La ciudad y los días
Carlos Colón
El avestruz y los tres monos sabios
Granada año a año
"Los jóvenes sufríamos la inquisición contra el sexo y era tal la influencia de la Iglesia en este tema que más de una noche despertábamos creyendo que estamos ya en las calderas de Pedro Botero". Lo dice el poeta Enrique Morón en un artículo que trata sobre el año 1959. Comenta que por entonces el contacto con las chicas era absolutamente light y "tenías que conformarte con mirarlas desde lejos como si fuesen una beldad". Recuerda el poeta que uno de los pocos entretenimientos que tenían los jóvenes era pasear por el 'el tontódromo', que iba desde la calle Reyes Católicos al final de la Carrera de la Virgen. Enrique Morón tenía 17 años en 1959 y se acuerda de cuando los de su pandilla se paseaban por allí de "arriba abajo y de abajo arriba con el único propósito de ver y ser visto".
Otro observador de la calle, José Luis Delgado, hablando de ese año dice que por aquel entonces la gente se compraba la ropa en Los Olmedo, que anunciaba trajes ligeros y lavables. Para comprar vestimentas estaban también Los Muñecos de la Plaza Bibarrambla, Tejidos Moisés (donde ofertaban los abrigos Loden y las capas) y Paños Ramos en la Plaza del Carmen. "Aunque el que pegó el pelotazo fue Puerto Rico. Ofrecía su traje Vencedor al precio de 699 pesetas. Entregaba una tarjeta que, en combinación con el sorteo de la Once, si te tocaba te regalaban otro traje", dice Delgado. Los calzados se compraban en Garach, los bolsos en Montiel y Pastor, las maletas en Los Madrileños, la vajilla y la cristalería en Establecimientos Álvarez de la calle Mesones y las radios y las afeitadoras Philips-Shave en Molinero Radio. Almacenes Lirola, de la calle Príncipe, vendían medias de cristal a 19 pesetas, las corbatas a 5 pesetas y los sostenes a 6,90. Pero lo más caro que anunciaba era el frasco de medio litro de colonia Sissí que valía 24 pesetas. Había que oler bien por si las moscas y sucedía algo después de practicar con la mirada en el 'tontódromo'. Tras las vueltas domingueras habituales había sitios para repostar y reponer fuerzas tras el esfuerzo de aquellos largos paseos de ida y vuelta. Estaban el Jandilla, Los Marianos o la Cafetería Lisboa, que era del futbolista Pellejero. Las Bodegas Muñoz y la Gran Taberna de la calle Elvira tampoco eran malos sitios para el bebercio. Y para comer estaba el restaurante El Zelúan, de la calle San Juan de Dios, que ofrecía a diario cubiertos a 15 pesetas. Más barato era El Rescoldo y mucho más El Cepillo de la Pescadería, pero por el estilo. De todo eso se acuerda Delgado.
Por las calles pasaban todo tipo de reparadores de objetos que hoy, en tiempos de las nuevas tecnologías, causarían risa: lañadores, lebrilleros, sombrilleros… Y para risa la que causaban los vendedores de altramuces cuando pregonaban "¡al fresco chocho!" o las vendedoras de chumbos: "Los llevo gordos y durses... ¡hay que jigo tengo!".
Ese año es importante para la fisonomía de Granada. Después del ensanche de Recogidas vendría la urbanización de la Plaza Triunfo. En enero de 1959 el Ayuntamiento adopta un acuerdo para remodelar ese lugar y se decide que allí vaya el monolito a la Inmaculada Concepción, que se encontraba en la explanada posterior al edificio de la Escuela Normal de Magisterio, actual sede de la Delegación de Gobierno de Andalucía. En aquel pleno se valoró la importancia del obelisco porque, decía el alcalde, Granada había sido la primera ciudad del mundo que había levantado un monumento a la Inmaculada Concepción, mucho antes de la promulgación del dogma que así lo determinaba. En algo teníamos que ser los pioneros. Ese año se realizó también una suscripción popular para la construcción de la cripta en donde reposarían los restos de Fray Leopoldo. Así que desde 1959 se lleva a cabo la costumbre de ir a visitar al beato todos los días 9 de febrero.
