Anfibios, termómetro del cambio climático
Los cambios de temperatura, de humedad y en sus hábitats más las nuevas enfermedades han acabado con más de 200 especies Una de cada tres están en peligro de extinción
AÚN es pronto para conocer el verdadero papel del cambio climático en el declive generalizado de los anfibios. Pero parece claro que, a medida que conocemos más sobre sus efectos, podemos afirmar con rotundidad que el calentamiento global será sin duda la amenaza más seria a la que deberán enfrentarse estos grandes supervivientes de piel húmeda y ojos saltones.
La mayor pérdida de anfibios de Europa ocurrirá, previsiblemente, precisamente en la Península Ibérica, donde la mayor parte de las especies desaparecerán como consecuencia de la aridificación que se producirá y que nos asemejará al norte de África. Por esa razón, Andalucía oriental es una zona especialmente sensible al cambio climático ya que la duración de los hábitats acuáticos es más corta y son menos abundantes, a lo que hay que añadir la transformación agrícola de amplias zonas de las provincias de Almería y Granada.
Los anfibios constituyen el primer grupo de vertebrados que ocupó con éxito el medio terrestre. Los actuales son especies supervivientes al cambio climático que se ha producido en los últimos miles de años pero ahora están amenazados seriamente por los cambios acelerados que estamos viviendo.
Etimológicamente, anfibio significa doble vida, apelativo que describe uno de los rasgos más notables de este grupo de vertebrados: a su fase larvaria, generalmente acuática, le sigue una fase adulta netamente terrestre a la que llegan por medio de una metamorfosis aunque en muchos casos siguen ligados al agua debido a sus mecanismos de reproducción y desarrollo.
Los anfibios son quizás el grupo de vertebrados más sensible al cambio climático. En primer lugar porque su piel es extremadamente permeable y sus huevos no tienen pared protectora. La exposición directa con el suelo, agua y luz solar los hacen muy vulnerables a la absorción de sustancias tóxicas a través de la piel, lo que los convierte en verdaderos termómetros de la salud de la tierra.
Al ser animales de sangre fría, no son capaces de producir calor propio para mantener la temperatura entre límites constantes y su temperatura corporal depende en gran parte de la temperatura exterior.
Algunos de los efectos del cambio climático sobre los anfibios son ya evidentes. Por ejemplo el adelanto de la reproducción, motivado por el aumento de la temperatura, hace que los anfibios estén más expuestos a las heladas tardías, por lo que muchos animales mueren congelados al inicio de la estación reproductora. También, el aumento de las temperaturas provoca en muchas zonas la desecación temprana de las masas de agua, con la consiguiente muerte de las larvas que no tienen tiempo de completar su metamorfosis. Además, el aumento de la temperatura del agua provoca una adelanto en el desarrollo larvario, lo que hace disminuir la talla de los ejemplares recién metamorfoseados, comprometiendo su supervivencia.
Por otro lado los anfibios sufren intensamente los efectos de otros motores del cambio global, como la destrucción o fragmentación de hábitat o la contaminación del medio acuático en que se desarrollan.
El nuevo escenario climático puede facilitar indirectamente las epidemias de enfermedades infecciosas que ocasionarían declives poblacionales muy rápidos y, en ocasiones, extinciones de especies. Es el caso de la quitridiomicosis provocada por un hongo que está originando una mortandad elevada en muchas poblaciones de anfibios. El hongo mata a ranas y sapos principalmente en las regiones montañosas frescas o durante el invierno. Parece que el cambio climático podría estar elevando las temperaturas en las zonas altas de montaña de latitudes templadas, haciendo que estos ambientes, antaño demasiado fríos para el desarrollo de este hongo, resulten ahora un ambiente más adecuado para su crecimiento. La enfermedad es la bala que está matando a muchos anfibios pero el cambio climático es quien está apretando el gatillo.
Los anfibios, por sus particularidades fisiológicas y ecológicas, constituyen uno de los grupos de fauna más sensibles a los efectos del cambio global en Sierra Nevada. En los últimos años se han estudiado diferentes aspectos de su ecología relacionados con la temperatura y la disponibilidad hídrica en el Observatorio de Cambio Global de Sierra Nevada. Los datos obtenidos permiten inferir cambios en las comunidades de anfibios nevadenses entre los que destacan: un desplazamiento en altitud, mayor competencia entre especies que se reproducen en medios permanentes, modificaciones en el tamaño de los metamórficos y expansión de enfermedades emergentes.
En el seguimiento realizado de los anfibios presentes en el macizo nevadense durante las tres últimas décadas, se han observado cambios en la distribución de las especies. De las especies estudiadas, tres muestran un claro patrón ascendente superior a 100 metros (sapillo pintojo, sapo y rana común), dos no muestran un patrón definido (sapo partero bético y sapo corredor) y otras dos han tendido a rarificarse y desaparecer (rana meridional y sapillo moteado ibérico). Para el sapo partero bético y el sapo común existe un claro retardo fenológico conforme ascendemos en altura que está claramente relacionado con la temperatura.
A nivel general, mientras que las poblaciones de alta montaña podrían verse beneficiadas por un aumento de la temperatura, las de baja y media montaña corren serio riesgo de desaparecer, especialmente las que utilizan medios temporales.
Metodología:
Muestreos en lugares de reproducción y puesta, observación directa y recorridos nocturnos con paradas de escucha.
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