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Ascenso de las temperaturas en la provincia de Granada durante el fin de semana
Pasado con presente incluido
Supongamos que usted vive en la calle El Joven Marcelo. O que tiene un amigo en la calle El Beso. O que pasa todos los días por la calle Cobertizo y Faltriquera. O que se acuerda que una vez estuvo en el Callejón del Gato. ¿No les gustaría saber el porqué de esos nombres? La calle El Beso, por ejemplo, en el Bajo Albaicín, tiene relación con una historia muy bonita que pasó en dicha calle a comienzos de siglo pasado. Allí vivía un matrimonio con una preciosa hija a la que adoraban. Un día la niña apareció muerta y se preparó su entierro. Cuando iban a tapar el ataúd en el que sería enterrada, la afligida madre quiso darle a su hija el último beso en la frente. Entonces notó que lejos de la frialdad de la muerte, había calor de vida. Se hizo llamar a un médico que certificó que la niña seguía viva. ¡Era un caso de catalepsia! Desde entonces los vecinos del Albaicín llamaron a aquella calle, que antes se llamaba Conde de Cabra, la del Beso.
En cuanto a la calle Joven Marcelo, en el barrio Divina Infantita, es porque allí vivió un niño a mediados del siglo pasado que a los doce años falleció tras soportar una penosa enfermedad durante siete años con una admirable abnegación. Era hijo de un jefe de la Policía de Granada y los vecinos pidieron que esa calle llevara el nombre del niño. Con respecto a Cobertizo y Faltriquera, una perpendicular a San Matías, donde en otros tiempos vivían muchas prostitutas, se llama así porque había un cobertizo en donde se refugiaban éstas en los días de mal tiempo y que daba paso a una casa en la que se fabricaban faltriqueras, esas prendas que utilizaban nuestras abuelas debajo de los mandiles en las que guardaban cualquier cosa.
Lo del Callejón del Gato tiene que ver con una historia de cuernos que dio lugar a un asesinato. Un hombre mató a un alcalde porque se estaba acostando con su mujer, una bella y casquivana joven que había atraído con sus encantos al referido munícipe. El marido ofendido, antes de que lo detuvieran, se presentó ante la Justicia y confesó su crimen. Durante el juicio el hombre pidió clemencia con una pregunta dirigida a los que estaban juzgándole: “¿Qué piensan ustedes que haría un gato con un ratón que saquea su despensa comiéndose el mejor bocado de ella?”.
Cuenta la leyenda que el burlado marido fue absuelto y que desde entonces llevaría hasta su tumba el sobrenombre de 'El Gato'. El callejón donde vivía quedó nominado de la misma manera.
Granada es una ciudad que cuenta con un callejero muy rico en referencias históricas, sociales y culturales que invitan a la reflexión o despiertan la curiosidad del paseante, sorprendido y nunca indiferente al contemplar el nombre de sus calles. No en vano la nomenclatura de las calles de una ciudad es un fiel reflejo de la manera que han evolucionado sus gentes con el pasar de los siglos. La odonimia o disciplina que estudia el nombre de las vías de comunicación, ya ha tenido varios valedores en Granada. Julio Belza y A. J. Afán de Ribera publicaron sendos tratados con los nombres de las calles de Granada. Pero ahora hay muchas más. Ellos aluden a las calles más céntricas o a la de los barrios más antiguos, pero desde las publicaciones de ambos el número de calles se ha multiplicado por veinte. "Ahora mismo hay en Granada 2.102 calles". Quién da la cifra exacta de las calles, plazas, callejones, cuestas, placetas y demás que hay en esta bendita ciudad de la Alhambra se llama Francisco González Arroyo, que ha dedicado los tres últimos años de su vida, a un ritmo de cuatro horas diarias, a estudiar la nomenclatura callejera granadina. El resultado es un tocho –nunca dicho en plan despectivo– de unas seiscientas páginas que ha sido recientemente editado por Comares y que se llama 'Callejero emocional de Granada'. Paco, así lo llamo desde que lo conozco, hace ya algunos años, ha contado con la inestimable ayuda en esta aventura del profesor de Historia de la Ciencia Mikel Astrain y del licenciado en Historia Juan Antonio Lao Pérez.
