La renuncia de Alfonso Díez
El adiós a Cayetana de Alba
El tercer marido de la duquesa no tiene ningún derecho desde ayer.
Alfonso Díez no lo tuvo nada fácil. Fue un absoluto desconocido hasta 2008, cuando comenzó una bonita historia de amor con la duquesa de Alba que le obligó a soportar toda clase de comentarios irónicos. Le costó ganarse la confianza y el respeto de los Alba e incluso de la opinión pública, que lo etiquetó pronto como un cazafortunas, un seductor con intereses poco honestos, y que hoy otorga al que fuera duque consorte una elevada nota.
El destino -solían decir- unió a la pareja hace seis años a la salida del cine. Un reencuentro que permitió que retomaran su amistad, que ya casi se había olvidado y que se inició cuando Alfonso acompañaba a su hermano Pedro, anticuario de profesión y amigo de Jesús Aguirre, al palacio de Liria, muchos años atrás. Desde ese momento se hicieron inseparables e iniciaron un noviazgo que dibujó una feliz sonrisa en la cara de la duquesa y acabó en boda en 2011.
Divertido y muy educado, Alfonso Díez Carabantes era hasta entonces un funcionario de la Seguridad Social, palentino de nacimiento, que había llevado hasta entonces una discreta vida en el barrio de Chamberí de Madrid, en un piso de apenas 90 metros cuadrados. Afable y sociable, a la duquesa le unía su amor por el arte y le separaba 24 años de diferencia. El hasta ahora duque consorte pertenece a una familia de médicos militares de 12 hermanos. Su abuelo fue el dueño de la fábrica de chocolates San Antolín, de Palencia, ciudad en la que se crió, junto a la plaza de toros. Hasta su enlace con Cayetana de Alba su único vínculo con la aristocracia era su ahijada, Rocío Martín, casada con un hijo del duque de Abrantes.
Antes de convertirse en marido y mujer tuvieron que superar muchos obstáculos; el principal, la oposición de los hijos de Cayetana al enlace. Una situación que se salvó con el reparto, en vida, del legado de la aristócrata. La pareja no dudó en firmar un acuerdo de voluntades. Un pacto que incluía la renuncia de Alfonso Díez ante notario a todos los derechos que le corresponderían como duque de Alba tras el fallecimiento de la duquesa. En concreto, el ahora viudo renunció a cualquier tipo de pensión que le pudiera corresponder fruto de su matrimonio, así como al usufructo que pudiera pertenecerle como cónyuge, cualquier título o tipo de honores.
Con el reparto anticipado de la herencia entre los descendientes de la duquesa de Alba, todo quedó bien atado. La pareja silenció las críticas y se unieron en matrimonio el 5 de octubre de 2011 en una ceremonia íntima que tuvo lugar en el Palacio de las Dueñas. Tras la boda, el tercer duque de Alba abandonó Madrid y se trasladó a Sevilla, en cuya sociedad supo integrarse con facilidad.
Díez renunció a la parte legítima de la herencia antes de casarse. Pero hay un tercio de la herencia que es de libre disposición y que Cayetana podría haberle dejado a su marido con quien, según los que la conocieron, se casó por amor.
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