Boabdil, el moro que paseaba su amargura por la Alhambra

Historias de Granada

Los granadinos celebraremos otro dos de enero sin haber resuelto si el último rey nazarí que pactó la rendición de Granada se merece la redención

El teniente de alcalde Castillo Higueras estuvo en Londres en 1983 para pujar por el supuesto yelmo del llamado ‘El Desdichado’

Detalle del cuadro sobre Boabdil de Alfred Dehodencq.

Granada/Al establecerme en Granada el vocablo Aliatar lo relacionaba con un cine y un bar de bocadillos y no con el nombre del que había sido alcaide de Loja y suegro de Boabdil. En cuanto a Moraima no me sonaba como la esposa de Boabdil, sino como una alquería que hay en la Alpujarra. Al Zagal, que era el tío de Boabdil y el que le había disputado el trono, era para mí una marca de vinos y Los Abencerrajes, esa familia guerrera que ayudó al último rey nazarí, era el nombre de un colegio que hay cerca de mi casa. No tenía ni idea de que el pico de Mulhacén se debe a Muley Hacén, que era el padre de Boabdil, y que Aixa, que era el nombre de una cafetería a la que iba, era como se llamaba la madre de éste. En cuanto al Rey Chico, para mí era simplemente el nombre de una sala de fiestas. Lo poco que sabía sobre Boabdil se lo había escuchado a Los Puntos en cualquier guateque de mi adolescencia cuando hablaban en su canción de las desgracias de aquel rey moro que cuando el sol se iba se le escuchaba paseando su amargura por la Alhambra y recordando y llorando por Granada. En fin, que no sabía de la historia de la etapa nazarí nada o casi nada. ¡Dios mío, era un inculto en el tema de la Berbería y del mundo musulmán!

Fue a raíz de una entrevista que le hice a finales de los ochenta al arabista Emilio García Gómez con motivo de haber sido nombrado Hijo Predilecto de Andalucía cuando comencé a interesarme por el pasado musulmán de Granada. Él había traducido las memorias del último rey zirí, Abd Allah, con el título de El siglo XI en primera persona. Era una especie de autobiografía apologética escrita por el monarca zirí en Fez para suscitar emoción y simpatía en la posteridad. El insigne arabista me recomendó que leyera esa autobiografía para tener una visión diferente a la que hasta ahora se había tenido sobre la invasión musulmana.

Antonio Gala y el autor del artículo en la presentación de El manuscrito carmesí. / Juan Ortiz

En 1990 gana el premio Planeta Antonio Gala con su novela El manuscrito carmesí. En ella, el escritor nacido en Brazatortas y criado en Córdoba, se inspira en la autobiografía de Abd Allah para contar la vida de Boabdil, el último rey moro. También tuve que leer este libro porque fui el encargado de presentárselo en una de las visitas que el ganador del Premio Planeta hizo a Granada. Y la verdad es que a raíz de la lectura de El manuscrito carmesí empezó a caerme bien Boabdil. Hasta hoy que considero que si me preguntan que quién es el granadino al que peor lo ha tratado la Historia respondo que, sin duda, ese fue Muhammad XI, más conocido como Boabdil 'El Chico' y también por 'El Desdichado'. De acuerdo, fue un intrigante, tuvo grandes diferencias con su padre Muley Hacen y con su tío Al Zagal y parece que estaba algo enmadrado, pero me cautiva de él esa estela de perdedor nato que se vio obligado a entregar Granada a los Reyes Católicos.

Frase falsa

Se ha difundido hasta la saciedad que cuando Isabel y Fernando entraron en Granada y expulsaron a Boabdil, éste lloraba por la irremediable pérdida de su amada ciudad. Fue cuando, según la leyenda, su madre Aixa le dijo aquella frase que se ha quedado grabada en la memoria de todos: "Llora como mujer lo que no has sabido defender como hombre". En realidad, esta frase nunca se dijo y si se dijo, nadie la pudo corroborar después porque tanto Boabdil como Aixa nunca regresaron a Granada.

Con las tremolaciones del pendón se conmemora el día en que Boabdil entregó Granada. / Juan Ortiz

La frase hoy día podría ser enmarcada en una fake news, como se dice ahora. Lo que sucedió es que, como ya he dicho en otra historia de esta serie, aquella frase fue escrita tres siglos después por el padre Echevarría en la obra Los paseos de Granada, donde pretendió desacreditar al último rey nazarí de España haciéndolo pasar por un rey llorón. El mensaje tomó forma y habitó entre nosotros. Tanto que muchos granadinos no avezados en Historia solo ven a Boabdil como un cobardica con los ojos llenos de lágrimas al que la madre le echa un rapapolvos por haber entregado Granada. ¿Fue Boabdil un cobarde o un rey que para evitar un descalabro sangriento de los suyos prefirió entregar la ciudad?

