Benítez Carrasco, exiliado en Méjico
El poeta, Hijo Predilecto de Granada, se marchó porque "estaba harto" Allí pasó 25 años, siendo homenajeado clamorosamente y acompañado en sus actuaciones por Agustín Lara
LA marcha de Benítez Carrasco a Méjico nada tiene que ver con la salida de los exiliados políticos acogidos por el presidente Lázaro Cárdenas; casos como el de los poetas León Felipe o Luis Cernuda, por ejemplo. Cuando empezó la Guerra Civil Benítez tenía 14 años. Leyendo la Obra poética que editó Caja Sur (2000) y la nutrida biografía que del poeta albaicinero nos deja el profesor Delgado Calvo-Flores (2007) nos enteramos de que Benítez marchó a Madrid muy joven, en 1948, y, no encontrándose allí demasiado feliz a pesar de los numerosos éxitos resaltados por toda la prensa, acabó "saltando el charco" en 1953 para recalar, entre otros países americanos (Argentina, Uruguay, Cuba, Puerto Rico…) en Méjico, donde pasó 25 años de su vida.
Su exilio ni fue por motivos políticos, ni económicos; tal vez arrastraba problemas familiares de incomprensión unidos a ese espíritu aventurero que siempre le acompañó. Él mismo recitaba con frecuencia y con bastante sentimiento aquello de caminante voy y vengo/ por todos los caminos voy/ y en ninguno me detengo. El caso es que se marchó porque "estaba harto", según confiesan los que le conocían; o por "artisteo y por conocer nuevos mundos", según manifestó él mismo. Aunque parece que también pasó algunas penalidades económicas a pesar de codearse con parte de la alta sociedad madrileña.
Tal fue luego su popularidad en tierras mejicanas que, siendo ya enormemente querido, recibió el 13 de octubre de 1991 un calurosísimo homenaje en el Castillo de Chapultepec (Ciudad de Méjico). Allí fue presentado como poeta en la cumbre y ovacionado largamente tras recitar Caminante, La Barca, El Puente…; y al llegar al poema titulado México Sonoro jugando de forma admirable e ingeniosa con las palabras esdrújulas: Sobre esdrújulas voy…/romántico en Querétaro /marinero en Páscuaro /campanero en Pénjamo…/nombre sonoro y mágico, Méjico, los aplausos fueron tan prolongados que fue difícil continuar el recital. No había manera de poner silencio en la sala.
Pero el colmo fue cuando declamó un poema dedicado a García Lorca que lleva por título Romance de la voz y el cante triste; es aquél que termina …Y Federico, jinete de cobre en flor, fustigaba /con fusta de versos / la cintura de Granada. Fue en Méjico donde tuvo ocasión de presentar espectáculos muy sonados en los que actuaron artistas por entonces de enorme relumbrón, Sara Montiel y Rocío Jurado, como antes lo había hecho en el Teatro Avenida de Buenos Aires presentando a Lola Flores y Manolo Caracol y como lo haría después en 1988 cuando presentó en Sevilla a Juanita Reina en el Teatro Maravillas.
En 1970 Agustín Lara dio un concierto en Méjico interpretando temas de sabor muy español que él mismo tituló Cachitos de España. El concierto tuvo carácter benéfico dedicado a la Asociación para evitar la ceguera en Méjico. Mira por dónde Benítez Carrasco acabaría casi ciego. Cada tema del mejicano al piano era prologado con un comentario del poeta granadino. Desde entonces ambos artistas hicieron pareja en sus múltiples actuaciones y de alguna manera quedan hoy aun unidos en el monumento público que se levantó en Granada a Agustín Lara y en cuyo pedestal queda grabado un poema de Benítez Carrasco.
Manuel Benítez Carrasco, alumno del Ave María, aquel niño "patitas de alambre", hijo de un carpintero y de madre con "carita de pan casero", siempre llevó a Granada en sus labios y al Albaicín en el corazón por eso se le dedica una de las esculturas en la Avenida de la Constitución que debiera ser respetada; aunque lo suyo sería leer atentamente su extensa obra poética, en vez de manchar su imagen con actos vandálicos o tupir su recuerdo con la mental vagancia del olvido o la ignorancia.
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