Esa remodelación urbanística también llevaba consigo atender al creciente desmantelamiento de los tranvías. En junio de 1959 dejaron de circular por la calle Reyes Católicos y Gran Vía, quedando en funcionamiento la línea de la Estación de ferrocarril a la Fábrica del Gas -por las calles San Juan de Dios, San Jerónimo, Alhóndiga y San Antón- y la línea de Puerta Real a la Avenida Cervantes. En Europa los tranvías seguían siendo imprescindibles, pero aquí habíamos entendido mal lo que era la modernidad. Debido a que cada vez eran más deficitarios, se desatendió la renovación del parque móvil, el cuidado del pavimento de entrevías y tampoco se contemplaba una ampliación de líneas. Poco a poco los autobuses (más confortables y con más movilidad) fueron ganando terreno hasta dejar definitivamente fuera de circulación a los tranvías. El Ayuntamiento de Granada tenía dos opciones: asumir las pérdidas que ocasionaban o suprimirlos. Eligió la segunda. El último funcionó hasta el 14 de febrero de 1974, día de los enamorados. Ahí se acabó la historia de amor de los granadinos con los tranvías. "Lástima que indocumentados de entonces los liquidaran y no permitieran que Granada fuera una ciudad que los conservara, como muchas ciudades europeas" dice Agustín Castillo, el hombre que más ha llorado la desaparición de ese medio de transporte.
1959 fue un año muy cinematográfico. En marzo vinieron a Granada Glenn Ford y Debbie Reynolds a participar en el rodaje de la película Empezó con un beso. El primero aun con la mejilla dolorida por la famosa bofetada de Gilda y la segunda todavía mojada por Cantar bajo la lluvia. De marquesa de Granada hacía Eva Gabor, que vino a la ciudad de la Alhambra con su cuarto marido. Para la película convirtieron el Carmen de los Mártires en un cortijo andaluz y desde Radio Granada pidieron extras que fueran bien vestidos para participar en la secuencia de una boda en la iglesia de San Nicolás. Hubo tortas por participar en el rodaje.
También se rodó ese año en Granada, más concretamente en Sierra Nevada, Diego Corrientes, sobre la vida del famoso bandolero. Lo interpretaba el galán José Suárez y hacía de enamorada la pasional Marisa de Leza. Debido a unos fuertes vientos en la Sierra se tuvo que suspender durante varios días el rodaje. Durante esos días los granadinos pudieron ver a los protagonistas en el hotel Victoria, sentados y esperando a que los llamaran para ir de nuevo a trabajar.
Aunque la gran producción que se rodó en parte ese año en Granada fue La India en llamas, con Kenneth Moore y Lauren Bacall, la mujer de Humbrey Bogart. Las escenas del tren se rodaron en el puente de hierro de Anchurón, donde se filma una larga secuencia con suspense cuando tienen los protagonistas que cruzar el mismo. También se rueda en Fonelas, Iznalloz, en la estación de Guadix y en los llanos del Marquesado del Zenete. Los llanos de la Calahorra sirvieron para las galopadas del asalto al tren. Así que todos los exteriores de la película fueron granadinos. La verdad es que el rodaje vino muy bien para la zona porque se contrataron a cientos de extras, que pudieron comprobar que vistiéndose de indio se ganaba más que recogiendo garbanzos. A los que morían en el asalto al tren, se les pagaba el doble.
Otra película que dio mucho que hablar y que se rodó en Granada fue Scent of Mistery que fue retitulada como Vacaciones en España. Vinieron a Granada para participar en el rodaje el feo Peter Lorre y otra vez la guapa Eva Gabor. El rodaje tuvo varias localizaciones en la Alcaicería, los jardines del Partal y la terraza del Alhambra Palace. Digo que esta película dio mucho que hablar porque en ella se puso en práctica un invento al que llamaron 'olor o visión', un sistema que permitía oler algunos de los productos que salían en pantalla. Si se enfocaba un rosal el cine tenía que oler a rosas y si se estaba, por ejemplo, pelando una cebolla, en el cine se tenía que oler a cebolla. O sea, que los olores eran parte integral de la historia. Pero el invento no tuvo éxito por las grandes inversiones que requería y porque a veces los olores se solapaban y lo que salía era un inclasificable tufo que hacía sospechar de su origen. Además, no podías ir al cine si estabas resfriado porque no entendías la película. O qué decir si a un actor le daba por quitarse los calcetines.
El rodaje de la película en Granada contó con una anécdota que narró la famosa revista Variety. Al actor Peter Lorre, el feo y el malo de muchas películas, le dio un pequeño infarto en el hotel Nevada Palace, actual Meliá, y fue atendido por el doctor Azpitarte. Fue un infarto de verdad, pero muchos de sus colegas pensaron que era una estratagema más del actor, que tenía fama de buscar excusas para alargar los rodajes y escenas porque él cobraba por días de trabajo.