Los puntos sacaron una canción al rey Boabdil, que lloraba por Granada.

Por lo pronto Boabdil ha pasado a la Historia como una persona inepta y falta de determinación, además de enteco y esmirriado. Sin entrar demasiado en detalles, se sabe que nació en la Alhambra en 1.453. Que sus padres eran Muley Hacén y Aixa y que se casó con una mujer muy bella llamada Moraima, hija del alcaide de Loja llamado Aliatar. Por lo visto Boabdil no se llevaba bien con su padre debido a que éste le ponía a su madre los cuernos con la bella Zoraima. También se sabe que después de entregar la ciudad a los Reyes Católicos se retiró a la Alpujarra, a Láujar de Andarax concretamente. Y que, desde allí, después de morir su amada Moraima, se va a Fez, donde falleció 43 años más tarde.

Es a raíz de El manuscrito carmesí cuando aparece una corriente de historiadores e investigadores que intentan romper con todos los falsos mitos que se habían creado en torno a este rey. La biografía novelada de Boabdil escrita por Antonio Gala incorpora mucha fantasía por parte de su autor, pero trata a Boabdil como nadie antes lo había hecho. En ella el último rey nazarí parecía exculparse de todo lo que le había pasado: había sido obra del destino.

En el año 2004 la escritora Magdalena Lasala presentó una biografía sobre Boabdil en el que le pone como un valiente y dice que entregó Granada porque sabía que representaba el final de una época y no podía competir con los avances de la técnica militar castellana. "Tenía los días contados y era consciente de ello". La escritora llega a decir que Boabdil salvó a la Alhambra porque conocía muy bien a Fernando de Aragón y sabía que todo los que había conquistado había sido a través de someter a las ciudades a asedios muy largo y sangrientos. "Era lo único que podía hacer, salvar la Alhambra. Si él no entrega las llaves en ese acto de humillación, y las tropas hubiesen entrado en los palacios, la Alhambra hoy no existiría", dice la escritora.

Otro escritor, Manuel Ayllón, asegura que la Toma de Granada -que se conmemora el próximo jueves, dos de enero- es una historia mitificada y que a quién le interesaba realmente ocupar la ciudad era a Isabel, que estaba obsesionada por expulsar a todos los que no fuesen cristianos. Este autor defiende que la Toma no fue realmente una guerra, sino una negociación de Fernando, que le dio sus buenos dineros al rey nazarí para que abandonara Granada. Y que Boabdil, cuando ya no tenía la suficiente música dentro para que su vida siguiera bailando, decidió entregar la ciudad.

El escritor malagueño Antonio Soler escribió no hace mucho una novela en la que relata la amistad que llegaron a tener Boabdil y Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán. Para el Soler, el hecho de que Boabdil fuera el que entregó el reino nazarí hizo que los cristianos lo vieran como un rey débil y los musulmanes como un traidor del islam. Soler asegura que Boabdil era un hombre que no tuvo más remedio que aceptar ser rey porque era parte de su destino. Cree que el último rey nazarí fue un personaje ambiguo y con cierta complejidad psicológica.

Una investigadora inglesa llamada Elizabeth Drayson ha estado varios años investigando sobre Boabdil y se suma a los que piensan que Boabdil no fue mal rey. Según ella, el heroísmo de Boabdil, largamente repudiado por la mayoría de los comentaristas históricos, es evidente en su capacidad para reconocer la futilidad de la resistencia y la elección que hizo al rechazar el sufrimiento, la hambruna y la masacre de su pueblo. En su lugar, negoció los mejores términos de rendición posibles, rechazando el martirio y voluntariamente sacrificando su reputación por el bien mayor.

Podríamos seguir con la lista de escritores e historiadores revisionistas que han visto la injusticia histórica que se ha cometido con Boabdil, pero supongo que desde ahora en adelante este rey será visto de otra manera. De todas formas, ese revisionismo ha llevado hasta considerar a Boabdil un hombre magnánimo y lleno de virtudes. En la serie Isabel, emitida en 2013 por TVE, se muestra a Boabdil como un rey poeta y un hombre de letras que aboga por el diálogo frente a la guerra y que entrega Granada para salvar a su familia y evitar la destrucción de la Alhambra. Tampoco es eso.

