Miguel Ángel López Zúñiga, doctor Coraje

Pasado con presente incluido

Nació con una meningitis que le produjo una parálisis cerebral y gracias a su afán de superación el año pasado fue el MIR con mejor expediente académico

Hoy es un médico muy comprometido con el acoso escolar porque él sufrió en sus propias carnes ese problema en el colegio

Miguel Ángel López Zúñiga, durante la entrevista.
Miguel Ángel López Zúñiga, durante la entrevista. / A. C.
Andrés Cárdenas

03 de marzo 2019 - 00:20

A Miguel Ángel ya no le preocupa su pasado lleno de momentos difíciles, sino su futuro como médico y como persona. Después de todo lo vivido, solo le interesan los pacientes que tiene que ver el próximo lunes cuando acuda a la planta en el Hospital de Jaén. Atrás han quedado los años de lucha por aminorar las secuelas de su enfermedad y aquellos momentos en los que era acosado por sus compañeros de colegio cuando le decían 'el langui', o cuando lo imitaban andar, le agredían y lo llamaban a altas horas de la madrugada para insultarlo o meterse con él. Atrás han quedado muchas cosas y ahora sólo le queda un futuro prometedor por recorrer.

Son las diez de la mañana. Es domingo y Miguel Ángel está desayunando con su novia Noelia en una cafetería. Allí he quedado con él para que me cuente su vida, que me parece una historia digna de sacar en papel o contar a los lectores. Como adelanto diré que Miguel Ángel nació con una meningitis que le causó una parálisis cerebral y que hoy, gracias al esfuerzo y afán de superación, es un joven médico que obtuvo el premio al mejor expediente MIR de Andalucía el pasado año y que ha publicado dos libros que empiezan a tener su eco dentro y fuera del ámbito sanitario. Cuando me siento a hablar con él, lo primero que le explico es que la serie que estoy escribiendo para este periódico va de personas mayores que están de vuelta de la vida y que tienen un pasado que contar, pero que con él he querido hacer una excepción porque creo que los lectores merecen saber su ejemplo si desean superar cualquier dificultad que hayan encontrado en sus vidas. Él me sonríe con la sonrisa que la naturaleza pone en los corredores de fondo que llegan a la meta, aunque él es consciente de que "la única meta, es la propia vida". Tiene la catadura propia de un joven satisfecho con su existencia, que trabaja en lo que le gusta y que está enamorado de Noelia, una residente de Pediatría que nada más empezar a hablar nos pide que la disculpemos porque tiene que irse a resolver unos asuntos. Está claro que es una chica inteligente que quiere dejarnos solos. Miguel Ángel la despide con una de esas sonrisas beatíficas de la que hablaba antes, pero ahora con el tono que produce la ternura.

Con el presidente del Colegio de Médicos de Jaén y el presidente del Consejo Andaluz de Colegios de Médicos.
Con el presidente del Colegio de Médicos de Jaén y el presidente del Consejo Andaluz de Colegios de Médicos. / A. C.

Los gestos de Miguel Ángel son pausados y la entonación de su voz acusa las secuelas causadas por la parálisis que sufrió. También sus movimientos son más lentos y sus reflejos no son los de un antílope. Nunca podrá ganar una carrera de cien metros lisos y posiblemente le costará mucho trabajo ensartar una aguja porque las habilidades que llamamos minuciosas no están en su lista de destrezas, pero sus mensajes son tan claros, meditados y directos que el mismo Immanuel Kant se sentiría atraído por sus razonamientos.

Mientras la emprendemos con las tostadas, me cuenta que desde que vive en Jaén se ha hecho un gran aficionado al mundo del aceite y dice que para él ya es un elemento vital. Yo le hablo de que recientemente he tenido una experiencia hospitalaria cuidando a mi hermano enfermo y tengo la duda de si es mejor ser atendido por un médico joven, con mucha ilusión y con muchas ganas de aprender o por un médico con muchos años de experiencia que ya está harto de ver a enfermos.

En plena faena en el Hospital de Jaén.
En plena faena en el Hospital de Jaén. / A. C.

–Lo mejor es que te atienda un médico con experiencia pero que no esté demasiado quemado. Esta es una profesión muy bonita, pero rodeada de presiones y burocracia, que queman mucho.

ALCANZAR ETAPAS

Miguel Ángel nació en Granada en 1990. Debido a una bacteria en el canal del parto de su madre nació con una meningitis que le provocó una parálisis cerebral. Sus padres, Miguel Ángel y Lourdes, médicos los dos, enseguida se dieron cuenta de que el hijo recién nacido tendría problemas en el desarrollo. Y como conocedores de los estragos que podía causar la enfermedad en su hijo, se pusieron manos a la obra.