Para finalizar el capítulo dedicado al cine, ese año vino a rodar a Almuñécar la estrella infantil Pablito Calvo, el niño protagonista de Marcelino pan y vino, la película que había hecho llorar a media España. La cinta que vino a rodar se llamada Juanito, a las órdenes de Fernando Palacios.
La visita del Príncipe
El acontecimiento cultural más importante ese año fue la celebración del centenario de la muerte de Washington Irving, el escritor que despertó en el extranjero las ganas de visitar la Alhambra. Sus famosos cuentos, con extraordinarios pasajes líricos y de misterio, incrementaron hasta límites insospechados el embrujo del recinto nazarí. El escritor norteamericano vivió durante tres meses en 1829 en una estancia del monumento, que le cedió gratuitamente el entonces gobernador de la Alhambra. Nunca una invitación ha producido tantos beneficios. Para honrar la memoria del viajero romántico por excelencia, se montó una exposición en la Casa de los Tiros.
Ese año visitó por primera vez Granada el príncipe Juan Carlos –el emérito de hoy- que se preparaba en la Academia del Aire de San Javier y quiso conocer la ciudad que albergaba la Alhambra. Fue un fin de semana ajetreado porque en dos días el Príncipe, que tenía entonces 20 años, visitó además del monumento nazarí, la basílica de la Virgen de las Angustias, la Universidad, el Colegio San Bartolomé y Santiago y la Silla del Moro, desde donde contempló la ciudad incrustada en el horizonte. También tomó un refrigerio en el Café Granada, donde dicen las crónicas que un limpiabotas le lustró los zapatos. El limpiabotas no quiso cobrarle, pero el Príncipe le dio una buena propina. También comió en la casa del alcalde, pues Manuel Sola acostumbraba a llevar a todos los visitantes ilustres a su vivienda de la Cuesta Gomérez. Una de las noches que el Príncipe pasó en Granada, subió a una zambra en el Sacromonte, donde una gitana le leyó las manos. Seguro que la gitana jamás sospechó que aquel joven viviría de anciano un destierro en Abu Dabi.
En fútbol, el Granada protagonizó una proeza ese año: jugar la final de la Copa del Generalísimo (así se llamaba). Para llegar a ella eliminó al Valencia por 3-1. El portero Piris y el delantero Carranza fueron los más destacados, pero los que lo vivieron en directo (el partido se jugó el 16 de junio en Chamartín) todavía se acuerdan de aquel extraordinario encuentro que hizo el equipo rojiblanco. Tan es así, que los espectadores con sus aplausos obligaron a salir a los jugadores granadinos a saludar cuando se encontraban en el túnel de vestuarios. Vicente era el capitán y dos días después, unos minutos antes de jugar la final con el Barcelona le advirtieron: "A usted le hago responsable del juego duro que haga su equipo. Si ganan, no coja la copa hasta que se la dé el Caudillo. No le dé la mano a Doña Carmen, salvo que ella se la ofrezca...". Vicente, que venía del barrio de Cartuja, se sintió atribulado. El público del Chamartín animó a los granadinos, pero perdieron por 4-1 ante el Barcelona. No pudieron coger la copa ni darle la mano a doña Carmen. A pesar de todo, los jugadores fueron recibidos en Granada como héroes por haber llegado a la final en una temporada en la que luchaban por permanecer en Primera.
Ese año Granada perdió a dos hombres valiosos para el devenir de su propia historia. Murió el ingeniero de montes Fernando Baró Zorrilla, que fue el primero en pedir que Sierra Nevada fuera declarada Parque Nacional en 1916. Y siendo director general de Montes, fue el que otorgó la condición de agentes de la autoridad a los guardas forestales. La otra pérdida, en el mes de julio, fue la de Antonio López Sancho, pintor, dibujante y caricaturista nacido en el barrio del Realejo de Granada en 1891. En 1922 confeccionó, a petición de los intelectuales que impulsaron el Concurso de Cante Jondo, su obra más conocida: un dibujo con 31 caricaturas de los principales participantes en el certamen celebrado en la Plaza de los Aljibes. Lopez Sancho colaboró con el periódico Ideal y terminó su vida laboral en Patria. También murió en el Albaicín una anciana de 110 años, tal vez la mujer más longeva que se recuerda en Granada. La noticia la dieron los periódicos. Su familia –entre hijos, nietos, bisnietos y tataranietos– sumaban casi cien personas.
Entre los natalicios está el del arabista José Miguel Puerta Vílchez, gran conocedor de los códigos de La Alhambra. Una nueva década estaba a la vuelta de la esquina.
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