciones?

–Con Granada más que inspiración hay una voluntad de empatía y estima que viene de muchos años. Es un calendario de soles: una lectura de segundos que al espectador le evocase una celebración. Y aquí, en este caso, celebramos la música y celebramos Granada.

–Es artista residente del Festival de este año pero su relación con la ciudad y con el mismo viene de lejos.

–Agradezco infinitamente la invitación al Festival. Me han hecho artista residente pero siempre me he sentido en casa. A lo largo de estos años recuerdo la presentación del film del único guión inédito de Lorca: Viaje a la luna. Recuerdo mi exposición, a principios de los 90, en el centro de Santa Fe. Y la muestra reciente que se hizo en el Centro Lorca sobre mis fotografías de Baza. También mi primera intervención en el Festival, a principios de los 90, con el coreógrafo Cesc Gelabert con una obra que se llamaba Zum-Zum-Ka. Además el espectáculo hice el espacio escénico, vestuario y dirección de escena que fue Oedipus Rex, en 2001 en el Palacio de Carlos V. De nuevo, hace una semana, Le nozze di Figaro. Y, sobre todo, la gran sorpresa que se está preparando para el día 12 de julio junto a Mahler Chamber Orchestra. He podido pintar El sombreo de tres picos y agradezco profundamente al Festival la invitación.

–Marca ese calendario del cartel su vinculación con la ciudad.

–No, no es una imagen narrativa, son impulsos plásticos. Yo normalmente para hacer un cartel hago 10 o 12 escojo uno y los demás los destruyó. Este fue escogido entre otros muchos impulsos plásticos o poéticos. Aunque no soy yo el que selecciona el cartel sino el cartel el que dice: “Yo soy”. Pero en el caso de Granada tengo muchas luces profundas que me ayudan a esa intuición profunda.

–Su relación con Falla se remonta a mediado de los 90 y su escenografía y vestuario para El amor brujo, un encargo de Víctor Ullate. La orquesta estará dirigida por Pablo Heras-Casado y se trata de una propuesta personal de él. ¿Hay algo que se pueda adelantar?

–Aquí sí que enmudezco. Pero animo a todo el mundo a ir. Estoy muy contento. Ha sido un riesgo al que nos hemos lanzado sin red pero creo que vamos a caer de pie y va a ser una maravilla. La música de Falla ha sido un estímulo providencial. No puedo explicarlo pero confío en que sea una lectura reveladora.

–No es una escenografía, sino una interpretación pictórica.

–Sí, yo agradezco a Heras-Casado la invitación porque es algo muy particular que depende del pálpito profundo del pintor. De alguna manera acompaña a la música como una coreografía. Es una celebración de la pintura pero al servicio de la música. Y la música de Falla permite esto porque tiene una textura casi artesanal, muy bella, que evoca e invita al gesto pictórico, a la caligrafía, al arabesco.

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