Cándido Gómez, el guardameta de la memoria
pasado con presente incluido
Cándido Gómez Álvarez llegó al Granada en 1948, con 19 años, proveniente del Athletic de Bilbao
Defendió la portería del Granada CF doce temporadas y después presidió el club en la época más gloriosa de su historia
Este mes de mayo cumple 90 años
Cuando comenzó a jugar al fútbol de guardameta los postes todavía eran cuadrados y las costuras de los balones hacían estragos en las cabezas de los rematadores, de ahí que muchos delanteros centros salieran con pañuelos anudados en la cabeza, cuán si estuvieran aporreados. Ha pasado mucho tiempo de aquello, tanto que el hombre con el que estoy conversando, cuando me enseña una fotografía de una alineación del Granada de la temporada 53-54, me dice:
-Todos, excepto yo, están muertos.
El hombre con el que estoy conversando se llama Cándido Gómez Álvarez, conocido popularmente como Candi. Gallego y granadino, a partes desiguales, a veces serio a veces acogedor, Candi viene a ser el emisario de un legado futbolístico del que pocos equipos pueden presumir: estuvo doce temporadas en el Granada como portero del equipo y catorce como presidente del club en su etapa más gloriosa.
Me recibe en su piso de la Carrera del Genil que le regaló su suegro. Su despacho es un lugar acondicionado para que aniden los recuerdos en forma de viejas fotografías, recortes antiguos de prensa en donde se alaba su trayectoria, copas que ganó en su etapa deportiva y vitrinas con objetos personales que merecen estar reguardados del polvo y del olvido.
-Mire, esa placa es de cuando fui el portero menos goleado. En todo el campeonato me metieron solo 19 goles.
Candi tiene tan poderosa y envarada presencia que puede despistar al que trate de adivinar los años que tiene. Por eso lo primero que hago al sentarnos es preguntarle por su edad.
-¿Cuántos años me echa usted?-me pregunta él.
-No sé. ¿Ochenta y dos?
-Dentro de unos meses cumplo 90-dice con la sonrisa del que parece haber pasado una prueba importante en su vida.
Y entonces yo no tengo más remedio que asombrarme porque sin duda es de las personas que ves por la calle y jamás puedes pensar que es alguien a punto de alcanzar la categoría de nonagenario. Será el 28 de mayo.
Le pusieron Candi en Bilbao
Candi tiene la voz como tupida por los años en los que daba órdenes en la cancha y en los vestuarios y gasta un tono displicente que se vuelve amable cuando la conversación va por donde él quiere, alaba lo bien que siempre le ha tratado la ciudad en la que vive, en la que se casó con Rosario López y en la que tuvo sus dos hijos.
Detrás de su poderosa fachada hay una persona en la que se le apelotonan los recuerdos. Nació en la localidad pontevedresa de O Porriño en 1928. Su infancia la pasó dándoles patadas a un balón y defendiendo la portería en la que jugaban los suyos. A los 16 años ya estaba jugando con un equipo de Logroño y a los 18 estaba defendiendo la portería del Atlético de Bilbao donde jugaban nada menos que Zarra, Panizo y Gainza. "Fue allí donde me pusieron Candi. Me trataron con un cariño excepcional. Era como un hijo para ellos". Un año más tarde vino a Granada y ya se quedó entre nosotros. Estuvo alguna que otra temporada cedido (al Levante y al Zaragoza) pero defendió la portería de nuestro equipo durante 12 temporadas.
Cuando hace un balance de sus sentimientos dice que una de las mayores alegrías que tuvo fue haber sido protagonista de los ascensos del Granada y del Zaragoza.
Candi tiene un copioso archivo documental. Me enseña álbumes con cientos de añejas fotografías y recortes de prensa. Allí está encuadernado toda su carrera deportiva. Letras y rostros que el tiempo ha desgastado, aunque no así su memoria:
-Mira, este es una de las mejores defensas que ha tenido el Granada. Están conmigo Millán, Lesmes y Rey. ¡Qué grandes eran! -dice pasando el dedo índice por una foto.
Miramos fotos y recortes y mientras me va hablando de fútbol. Le pregunto si había mucha diferencia entre el fútbol de antes y el de ahora. Me contesta que sí pero que no tanta. Y luego añade:
-Antes el fútbol era más directo, había menos técnica y menos planteamientos. Había que ganar y basta. Aunque en el fondo el fútbol no ha cambiado tanto. Eso sí, han conseguido que sea un negocio que mueve el mundo, pero la pasión que despierta es la misma.
-¿Se acuerda de alguna alineación memorable?
-Claro. La de la temporada del 53-54. Candi, Julio, Sueza, Millán, González, Rafa, Vicente, Guerrero, Cea, Padilla y Rius Ferrer. Cea murió hace unos días. Yo soy el único que queda vivo.
De alguna forma, él se ha convertido en el guardameta de la memoria del Granada. Por eso me habla de cuando el Granada era un equipo al que era muy difícil ganar, de cuando era temido en todos los campos y de cuando estaba instalado en el vestuario ese espíritu de lucha que le hizo un gran competidor. Luego me dice algo tan emocionante que hace que coja el bolígrafo y apunte:
-Mire, yo todavía me siento jugador del Granada, aunque no salga al campo a jugar. Es como si estuviera de suplente y esperara al entrenador que me llame para saltar al campo.
El gol que le paró a la muerte
Hace unos años, cuando había cumplido 82, la muerte le chutó a Candi con intención de meterle un gol. Fue cuando se le detectó un coágulo pulmonar, patología que se le complicó con una tromboflebitis aguda. El gallego-granadino paró el tiro gracias a su habilidad para ocupar la portería de la vida. Los que le recuerdan como portero dicen que era ágil y portentoso debajo de los palos. Los que le recuerdan como presidente dicen que era estricto y tenaz, a veces demasiado serio y autócrata, que controlaba hasta las salidas nocturnas de la plantilla. Un día hasta multó a los jugadores por 'falta de urbanidad'. En su biografía, como en la de todos, por supuesto hay algo de lo que querer recordar para siempre y algo de lo que querer olvidar, también para siempre. Después de ser presidente fue fabricante de camas y tuvo negocios en la construcción. Su nombre apareció en los papeles como implicado en el escándalo de la venta del viejo estadio de los Cármenes. Pero en Candi, como en todas las personas que llegan a nonagenarios, todo termina ya dependiendo del veredicto de la memoria. Él prefiere recordar aquellos momentos en los que era vitoreado y los homenajes por parte de los futbolistas veteranos que recibió después de dejar la presidencia. Nota que en Granada la gente le recuerda y lo quiere, a pesar de que los chinos que llevan ahora el equipo ni siquiera lo inviten a la inauguración de la temporada. Dice que es una satisfacción para él que haya personas que lo paren por la calle y lo saluden. "La virtud más grande que debe tener una persona es ser agradecido. Y yo lo estoy, y mucho, por Granada".
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