–Sin duda a ellos les debo todo lo que soy. Gracias a sus estímulos y a las muchas horas de rehabilitación poco a poco iba alcanzando las etapas de los niños normales. Seguramente otros niños en mi misma situación esa recuperación no habría podido llevarse a cabo. Mis padres eran médicos y sabían bien el alcance de la enfermedad y cómo paliar sus efectos. Lo que no sabían eran las secuelas que podían quedarme.

Durante los primeros años de su infancia no hubo problemas en cuanto a su integración escolar. Él, aunque más tarde que los demás, iba alcanzando las etapas previstas en su desarrollo. También en el ámbito cognitivo. Él aprendería a andar ("me incentivaban con gusanitos; si no me caía, uno; si me caía una vez, medio; si me caía dos, un cuarto…"), a hablar o a montar en bici más tarde que los niños normales. Pero la duda estaba instalada en el ambiente familiar en el que se movía: ¿podría algún día Miguel Ángel estudiar? ¿No sería uno más de esos discapacitados a los que la sociedad les asigna el papel de desplazados? Solo el tiempo tenía la respuesta.

La primaria la cursó en el Colegio Sierra Elvira y en el quinto curso se mudó al pupitre del Granada College. Y es ahí donde surgieron los problemas porque había compañeros dispuestos a amargarle la existencia y a que no olvidara su paso por el centro. Lo que hoy se conoce por acoso escolar y del que él se ha hecho un experto.

Con el equipo de baloncesto que entrenaba.
Con el equipo de baloncesto que entrenaba. / A. C.

Uno de cada diez niños sufre acoso escolar, y el que lo niegue es un mentiroso o un cobarde. Esto es un asunto muy serio. Mientras eres muy pequeño no hay problema. Es a partir de los diez años o así cuando los niños empiezan a competir: yo soy más rápido y más fuerte y tú más lento y más torpe. Así que el niño que tiene una cierta discapacidad lo pasa muy mal durante ese tiempo. Yo también lo pasé mal, aunque los auténticos disgustos por acoso los sufrí a partir de Primero de ESO. Eran ataques e insultos constantes, tanto físicos como psicológicos. Fue una etapa dura y muy compleja. Me pegaron, me insultaban y me llamaban a altas horas de la madrugada solo para despertarme y meterse conmigo. Era insoportable. Fíjate que desde entonces cuando son las diez apago el móvil y no lo enciendo hasta por la mañana; no por miedo, sino porque comprendí que hay ciertas horas que uno se debe a sí mismo. Se ha convertido en costumbre, jejejeje.

Miguel Ángel me cuenta que sus padres se plantearon cambiarlo de colegio, pero él no lo permitió, primero porque se sentía arropado por los profesores y segundo porque si se iba, era una victoria para sus acosadores, y eso era lo último que podía ocurrir: él era un luchador nato. También me cuenta que en su alma no ha anidado el rencor ni el odio hacia aquellos compañeros que le hicieron la vida imposible.

En su graduación como médico.
En su graduación como médico. / A. C.

–El no perdonar nos hace más daño que el propio acoso porque nos impide avanzar. Pero seamos consecuentes, no vale callar y perdonar, hay que defenderse, denunciar y luego perdonar –señala antes de contarme que un día, ya en la universidad, que estaba ingresado en el hospital fue el cabecilla del grupo de acosadores a llevarle bombones:

–Me dio los bombones y me deseó una mejoría. Ya no lo he vuelto a ver más. Asunto cerrado.

LA DUDA

Miguel Ángel fue un estudiante tipo bueno pero moderado: entre notables anduvo la cosa. Cuando terminó el colegio y le tocaba entrar en la universidad, no sabía qué estudiar. Su cabeza se debatía entre el triángulo Arquitectura, Informática y Medicina.

–Fue José Manuel, el psicólogo del centro, el que me hizo ver claramente mi opción por la Medicina. Él me guió para que yo solo me diera cuenta de que lo que verdaderamente me llenaba era ayudar a la gente, y Medicina era la que más se acercaba a ese objetivo. Mis padres en ningún momento me animaron o me desanimaron a la hora de elegir Medicina, me dejaron que yo eligiera libremente.

Tiene la catadura propia de un joven satisfecho, que trabaja en lo que le gusta y está enamorado

Miguel Ángel estudió la carrera en Granada, hizo el MIR y eligió la especialidad de Medicina Interna. Actualmente es residente en el Complejo Hospitalario de Jaén. Ahí lleva cuatro años, tiempo suficiente para entender que la vida a veces nos lleva por caminos que crees que nunca vas a recorrer. Le pasó cuando decidió escribir un libro titulado Medicina para no médicos.