El yelmo y la espada

En mayo de 1983 me encargaron en el periódico cubrir la información sobre la subasta que se iba a celebrar en Londres sobre el yelmo de Boabdil. No tenía que ir a Londres, sino hablar con José Miguel Castillo Higueras, el concejal y teniente alcalde de la primera corporación democrática que se iba a la capital inglesa a pujar por la celada del último rey nazarí.

Supuesto yelmo de Boabdil que se subastó en Londres.

José Miguel Castillo, edil muy preocupado por el patrimonio local, estaba dispuesto a traerse para Granada el yelmo. Me dijo en una entrevista antes de marcharse para Londres que, ya que no teníamos su espada, haría lo posible por traerse la parte de la armadura que se ponía Boabdil en la cabeza cuando guerreaba. Una de las espadas de Boabdil está en el Museo del Ejército en Toledo. Hay alguna más, pero de menor relevancia. Esta que está en Toledo es una espada de acero recta y de doble filo de producción genuinamente nazarí con una empuñadura soberbia. Llegó a manos castellanas tras la derrota de Bobadil y posterior encarcelamiento tras la batalla de Lucena, donde perdió al enfrentarse a los Reyes Católicos. Estos entregaron la espada y demás bienes a los vencedores de dicho enfrentamiento, especialmente a los Fernández de Córdoba, que conservaron sus pertenencias en el palacio de Viana. Pasados los siglos la I marquesa de Viana donó dichas piezas a la Corona española. Granada había intentado durante algunos años que la espada estuviera en un museo de la ciudad, pero no lo había conseguido. Por eso era importante traerse el yelmo de Londres. Castillo Higueras debía valorar si aquella pieza merecía una sustanciosa puja por parte de nuestro Ayuntamiento para regresar a la tierra de la que no debió haber salido nunca.

Empuñadura de la espada de Boabdil que hay que el Museo del Ejército.

El casco del rey nazarí también estaba entre las pertenencias que tuvo que entregar Boabdil al ser derrotado en Lucena enabril de 1483, cuando, sus armas fueron repartidas entre el conde de Cabra y el alcaide Diego Fernández de Córdoba. Esa pieza de su armadura fue conservada en la Real Armería de Madrid, hasta la guerra napoleónica, en que fue trasladado a Francia por José Bonaparte. En Francia estuvo en dos colecciones, hasta llegar a la familia inglesa de Lord Astor.

La subasta del yelmo se iba a celebrar el cinco de mayo de 1983 en Sotheby's, considerada la meca de este tipo de transacciones. En su catálogo previo a la licitación de armas y armaduras, Sotheby's anunciaba la pieza como "tradicionalmente perteneciente a Boabdil, último rey moro de Granada, segunda mitad del siglo XV". Pero en letra pequeña se decía que era un "yelmo medieval de finales del siglo XV y principios del XVI, que por tradición se cree que perteneció a Boabdil". Fue ese texto el que hizo sospechar al concejal granadino que haría el ridículo si llegaba a Granada con un yelmo que no había pertenecido al último rey moro. Dos días antes de la subasta Castillo, según declaró a su vuelta de Londres, se entrevistó con varios expertos y marchantes de arte para solicitar su dictamen sobre la autenticidad de la pieza. Al parecer, los informes fueron negativos y Castillo Higueras prefirió mantenerse al margen. El casco, que salió en 30.000 libras (seis millones de pesetas de antes y 36.000 euros de ahora), fue adjudicado en 75.000 (90.000 euros) al Museo Metropolitano de Nueva York.

Al final de la subasta, Castillo Higuera dijo no haberse lamentado por no pujar. Estaba convencido de que el yelmo no era el del mítico rey nazarí. Comentó que había consultado a varios de los expertos y estos le habían asegurado que el casco no era una pieza de orfebrería del arte musulmán granadino, sino, tal vez, italiana o de otra zona de España. En todo caso, difícilmente pudo pertenecer a Boabdil, según dichos informes, porque debía situarse en el siglo XVI y no en el XV.

La pregunta entonces era: ¿Por qué había llegado a pagar el Metropolitano neoyorquino 90.000 euros por él? La respuesta la dio la dirección de museo días después: ellos habían pujado no en su calidad de casco de Boabdil, lo que les importaba tres pimientos, sino de "pieza original y extraña". Los esmaltes que lo adornan son, al parecer, más antiguos que el propio casco, y las inscripciones en árabe no forman palabras conocidas, sino que son una simple colección de letras. En fin, que Castillo Higueras regresó a Granada sin el pretendido yelmo de Boabdil. Hubo quien se sintió decepcionado y hubo quien se alegró por pensar que las arcas municipales se habían ahorrado casi cien mil euros que nos hubiera costado el dichoso yelmo. En fin.

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