Andrés Vázquez de solaEl pintamonas irreverente
pasado con presente incluido
Pasó de pintar viñetas en el 'Patria' a trabajar en un periódico satírico francés de un millón de ejemplares
Estuvo exiliado en Francia casi 30 años y ahora vive en Monachil
Tiene 90 años y el pasado martes presentó su último libro: 'Vida y milagros de Jesulín de Nazaret'
Sus actividades (pintor, caricaturista, periodista, escritor...) no parecen concordar unas con otras, pero todas ellas están sólidamente cosidas por el hilo de la decencia y la perseverancia. Su trabajo ha hecho en ocasiones temblar a gobiernos y a políticos mamarrachos y su honestidad en el campo ideológico le otorga un exquisito engarce unitario a su personalidad de hombre de izquierdas de toda la vida. "He hecho todo lo posible por no venderme nunca, y eso me ha acarreado muchos problemas", dice. Este Andrés Vázquez de Sola mítico, furibundo, irreverente, angelical, perverso, tierno, ateo, anarquista, este maestro del dibujo, tiene el cuerpo aun lleno de vitalidad y eso le imprime resortes insospechados cuando ve a algún amigo o conocido, que se levanta a saludarlo como si viese a alguien que lo va a salvar del aburrimiento. Su voz es clara y diáfana y sus respuestas siempre están revestidas de esa disposición de ánimo que culmina con la risa. Y esto es lo que ha escrito en su último libro: "Me considero una persona cortés con las demás personas y, por tanto, respetuoso con quienes creen en cualquier dios, en cualquier doctrina, en cualquier partido político o en cualquier otra superstición de las muchas aún en vigor. He sufrido en mis propias carnes lo suficiente por expresar las ideas que me son propias, como para no desear a nadie ser víctima de sus propias convicciones, de sus enajenaciones o sus delirios".
El encuentro del veteranísimo dibujante (dentro de poco cumplirá 91 años) con el veterano periodista cuya edad la podrán calcular mirando la fotillo de arriba (si usted está leyendo el periódico de papel), sucede en el Centro Federico García Lorca de la plaza de la Romanilla, donde el entrevistado presentará un libro. Esta leyenda viva del humor gráfico anda derecho como un palo y no necesita garrota para ir de un sitio a otro. Acude a la cita con jersey y camisa amarillos. "¿Sabes por qué me he puesto este color? Para reivindicar la libertad de los presos políticos catalanes. Si me preguntas si considero que son presos políticos, te diré que sí porque están en la cárcel por defender unas ideas que tienen mucho que ver con la política. Otra cosa es que lleven razón", dice.
Póker de andreses
Cuando dos conocidos periodistas se juntan salen a relucir viejas batallitas y nos acordamos cuando en La Tertulia organizaron un acto para hablar del humor en la literatura y en el periodismo e invitaron, además de a Andrés Vázquez, a Andres Neuman, a Andrés Sopeña y a un servidor. Alguien tituló la crónica que salió en los periódicos como Póker de andreses. Mi entrevistado en esta ocasión, un viejo amigo, es una persona que tiene la risa adherida a su personalidad. A menos que te lo esperes se deshace en risotadas enseñando una dentadura maltrecha por los años que castañea el regocijo y la amabilidad. Es irónico y libre hasta la insolencia. La reunión tiene lugar en un mostrador que amablemente nos deja que utilicemos una joven trabajadora del centro y a los cinco minutos hay unos turistas que nos preguntan si pueden ver el museo.
-Hace usted bien en pregun tarnos porque debemos tener cara de funcionarios, pero mejor es que le pregunte a aquella chica- dice Andrés soltando una de sus risotadas.
