La Alborea, el tesoro flamenco en el corazón de Granada celebra su primera década

Granada/El palpitar de las palmas y el vibrar de las guitarras han marcado el latido del Tablao Flamenco La Alborea durante una década entera. Este rincón mágico, enclavado en el corazón de Granada, se viste de gala para celebrar diez años de pasión, compromiso y un amor inquebrantable por este tradicional arte andaluz.

Francisco López y Juande Ruiz, dos almas visionarias que se encontraron en el año 2014, sin tener aún una comprensión plena del mundo flamenco, decidieron embarcarse en una aventura única. "Era de los últimos negocios en los que yo pensaría haberme dedicado", confiesa Juande. Sin embargo, su determinación y deseo de crear algo especial los impulsaron a fundar La Alborea, un templo donde el flamenco cobra vida de manera incomparable.

Desde aquellos inicios inciertos, el Tablao Flamenco La Alborea ha labrado su propio camino hacia el reconocimiento y el respeto en el mundo del baile andaluz. "Nuestra reputación habla por sí misma", afirma con orgullo Ruiz, consciente de que en un mundo tan competitivo, la excelencia y el compromiso diario son los pilares fundamentales para el éxito.

"Todo es consecuencia del trabajo bien hecho", interviene Francisco López, el otro pilar fundamental de esta historia de éxito. "Levantarse cada mañana con el objetivo de mejorar, rodearse de grandes profesionales, eso es lo que nos ha llevado hasta aquí", añade con humildad pero con un brillo de satisfacción en los ojos.

El camino hacia esta década no ha sido llano. Altibajos turísticos, desafíos sociales y políticos, y la pandemia del covid-19 han puesto a prueba la fortaleza del tablao. Sin embargo, el espíritu indomable de Juande, Paco y todo su equipo ha prevalecido, emergiendo victoriosos ante la adversidad. "Nosotros queremos que la gente asocie La Alborea con calidad", expresa Ruiz con determinación. "Ha sido un camino difícil, pero siempre hemos mantenido esa visión", agrega López, reflexionando sobre los desafíos superados.

El 1 de marzo marcará un hito en la historia de La Alborea, y para esta ocasión tan especial, han preparado una celebración única. Lola Pérez, la bailaora cordobesa que inadvertidamente se convirtió en su imagen corporativa, será parte integral de esta festividad. Su presencia simboliza el vínculo indisoluble entre La Alborea y la esencia misma del flamenco. "Ella ha sido nuestra imagen por muchos años y por supuesto que tenía que ser parte de esta celebración", añade Juande con una sonrisa que revela la emoción de este reencuentro tan esperado.

La bailaora también nos ha expresado su ilusión de poder participar en este décimo aniversario mencionando que “estoy muy contenta y agradecida de poder estar en el aniversario de La Alborea. Para mí es un placer volver y sobre todo, seguir siendo la imagen de este tablao. Es una casa muy atenta, acogedora y con gente fantástica que se caracteriza por su buen trato, su cariño y su profesionalidad”.

Los espectáculos preparados para el aniversario prometen transportar a los espectadores a través de los más profundos sentimientos del arte flamenco. "Vamos a tener varios artistas, incluso consideramos añadir percusión para enriquecer la experiencia", comparte entusiasmado Ruiz.

Pero La Alborea va más allá de ser solo un tablao flamenco. Sus dos tiendas de souvenirs ofrecen a los visitantes la oportunidad de llevar consigo un pedazo de la magia que se vive en su escenario. Además, su empresa de tours guiados por la ciudad permite a los turistas sumergirse aún más en la rica cultura de Granada.

Francisco López, refleja con emoción y gratitud el viaje de estos diez años. "Me siento muy orgulloso", confiesa. Cada día, él y Juande se levantan con la misma pasión y determinación que al principio, alimentando el sueño que hoy es una realidad palpable.

En este décimo aniversario, La Alborea no solo celebra una década de espectáculos inolvidables, sino también un testimonio vivo del poder del esfuerzo, la dedicación y el amor por el arte flamenco. Es un recordatorio conmovedor de que, incluso en los momentos más oscuros, la luz del flamenco puede guiar el camino hacia la esperanza y la alegría.