Adryan, el hipnotizador, visitó Granada

ayer y hoy

En 1920 un listillo hipnotizador recaló en Granada

Hubo que cortar la circulación de tranvías en la calle Reyes Católicos

Al doctor Adryan le aplaudieron ayer y a otros 'hipnotizadores’ los votan hoy

Los hipnotizadores Fassman y Max. / J.L.D.
José Luis Delgado

17 de febrero 2020 - 06:08

Yo no sé cuándo se inicia eso de la hipnosis; creo que es una práctica muy antigua y utilizada por curanderos con fines terapéuticos desde la época de los egipcios. Sí sabemos que la palabra viene del griego hipnos, sueño. Parece que fue a finales del siglo XVIII y gracias a las prácticas de James Braid, el ‘padre de la hipnosis’ y del seudocientífico Antón Mesmer cuando alcanza serio carácter de casi ciencia, seguida después por filósofos, psicólogos, médicos y siquiatras de todos los países, siendo especialmente reconocida la Escuela Rusa de Hipnosis encabezada por Iván P. Pávlov (siglo XX).

Pero este personaje del que hoy hablamos era un ciudadano oriundo de Burgos, desconocemos su nombre auténtico, aunque se hacía llamar Doctor Adryan y era presentado en sus espectáculos y conferencias por el nombrado entonces famoso psiquiatra Charles. Decían que leía el pensamiento a larga distancia sin contacto con el sujeto y que ejecutaba mandatos por telepatía. Era experto en un número que él denominaba Teleadryangraph e invitaba a médicos y científicos a participar en su espectáculo para que dieran fe de sus experiencias.

Escenas de hipnotismo.

Recorría España entera. En noviembre de 1914 hizo su presentación en el Teatro de la Comedia de Madrid, según recoge La Correspondencia de España, con un espectáculo de dos horas de duración que causó verdadero asombro. Lo solía dividir en dos partes; una dedicada a las verdades (amargas) y otra a las mentiras (dulces), según declaraba el propio Adryan que adornaba sus experiencias con amenas conversaciones provocando fuertes aplausos del público. El número más espectacular era el de hipnotizar a algún voluntario de la sala y ver luego cómo volvía a la realidad entre febriles convulsiones.

Hacia 1920 recaló en Granada. Venía de cosechar un notable éxito en el Parque Recreativo de Santa Cruz de Tenerife, según la nota recogida en el diario de la mañana La Prensa. Solo el anuncio de su presentación en la ciudad causó un gran revuelo porque apenas se sabía qué era aquello de la hipnosis pensando que se trataba de “cosa de brujas”.

Calle Reyes Católicos.

Cuentan que hipnotizó a un granadino y lo hizo subir por la calle Reyes Católicos hacia el edificio de Correos con los ojos cerrados y con una vela encendida. Caminaba a ritmo nervioso y hasta escalofriante, dice el cronista. Enseguida le empezaron a acompañar hombres, mujeres y una enorme cohorte de chiquillería arremolinada a su alrededor. Al llegar el hipnotizado a la altura de Correos se hincó de rodillas ante el edificio. Algunos asustados, pensando que aquello era efectivamente cosa de brujas, otros más descreídos, muertos de risa. Los más atrevidos intentaron acercarse al sujeto para tratar de tocarlo y comprobar la veracidad del sueño prometido por el hipnotizador doctor Adryan.

Ante tal tumulto se interrumpió la circulación de los coches y tranvías por la calle Reyes y hasta intervino la policía municipal; y fue tal el revuelo que el hipnotizado asustado soltó la vela y salió corriendo por la calle San Matías entre las risas y el cachondeo de la gente. Ya el doctor Adryan habría cobrado sus honorarios y salió de Granada a toda prisa para buscarse la vida en otros escenarios. Aún así la prensa se deshacía en elogios.

Desgraciadamente no han desaparecido ni los hipnotizadores ni los encantadores de serpientes adornados de fluida verborrea; aquellos que dicen prometer y prometen el oro y el moro haciéndote soñar y al final, como el hipnotizado granadino de la calle Reyes, salen corriendo y nos dejan a dos velas. Lo curioso es que al doctor Adryan lo siguieron aplaudiendo ayer y a los actuales listillos “hipnotizadores”, trileros del encantamiento que prometen sueños, los siguen votando hoy.

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