"El Cacerola y el Barullo eran buenos, pero trapicheaban"
Doble asesinato en el camino de purchil La policía continúa la investigación
Amigos de los fallecidos destacan su buen carácter, aunque admiten que llevaban un tren de vida nada acorde con sus ingresos y que hacían ostentación de riqueza

Detrás de las siglas hay nombres, en muchos casos también apodos, y desde luego, como habría dicho Ortega y Gasset, siempre circunstancias. Diversas, porque cada cual es un mundo. Detrás de J.F.C. y M.F.A., los dos jóvenes asesinados el pasado jueves en el Camino de Purchil, están, respectivamente, Juan y Manolo. O, respectivamente, El Cacerola y El Barullo, como los conocían sus amistades en Almanjáyar; que ahora, a toro pasado, aprietan filas para defender su bondad. No tanto su honradez, porque reconocen que andaban metidos en asuntos ilegales.
"Eran muy buena gente", coinciden dos amigos íntimos, que además no parecen secundar el dicho -ése que asegura que todo el mundo te quiere cuando estás muerto- sino que hablan con el corazón.
Afirman que eran nobles, sencillos, simpáticos y cariñosos, les atribuyen mil adjetivos elogiosos, pero no ocultan que llevaban tiempo trapicheando con drogas, fundamentalmente con cocaína.
Por eso nadie se extrañaba al verlos pasear por el barrio a bordo de un potente y ostentoso BMW. "Llevaban un tren de vida muy alto", resume uno de sus íntimos, que no disimula una mueca cuando se le opone que sus familiares sostienen que Manolo era oficial de albañilería y que Juan iba tirando con lo que sacaba de su puesto en un mercadillo. "Claro, ellos qué van a decir", contesta, comprensivo.
Lo cierto es que Juan y Manolo habían sido muy listos hasta que la fatalidad se topó en su camino. Ninguno de los dos tenía antecedentes penales por tráfico de drogas; El Barullo sí había sido detenido y le constaban antecedentes, sólo policiales, pero por robo. No conocían la cárcel.
¿Qué fue lo que les ocurrió el pasado jueves? Otro buen amigo dice que no lo tiene muy claro, pero sí qué fue lo que no pasó. "No lo mató nadie de Almanjáyar, eso es seguro. En el barrio nos podemos pelear, pero nadie mata a nadie porque sabe que eso no quedaría impune, que llevaría a una reacción. Aquí nos conocemos todos".
En el Camino de Purchil, en eso coinciden los dos amigos citados y un tercero, tuvo que haber algún trapicheo. Juan y Manolo habrían ido allí a comprar coca. Una buena cantidad, además. No les parece descabellada la idea de que los vendedores, como se ha filtrado, fueran venidos de otro lugar para la ocasión, tipos ya curtidos en ese tipo de transacciones que, o bien supieron invertir los papeles cuando vieron que El Cacerola y El Barullo les querían engañar, o bien se aprovecharon de la menor experiencia de sus clientes para quedarse con mercancía y dinero y, para evitar su venganza, se los 'cargaron'. Y puede ser, también, que ellos estuvieran vengando una afrenta anterior.
Lo que sea posiblemente lo sabe R.C.C. -en su caso no cabe aún hablar de nombre, mote o circunstancias-, que es, por así decirlo, el hilo del que tira la policía para sacar algo en claro.
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