–La idea me la dio el humorista Santi Rodríguez, que lo tuve como paciente. Me dijo que había entendido muy bien lo que padecía gracias a mis explicaciones, sin esas palabras técnicas y médicas que a veces utilizamos en demasía los médicos. Y me aconsejó que escribiera un libro sobre eso. Al principio no me creía capaz, pero poco a poco fue calando en mí la idea. Y lo hice. Me inventé unos personajes y a ellos les explico con palabras llanas términos y dolencias que a veces resultan incomprensibles para los pacientes. El libro lleva unos meses publicado y la recaudación va destinada a la lucha contra el acoso escolar de la mano del Instituto Andaluz para la Prevención del Acoso Escolar (IAPAE).

En su graduación como médico 5. Con el humorista Santi Rodríguez.
En su graduación como médico 5. Con el humorista Santi Rodríguez. / A. C.

El segundo libro que Miguel Ángel ha escrito se llama Antibioterapia empírica, va dirigido a médicos y en él intenta explicar cómo utilizar de forma idónea los antibióticos.

–Somos el país de Europa que más antibióticos consume y no siempre de manera idónea, lo que provoca la aparición de resistencias a estos medicamentos, es decir, las bacterias, poco a poco, se están haciendo más fuertes y difíciles de combatir. En este libro pretendo sentar las bases de cómo prescribir un antibiótico cuando aún desconocemos el germen que provoca la infección. Como médico internista comencé dando charlas sobre este tema y a la cuarta charla o así me dije que lo mejor sería escribir un libro y explicarlo.

Miguel Ángel dice que se siente bien trabajando en el Hospital de Jaén, un centro pequeño en el que se conocen casi todos y que le permite investigar dentro de los pocos recursos con los que cuenta. Allí pasa sus días hasta que termine su residencia y encuentre trabajo en ese u otro hospital. El pasado año ganó el premio del Consejo Andaluz de Colegios de Médicos al 'Mejor Expediente MIR'.

–Bueno, el mejor de los que se presentaron. Seguro que había mejores expedientes que el mío, pero no lo presentaron al premio –dice en ese tono de humildad que impone el sentido común.

Al recibir el premio, no dudó ni un instante en hablar de la discapacidad:

–No podía dejar la oportunidad para dar las gracias y mandar un mensaje de ánimo a muchas personas que son o conviven con personas como yo, discapacitados. Nunca bajéis los brazos, nunca dejéis de empujar porque empujando llegaréis donde nunca imaginasteis llegar.

PASIÓN POR EL BALONCESTO

Resulta agradable la charla con Miguel Ángel. Una hora con él y te das cuenta de que tienes delante a una persona que se ha labrado su presente a base de tesón y esfuerzo. Ama la Medicina y se siente bien intentando ayudar a la gente. Eso lo tiene claro. Lo único que hay confuso en su mente es su futuro.

–Mientras que haces la residencia sabes que tienes estabilidad laboral. Pero ahora te enfrentas a un abismo porque no sabes el sitio en el que vas a trabajar ni el tiempo que lo vas a hacer. Ahora las opciones están cambiando pero a veces los contratos que te dan son de un mes o, a lo sumo, dos. Y tienes que cogerlos. Yo creo que eso de trabajar sin saber si te van a renovar o no incide directamente en el rendimiento del trabajo.

Mientras su futuro llega, vive cinco días en Jaén y los fines de semana viene a Granada a estar con su novia, sus padres y su hermano, con el que se lleva genial. Dice que además de leer mucho, le gusta correr, montar en bici, ir al gimnasio y ver baloncesto, su gran pasión.

–El baloncesto me salvó en los años en que lo pasé mal. Me hice entrenador del club Smilo, que pertenece al Padre Suárez. Allí era realmente feliz y se me olvidaban los problemas que me ofrecía la realidad. Estuve casi diez años, hasta que lo tuve que dejar por incompatibilidad con los estudios. Hay una anécdota de aquella época, y fue un día en que llegué muy enojado a un entrenamiento y les dije a los jugadores que tenía un mal día, que no me cabrearan más. Uno de ellos, a los pocos minutos de iniciar el entrenamiento, me dijo: "No tendrás tan mal día cuando estás riéndote a carcajadas". Así era. Allí no podía sentirme infeliz.

Dice que, además de sus padres, hay muchas personas claves en su vida que le ayudaron cuando más lo necesitaba. En el colegio estaba el psicólogo, Juan Manuel, que lo apoyó en los momentos de desazón y le ayudó a encontrar un determinado camino, y don Ubaldo, un profesor que "me apretó tanto las cuerdas como me enseñó a pensar", entre muchos otros, como Juan Pedro, con quien tuvo el honor de compartir mesa cuando presentó Medicina para no médicos en FNAC. Tampoco puede dejar de nombrar a quienes le dieron una nueva vida de la mano de un balón de baloncesto.

–Ahora pienso que he tenido mucha suerte en la vida, tengo una gran familia y mucha gente que me quiere. Y un trabajo que me gusta. No puedo pedir más.

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