Antonio Ros, Premio Nacional de Matemáticas: "Algo tiene que estar pasando para que esto ocurra en Granada"
UGR
Llegó de Lorca con 17 años y desde entonces ha desarrollado una carrera que ha ido de la mano del florecimiento de su disciplina en la UGR
En un sencillo despacho del Departamento de Geometría y Topología de la Facultad de Ciencias espera Antonio Ros Mulero (Frontignan, Francia, 1957). Hace apenas unos días recibió el Premio Nacional de Investigación Julio Rey Pastor, el más prestigioso galardón que se concede en España, y que le coloca como uno de los científicos preeminentes en la actualidad. Con 17 años llegó a esta misma Facultad desde la localidad murciana de Lorca, de donde es originaria su familia. Aquí, en la Universidad de Granada, ha sido capaz de desarrollar una carrera investigadora de primer nivel, que ha trascendido las fronteras nacionales y permite hablar de un referente internacional en el área de la Geometría.
En Lorca comenzó su formación matemática en el instituto Ibáñez Martín. Ros reconoce que no se recuerda como un estudiante especialmente brillante. "No destacaba demasiado". Algo más verían los demás cuando lo enviaron primero a la Olimpiada Matemática regional y posteriormente a la fase nacional, a Madrid. En este periplo le acompañó otro profesor de la UGR, Pascual Jara, del Departamento de Álgebra.
"Para un muchacho como yo, de pronto esa posibilidad" supuso una revelación para el jovencísimo Ros. Ir a Madrid permitió establecer los primeros contactos, "con gente de distintos lugares, pero con algo común", el interés por las Matemáticas que ya había germinado en el lorquino gracias, posiblemente, al referente que tuvo en su tío Francisco Ros, profesor de instituto. Hoy uno de los institutos de Lorca lleva el nombre de Francisco como homenaje a su trayectoria docente y a su dedicación a las Matemáticas.
En aquellos años se establecía una división un tanto artificiosa entre el alumnado que elegía la rama de Ciencias y la que optaba por las Letras. Antonio estaba en el primero. Recuerda que cuando le tocó decidir, optó por estudiar Matemáticas en la Universidad de Granada. Entonces no había tantos centros universitarios en los que poder estudiar esta disciplina y, además, tradicionalmente Granada se nutría de estudiantes de regiones cercanas, como es el caso de Murcia. Llegar a Granada supuso "descubrir" la ciudad y su Universidad. Ahora, en su parco despacho, rememora aquella época, en la que las salidas para licenciados en Matemáticas se centraban en la docencia. "A día de hoy hay otras salidas", apostilla el investigador, que destaca el papel transversal de esta ciencia en distintas áreas.
En las tres décadas de experiencia docente, Ros ha sido testigo del cambio sustancial que se ha vivido dentro de las aulas dedicadas a estos estudios universitarios. Siempre han surgido "gente excepcional" a la que le gustaba esta disciplina, pero también ha habido promociones en las que alumnos reconocían que habían entrado en Matemáticas "porque no tenía demanda" y la nota de corte era más o menos asequible. "Eso pasó. Ahora es lo contrario". El incremento en la nota de corte ha conllevado que la "criba es más fuerte" para entrar en una carrera que "no sabe dónde te puede llevar, pero si tienes capacidad, es fácil pensar que puedes encontrar" trabajo.
A su experiencia como docente se une el desempeño como uno de los promotores de que Granada contara con su propio Instituto de Matemáticas (IMAG). Fue su única incursión en el terreno de la gestión y Ros compara aquello con los pasos que ahora se dan para traer a Granada la Agencia Española de Supervisión de la Inteligencia Artificial (AESIA). "No es nuevo". "Hace años" ya se tenía la certeza de que la mayoría de las instituciones científicas tenían su sede en Madrid. Desde el Ministerio de Ciencia se propuso crear un Instituto de Matemáticas a nivel nacional que tuviera distintas sedes. Las ciudades que quisieran optar a ser una de ellas debían presentar su candidatura. Granada, con el impulso (como ahora ocurre con la Agencia de la Inteligencia Artificial) de la Universidad se postuló como una de esas ciudades. "De ahí salió el IMAG", que ahora cuenta con el sello de excelencia María de Maeztu, que reconoce las unidades científicas más destacadas a nivel nacional.
"La Universidad siempre ha estado detrás" de un proyecto que ahora disfruta del reconocimiento a todos los niveles y que, en conjunto con el premio obtenido por Ros, coloca a Granada como uno de los ejes del estudio matemático español.
La obtención del María de Maeztu por parte del IMAG implica que en distintos estamentos se ha entendido la envergadura de la ciencia que se hace en la UGR y "la capacidad" del equipo que integra el Instituto. Capacidad y "buen futuro", augura Ros, que liga esta previsión al necesario apoyo.
"Algo debe estar pasando para que estas cosas ocurran aquí", repite cuando reflexiona sobre la conjunción de su galardón con el hecho de que el IMAG sea unidad de excelencia. Ros también señala el cambio en la gestión de fondos para la ciencia. Del café para todos se ha pasado a promover la competencia entre grupos para obtener más financiación.
¿Y optar a una universidad más grande? Ros recuerda que le llamaron de la Autónoma de Madrid. "Alguna gente se enteró de que había hecho alguna cosa que no estaba mal", cuenta con una modestia descomunal. Llegó a conseguir la cátedra pero, cuando llegó el momento de incorporarse "les dije que no". Se quedó en Granada como titular, en lugar de catedrático en Madrid. "Las cosas siguieron su camino natural", zanja.
El Departamento estaba en formación y ahí se centraron recursos y energía investigadora. "Visto con perspectiva no salió mal", reflexiona Ros, que reseña que el grupo de geómetras está compuesto por los que fueron alumnos. "Ahora se les reconoce el nivel en todo el mundo". Con el mismo cariño habla de los que le han acompañado de quienes ejercieron como maestros, de sus compañeros tanto en la bancada del aula como en el departamento y también de sus alumnos. Entre todos, asegura, se ha podido pasar de un escenario que podría asimilarse a un páramo a un vergel matemático que ya ha dado muchas alegrías a la Universidad de Granada y que promete seguir.
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