La historia del libro también es otra historia. Francisco González y Juan Antonio Lao han desarrollado sus vidas laborales en otras tareas. El primero trabajó en Telefónica y el segundo como técnico de deportes en la Universidad de Granada. Al jubilarse decidieron matricularse en Historia, donde tuvieron como profesor a Mikel Astrain. Los tres se hicieron muy amigos y formaron una tertulia en la que surgió la idea de llevar a cabo un estudio de las calles de Granada. Fue la curiosidad, el querer conocer lo desconocido, el motor que utilizaron para el viaje.
Paco nació en El Fargue en 1944, en un año de muchas privaciones y en un día, el 24 de septiembre, en el que los granadinos sacaron en procesión a la Virgen de las Angustias, "pero no fue por mí, lo juro", dice con cierta ironía. Estuvo en El Fargue hasta que en 1968 entró a formar parte de la plantilla de Telefónica. Fue Bailén, mi pueblo, el lugar en donde tuvo su primera plaza como trabajador de la compañía cuyas acciones fueron llamadas 'matildes'. ¿Se acuerdan de aquella publicidad en la que José Luis López Vázquez llamaba a su mujer para decirle: "Matilde, Matilde, que he comprado telefónicas"? Se prejubiló en 1999 y cuatro años más tarde, con casi 60 tacos de calendario, decidió estudiar Historias. Ahora es doctor en esta materia por la Universidad de Granada y tiene publicadas varias obras, entre las que destacan 'El Fargue (Fructífero y delicioso)', así como 'Aynadamar, de Fuente Grande al Albayzín'. Es uno de los estudiosos que más ha investigado y profundizado sobre la vida y muerte de Federico García Lorca. Hablar con él y no sacar a relucir a Federico, es algo imperdonable.
–Lo que más rabia me da es que nuestro mayor poeta no tenga un sitio digno a donde ir todos aquellos turistas y estudiosos que vienen a ver el lugar en el que están sus restos. Y los que buscan sus restos saben perfectamente que no están en donde los buscan.
También es un estudioso de la fábrica de pólvora Santa Bárbara de El Fargue, sobre la que hizo su tesis doctoral y de la que asegura que es la empresa más antigua del mundo, ya que se fundó en el año 1.230.
Mikel Astrain nació en Pamplona en 1962 pero desde 1987 trabaja como profesor en la Universidad de Granada. Es doctor en Historia y profesor titular del Departamento de Anatomía Patológica e Historia de la Ciencia. Su llegada a esta ciudad también entra dentro de las jugarretas que hace el destino.
–Éramos cuatro amigos que queríamos estudiar juntos y la única Universidad que nos concedió el traslado a los cuatro fue Granada. Yo ni siquiera la conocía.
Mikel era también futbolista, ya que había jugado en el filial del Osasuna. Compaginó sus estudios con el deporte del balón y fue fichado por el Guadix, donde jugó hasta que la edad dijo basta. Él fue el que tuvo la idea y el que alentó a sus dos alumnos, Francisco y Juan Antonio, a escribir 'Callejero emocional de Granada'.
En cuanto a Juan Antonio Lao, nació en Granada en 1956. Es licenciado en Historia por la Universidad de Granada, a la que se vinculó en 1973 y sigue vinculado como técnico superior de Deportes. Actualmente es el coordinador del Centro de Actividades Deportivas de la Universidad.
Los autores del libro me explican que no han partido de cero para hacer la tarea, sino que han bebido de las fuentes de otros estudiosos de la vida y las circunstancias históricas de Granada: Ibn al Jatib, Andrea Navagiero, Gómez Moreno, Velázquez de Echevarría, Enrique de Jorquera, Bermúdez de Pedraza… Además de los dos anteriormente citados: Julio Belza y Afán de Ribera. También, señalan, han pasado muchas horas en los archivos –en el municipal y en el de la Alhambra, sobre todo– en busca de datos que pudieran servir para su trabajo.
