Bibataubín, un castillo en el llano de Granada
Santiago Pecete recoge en un libro la arqueología y la historia de este singular edificio de origen musulmán
Durante 2010 se realizaron obras de rehabilitación y adaptación, para el uso por el Consejo Consultivo, de la antigua sede de la Diputación Provincial de Granada en el Palacio de Bibataubín, propiedad de esta última desde 1932, fecha en la que se transformó en sede administrativa dejando de ser un recinto militar. Gracias a estas obras, dirigidas por el arquitecto Pedro Salmerón, se ha podido profundizar en la arqueología y la historia de este singular edificio de origen musulmán que fue sufriendo transformaciones tan importantes, a lo largo de sus casi ochocientos años de historia, que hoy día sería imposible de identificar.
Este trabajo de investigación se ha visto reflejado en la edición de un libro publicado por la Junta de Andalucía, Bibataubín: propuesta de evolución de un edificio histórico, cuyo autor, Santiago Pecete, ha sido también el arqueólogo encargado de hacer el seguimiento y las exploraciones pertinentes para desentrañar la vida de esta construcción que hoy enseñorea la confluencia entre Puerta Real y la Carrera del Genil.
Para empezar hay que decir que la voz Bibataubín significa Puerta de los ladrilleros (el vocablo Bib nos indica, como en Bibrrambla, la existencia de una puerta de acceso en la muralla musulmana). Esta puerta parece ser que se abrió hacia el siglo XIII en el interior de una torre almenada que se puede apreciar en una antigua fotografía y que fue torpemente demolida, de la noche a la mañana, en los años sesenta del siglo XX. A esta torre y puerta en recodo se le añadió en época nazarí una segunda muralla que la rodeara para una mayor protección y así estaría cuando el Gran Capitán, en una escaramuza de la guerra de Granada, incendió el pequeño castillete que se había construido.
Probablemente, como consecuencia de la facilidad con que había sido asaltada esta entrada a la ciudad, los Reyes Católicos mandaron fortificar este sitio con baluartes para artillería, encargándose de este trabajo Ramiro López (el mismo que había realizado la fortificación de Santa Fe y que estaba haciendo, por esas fechas, los cubos artilleros de la Alhambra, como el de la Puerta de la Justicia) fortificando tanto el exterior como el interior del conjunto que se dotó de un profundo foso y puente levadizo que lo aislara, pues la rebelión de la propia población musulmana era cosa esperada.
De este modo, se formó un auténtico castillo en el llano de la ciudad, un acuartelamiento dependiente de la Alhambra que tenía alcayde propio y que protegía ese punto débil. Así se mantuvo hasta el siglo XVIII, en el que se hacen las importantes reformas que comienzan a darle la forma que hoy conocemos. Se ciega el foso en 1718, pues era un foco de infecciones y un peligro que había producido serios accidentes, como la caída de carruajes y peatones a su interior y, sobre el bastión artillero de la esquina, se construye la torre poligonal que hoy es seña de identidad del edificio. Ha sido aquí, precisamente, donde el trabajo arqueológico ha dado una de las mayores sorpresas y alegrías, pues durante el trabajo de Santiago Pecete, se ha descubierto, bajo el nivel de la calle actual, toda la parte baja del baluarte con sus troneras para los cañones que defendían el foso y los laterales del castillo.
Toda esta zona se conserva en muy buen estado, pero desgraciadamente no ha sido integrada todavía en la nueva obra, por lo que aún no es visitable. Pero ahí está y en algún momento se podría plantear en este sótano rehabilitado una sala de interpretación y evolución del edificio, tal y como propone Pecete.
En siglo XVIII, como dijimos, se produce la transformación radical del conjunto, añadiéndole el torreón y la actual portada con columnas salomónicas, procedentes de las que se realizaron, y no se usaron, para el Sagrario de la Catedral. Se decoró con esculturas de Carlos III, conservada en el interior, y granaderos que fueron eliminados hacia 1932, durante la adaptación del antiguo cuartel que hiciera el arquitecto Fernando Wilhelmi, para el uso administrativo de la Diputación de Granada.
Estamos, por tanto, ante un trabajo de investigación de gran importancia que ha desvelado una sorprendente evolución y transformación de este espacio, pero que pese a su publicación, no ha sido convenientemente transmitido al público en general, legítimo depositario del patrimonio a través de su financiación impositiva, habiéndose perdido la oportunidad de hacer visitables las zonas desveladas por la arqueología. Todo ello es subsanable, pero sería de agradecer que se hiciera lo más rápidamente posible.
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