Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Asociación Marroquí | Programa de Familias Colaboradoras en Granada
Granada/Kamal Allouti llegó debajo de un camión a Almería desde Nador. Abd Rahim Barghuodi se embarcó en una patera con 60 personas para llegar a las costas españolas. Khaleed intentó entrar a nado de Marruecos a Ceuta en otra patera. Los tres jóvenes menores de edad acabaron internados en centros de acogida. Khaleed, natural de Tetuán, convivió con 600 personas en el centro de realojo temporal para Menores Extranjeros No Acompañados de Ceuta. "Compartes habitación de cinco metros cuadrados con siete compañeros. Sólo hay un baño pequeño. No tienes nada de intimidad", cuenta.
Khaleed llegó a estar con 15 personas en un mismo cuarto. "Era Guantánamo. Se trataba de una habitación sin puertas ni ventanas. Las paredes todas rotas", reconoce. El joven aprendió español leyendo por la noche a la luz de unas velas. "Tenía muchas ganas de aprender pero no había posibilidad. No había plazas. Había una profesora de origen marroquí que me daba fichas para que las hiciera", rememora. Tampoco se corta en contar que allí había "mucha maldad" y que les llegaban a pegar.
A Rahim Barghuodi, nacido en Beni Melal (cerca de Marrakech), lo pilló la Guardia Civil al llegar a las costas españolas y acabó en el Centro de Protección de Menores de San Roque. Pasó 12 días internado hasta que lo trasladaron al Centro de Menores de Cijuela. Allí conoció a Kamal. Lo que más echaron en falta los tres durante su estancia en los centros de acogida fue la familia, una persona en la que apoyarse en esos duros momentos. "Porque no tienes ni madre ni padre ni nadie. Sólo tienes a los maestros en el centro. Los fines de semana a veces sales, otros no", relata muy directo Kamal, que reconoce haber echado de menos "un ambiente familiar".
Por este motivo, entre otros muchos, la Asociación Marroquí para la Integración de los Inmigrantes ha puesto en marcha un programa pionero para que las familias granadinas pasen tiempo de ocio con menores migrantes fuera de sus centros de acogida. "Este proyecto va a suponer un cambio muy importante en la vida de los chicos que están en los centros. Acoger a un chico y meterlo en una familia un fin de semana va a ayudar a su inserción social. Sería genial. Yo mismo si hubiera tenido la oportunidad lo hubiera agradecido", afirma Khaleed mientras Kamal habla del programa como algo "maravilloso".
El proyecto está centrado en "menores extranjeros no acompañados por su situación de desarraigo y vulnerabilidad social", detalla Patricia Jiménez, trabajadora social en la Asociación Marroquí. "Que no significa que no lo tengan los otros niños del centro, pero es verdad que por su situación, que se encuentran lejos de sus familias y de su país de origen, no tienen ningún vínculo. Un chico que está en el centro de menores y es nacional tiene una tía, un amigo, un vecino. En cambio, los menores extranjeros no acompañados que llegan no tienen este referente fuera. Están totalmente solos. Ellos no van a tener a nadie", aclara.
El programa, que empezó en enero, está dirigido a jóvenes migrantes del centro de menores de Granada y de Málaga. ¿Por qué deciden poner en marcha este proyecto? "Yo trabajo con jóvenes migrantes extutelados. Después de salir del centro a los 18 años se encuentran con la realidad: no saben ni que documentos tienen, ni para que sirven, ni cuáles son sus derechos, a donde puede ir. Es como si a ti te sueltan en otro país totalmente diferente al tuyo y te dicen: "De aquí en adelante te buscas la vida". El programa surge al ver la realidad a la que se enfrentan cuando salen de los centros", admite la trabajadora social, que entiende el programa como una manera de "hacer prevención" frente a estas situaciones de extrema vulnerabilidad.
"Y así el día que salgan puedan tener un referente, una persona a la que llamar. A la que decirle: "No sé dónde dormir, ¿me ayudas?". O "Me he caído. ¿Me acompañas al médico?", pone como ejemplo. Las personas interesadas pueden ponerse en contacto con la Asociación Marroquí, encargada de hacer la entrevista y la visita domiciliaria y proveer de información; y nexo entre el Sistema de Protección de Menores de la Junta, la familia y los centros.
El perfil que puede acceder a este programa lo establece la Junta de Andalucía. Las familias colaboradoras pueden ser numerosas o unifamiliares. El abanico de edad va desde los 18 a los 67 años. "Tienen que tener unas condiciones aptas y buenas de habitabilidad. Por eso nosotros hacemos una visita al domicilio. Una estabilidad emocional, social y económica. No se piden unos ingresos, pero que se pueda mantener. No nos sirve que sea una persona drogodependiente porque va a estar un menor en esa casa. O que sea una pareja que lo lleve mal y quieran solucionar la relación a través del menor. Te hacemos una entrevista y una visita al domicilio para evitar todo ese tipo de situaciones", resume Jiménez, que hace hincapié en que esa persona no puede tener antecedentes de naturaleza sexual o penales.
Ese joven va a compartir con esa familia fines de semana, festivos y vacaciones. "No es un encuentro esporádico, sino que tiene una consecución en el tiempo. En el tiempo libre que tengan las personas que se comprometan", advierte. El programa ayudaría mucho a estos adolescentes migrantes varios años antes de cumplir la mayoría de edad y darse de bruces con la realidad. "Les beneficiaría afectivamente. Están todos juntos en el centro de menores. Hacen todo en grupo. No hay alguien que individualice a cada uno y le pregunte cómo le ha ido el día. A nivel emocional y afectivo es un vínculo súper importante. Ese vínculo, que se establece con ellos, no lo conocen o no tienen la oportunidad de tenerlo en el centro. Que vivan en un entorno familiar no es lo mismo que vivan en el centro con otros muchos compañeros. No se le da el mismo trato. Le puede cambiar la vida", asegura la trabajadora social, que también cree que es una experiencia que se lleva la familia.
"Estamos peleando con la vida. Es lo que hay. Yo estaba trabajando de cocinero en un restaurante. Tuve un accidente laboral. Ahora estoy de baja. Mi sueño es ser futbolista", se sincera Kamal en mitad de la entrevista (donde luce un colgante para el móvil del Real Madrid). Khaleed está haciendo un grado de integración social porque en un futuro quiere trabajar en un centro de menores y ser un ejemplo para los chicos. Abd coge un bus rumbo a Puerto de Mazarrón para buscar trabajo la misma tarde que se cita con nosotros en la sede de la Asociación Marroquí en el Zaidín.
A los tres les fastidia que la extremaderecha esté criminalizando sistemáticamente a los jóvenes migrantes. "No veo nada justo los que dicen que los inmigrantes roban trabajo. La vida es una oportunidad. Hay que aprovecharla. ¿Cómo va a venir una persona que no sabe hablar tu idioma a robarte el trabajo? La palabra mena es un crimen. Escuchan a mena y piensan que es un yonqui que te va a robar. No es así. Yo tengo colegas míos que han estado en el centro y ahora trabajan. Hay gente que coge un camino que no debería. No todos somos así. Yo he estado en la calle más de una vez y nunca pensé en hacerle daño a alguien. Nunca pensé en robar a nadie", se sincera Khaleed.
"Cuando veo a alguien en la calle me duele. Muchos buscan trabajo y no hay. La gente joven es el futuro. Hay que ayudarlos. No somos ladrones como piensa la gente", exclama Kamal. El programa de Familias Colaboradoras de la Asociación Marroquí puede ser una reconciliación con la vida. La misma por la que pelean estos tres chavales con sueños e ilusiones.
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