Les pregunto por qué lo han llamado callejero emocional y esto es lo que responden:
–Porque pretende transmitir emociones y sensaciones, aunque el listado siga la frialdad impuesta por el orden alfabético. Queremos que la gente sepa del porqué se llama así su calle o quien era esa persona que ha dado el nombre a la misma. A muchas personas les agradará saberlo.
Durante la elaboración del libro han descubierto muchas cosas que pueden pasar por curiosidades, como que Boabdil, que tan importante fue para la historia de Granada, tenga dedicada solo una pequeña calle entre la plaza Bibrrambla y Zacatín. O que alcaldes con tanta trayectoria política en Granada como Antonio Gallego Burín o Manuel Sola no tengan una calle dedicada. O que Franco tampoco tuviera alguna dedicada en la capital granadina. Me lo explica Paco:
–Bueno, Antonio Gallego Burín, para mí un alcalde nefasto, cambió el nombre de Plaza Nueva por Plaza del General Franco. Pero el cambio de nombre fue tan desafortunado que ni siquiera el propio Ayuntamiento, en una reforma llevada a cabo al final de los años sesenta del siglo pasado, lo respetó y en el expediente puso 'Proyecto de remodelación de la Plaza Nueva'. En aquellos momentos era bien visible una lápida de mármol colocada en la casa que hace esquina entre la plaza y la de Cuchilleros en la que estaba esculpido el nombre de Plaza del General Franco. Todavía está la huella de esa lápida.
Más curiosidades que se dan en el callejero. Por ejemplo, el que haya una calle que se llame Ingeniero Ricardo de la Cierva, cuando no hubo ningún ingeniero con ese nombre.
–Se supone que el Ayuntamiento dedicó la calle al ingeniero Juan de la Cierva, el inventor del autogiro, puesto que Ricardo de la Cierva fue un historiador y ministro de Cultura con el gobierno de Adolfo Suárez, además de un apologeta del franquismo. O que se la dedicara a Ricardo de la Cierva y el error estuvo en ponerle ingeniero. No sé.
El a veces poco afinamiento por parte del Ayuntamiento en elaborar la nomenclatura se da en casos como el dedicarle calles a dos ríos que no existen: Zújar y Lecrín. Los autores del libro también han constatado que los profesionales que más nombres han dado al callejero son los periodistas y los médicos, que tienen sendos barrios dedicados a ellos. Así como que haya muchos nombres de localidades murcianas:
–Esto nos ha llamado mucho la atención. No parece tan raro que haya calles dedicadas a localidades murcianas con cierta envergadura como Cieza o Puerto Lumbreras… ¡pero hay hasta nombres de aldeas muy pequeñas murcianas como Abanilla! Eso, nos figuramos, es que hubo un gobernador con raíces murcianas y se dedicó a poner nombres de pueblos de su provincia.
Los autores del libro han contabilizado que diez nombres de calles llevan el antenombre de 'Acequia', tres el de 'Agua', siete el de 'Aljibe', seis el de 'Almona’, tres el de 'Hornillo', trece el de 'Horno', doce el de 'Jardines' y siete el de 'Molinos'. Así como que hay 32 nombres con 'José' o 'Joselito' y 30 con 'Juan', 'Juana' o 'Juanillo'.
Paco cree que es un error esperar a que un personaje se muera para dedicarle una calle.
–Yo creo que debían de dedicárselas en vida y si es posible que la persona pueda asistir a la inauguración. En Granada solo hay un lugar con nombre de una persona viva: la placeta dedicada a Antonina Rodrigo. Antes se llamaba Placeta del Gallo pero le han cambiado el nombre por esta escritora que vivió allí y que ahora vive en Barcelona.
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