Y allí empezamos a hablar. Andrés Vázquez de Sola nació en la localidad gaditana de San Roque, pero de niño se vino a estudiar al Colegio del Sacromonte de Granada. "Mi familia era de orden y de derechas, pero yo nací rojo", dice. Era un adolescente cuando comenzó a dibujar para el periódico Patria. Firmaba sus viñetas con el seudónimo Charadez. "Es curioso, pero cuando más libre me he sentido fue cuando colaboraba con el Patria, que era un periódico del Movimiento. Allí me dejaban dibujar lo que quisiera". Luego se fue a Madrid y ahí empezaron los problemas con la censura. Colaboraba con el diario Madrid y con un programa de televisión que se llamaba Noche del sábado. "Yo tenía que dibujar en diez segundos al invitado del programa. Los realizadores a veces me gastaban bromas y me decían que tenía que dibujar a un participante y cuando ya tenía en la cabeza cómo lo iba a hacer, me presentaban a otro. Aquello era un sinvivir. A veces llamaban televidentes para decir que me fuera a ensayar dibujos a mi puta casa", dice antes de soltar una sonora carcajada. En el diario Madrid hizo un dibujo que la censura consideró inapropiado y se tuvo que ir a Francia. "Fue el padre de Forges, que era regidor en televisión, el que me avisó de que me iban a detener. Así que salí por pies y me fui a París". Eso fue en 1959. Tal era su desamparo económico en la capital gala que se ve obligado a dormir bajo los puentes del Sena. Hasta que hace una serie de dibujos que titula La gran corrida franquista y consigue publicarlos en el Le Canard Enchainé, el periódico satírico más famoso de Francia, con una tirada de más de un millón de ejemplares. Y allí triunfa, al tiempo que se radicaliza su postura contra el franquismo y se afilia al entonces clandestino Partido Comunista de España. Es en Francia donde encuentra la libertad para dibujar que no había encontrado en España. "Caí en el mejor momento de Le Carnard, que se vendía como rosquillas. Allí pude trabajar en total libertad. Podías decir de todo, excepto palabrotas y faltar a la verdad objetiva". Allí dibuja, además de para Le Canard Enchainé, para Le Monde, para Le Monde Diplomatique y para L'Humanité. Publica libros, realiza numerosas exposiciones personales y colectivas, colabora en programas de radio y televisión. En 1972 en Bordighera, Italia, recibe la codiciada Palma d'Oroy y el Nasreddin Hoca, en Turquía, en el año 1974. Su vida se estabiliza.
Vuelta a España
Andrés utiliza un humor punzante y dificultoso, macerado también en la ternura, que usa con la misma maliciosa intencionalidad de una navaja albaceteña. Consagrado ya para el dibujo satírico y político, potencia cada vez con más fuerza otra de sus vertientes, la de pintor. Y es así que pasa del pequeño al gran formato, creando obras en las que poco a poco depura su estilo personal.
En 1975, al día siguiente de la muerte de Franco, Andrés Vázquez vuelve a España. Poco después varios periódicos le piden que trabaje con ellos, pero sus colaboraciones duran menos que el sueldo de un jubilado. "Es que no era un vendido. Me aconsejaban que cambiara de línea ideológica para poder publicar, pero yo no podía". Hizo unos dibujos contra la incorporación de España a la OTAN por los que el PSOE le pedía seis años de cárcel y un día. "Al juez le conté un chiste y me soltó". Andrés Vázquez es de los que ve un charco y allí se mete. Su incisiva campaña contra la OTAN y sus consecuencias le dan derecho a decir que "pertenecer a ese organismo es una inmoralidad, ese es el causante de que haya tanto terrorismo mundial". En 1993 escribió un libro que se titulaba Mi tío Fray Diego que hizo dimitir a una directora del Centro del Libro y la Lectura porque consideraba su contenido "humillante contra la religión". Pero él no cambia sus ideas por nada del mundo. "Creo que el deber de un periodista o de un creativo es decir todo lo que piensa, con total libertad. Yo respeto más a un franquista que sigue sus principios que, por ejemplo, a un comunista que se vende, aunque no conozco a ninguno". Piensa que la censura no se ha acabado y que ahora hay más que nunca porque se puede decir muchas cosas, pero no verdades como puños. "Sobre todo lo que hay más es autocensura, que es peor". Furibundo antimonárquico, muchos de sus dibujos los ha empleado para ridiculizar a los miembros de la realeza. "No pienso en la República como en la panacea universal. Ni todas las repúblicas son absolutamente buenas ni todas las monarquías, su antítesis, totalmente abominables. Ser republicano es, simplemente, una manifestación de dignidad", dice.
Un museo para el dibujante
Cuando deja de publicar en los periódicos, se dedica a pintar y a hacer exposiciones monográficas. Cambia de registro pero no de ideas. Siempre inquieto ante el poder se ha convertido en un alma perdida que aboga por la dignidad de las personas. En 1986 es cuando decide afincarse en Monachil con su esposa Angélica Carmenate, que se ha convertido en una fiel colaboradora de su obra. "Ella me organiza y me ayuda a llevar a cabo mi trabajo". En el año 2014 le dan la Medalla de Oro de Andalucía, lo que le convierte en una persona que se enorgullece de sus raíces. "Cuando me preguntan siempre digo que soy andaluz, antes que español". Mi tocayo apoya sin reservas las manifestaciones de jubilados porque "cuando se es viejo ya nada se tiene que perder. A mí, si me matan me libro de una agonía".
Vázquez de Sola tiene más de 1.500 caricaturas, miles de dibujos y cientos de cuadros. Además de un montón de documentos sobre personas famosas a las que ha conocido. "Están construyendo un museo San Roque que contendrá toda mi obra. ¿Sabes lo que me tiene inquieto? Pues morirme antes de que se inaugure".
-Verás cómo eso no pasa. Yo estaré contigo en la inauguración.
Y entonces él suelta otra de sus rotundas carcajadas.
También te puede interesar
Lo último