La Cartuja de Granada, el monumento que en el siglo XVIII ya tenía horarios para turistas
Investigación en la Universidad de Granada
El monasterio, uno de los más ricos y dotado con una excepcional colección artística, fue foco de una revuelta que terminó en cisma con la casa madre
A mediados del siglo XVIII, antes, mucho antes, de que existieran las redes sociales, Trip Advisor o Google, la Cartuja de Granada era ya un monumento que gozaba de fama internacional. Tanta, que fue uno de los primeros inmuebles con horario para turistas. Tuvo que fijar cuándo podía recibir visitas con el fin de compaginar la atracción que ejercía sobre los viajeros de la época y la vida monacal intramuros. “El horario era de ocho a diez de la mañana y de las tres a las cuatro de la tarde”, indica el investigador de la Universidad de Granada (UGR) José Antonio Díaz Gómez, que ha realizado dos estudios que han sentado “por primera vez la base para comprender el sentido de todos los elementos que conforman el gran tesoro de la Historia del Arte español que es el relevante conjunto artístico de la Cartuja de la Asunción”, indicó la institución académica en una nota de prensa.
Esos primeros turistas también dejaron por escrito sus quejas por no poder entrar en la Cartuja. No había internet, pero reflejaban su contrariedad en cuadernos de viaje. Así le ocurrió a alguno que se presentó ante el monasterio cuando éste estaba cerrado a cal y canto porque los monjes estaban dedicados al rezo.
El inmueble ha perdido, según cuenta el investigador, algunos de los elementos que tanta fama le dieron. Esa dispersión se debió, principalmente, a la desamortización y el expolio. Uno de los elementos perdidos fue la casa prioral, que contaba con un pequeño claustro. También desapareció el claustro mayor, rodeado de columnas de mármol negro. El monasterio consiguió una excepcional colección de piezas de arte, dispersas en la actualidad, indica Díaz Gómez.
En las dos publicaciones del investigador del departamento de Historia del Arte de la UGR se desvelan numerosos datos, fotografías, dibujos y planos inéditos de enorme interés. “Todo ello viene a enfatizar la trascendencia de este monasterio, que desde fechas tempranas gozó de fama internacional y aún en la actualidad los pocos cartujos que quedan siguen refiriéndose a él como la cartuja más célebre de todas las que hubo en España, a pesar de que el proyecto quedó inconcluso”, indica la nota remitida por la UGR.
Por un lado, la investigación detalla las identidades de quienes lideraron el cenobio hasta el siglo XIX, sus fuentes de financiación y aspectos decisivos de la vida cotidiana de los cartujos, como su incomparable riqueza, su papel crucial en el control del agua en la ciudad o la relajación de costumbres que llevó en varias ocasiones a intervenir el monasterio desde la casa madre en Genoble, Francia.
Además, el trabajo revisa el discurso artístico de la Cartuja, repleto de mensajes ocultos y que hoy sólo se conserva en parte y diseminado. “Para ello, se ha reconstruido la disposición de sus espacios, en los que trabajaron arquitectos como Covarrubias, Ledesma o Hurtado Izquierdo, y artistas como Cotán, Bocanegra, Mora o Duque Cornejo, de cuyos trabajos se aportan dataciones y pagos inéditos”, señala la Universidad.
Ese trato –que a los ojos del siglo XXI se considera discriminatorio– sería simiente de la rebelión que se gestó precisamente entre las paredes de la Cartuja, alentada por la monarquía española, que optó por fomentar la autonomía de las órdenes con sede en España pero que eran dependientes de casas madre en el extranjero. La Cartuja era uno de esos casos, indica el investigador. “La casa madre estaba en Francia, enemiga acérrima de la monarquía española”, destaca Díaz Gómez.
Asimismo, las publicaciones de Díaz Gómez desvelan cómo elementos en principio banales, tales como la disposición del suelo o de una simple ventana, fueron utilizados por la orden para hacer visible su rígida jerarquía interna. ¿Cómo era eso posible? La orden se regía por una gran austeridad, no sólo en los rituales cotidianos. También el entorno debía ser reflejo de esa sobriedad. “Para representar esa austeridad en un lugar como el refectorio, donde todos comían en un poyete corrido, la zona en la que comían los padres tenía solería de mármol. La de los legos, era de barro cocido”. Unos y otros no podían coincidir ni en los espacios destinados al recreo.
Contra esta desigualdad se acabarían revelando los propios monjes, y en este proceso la Cartuja de Granada sentaría el motor ideológico que finalmente condujo a un auténtico cisma de las cartujas españolas dentro de su propia orden en el siglo XVIII.
Díaz Gómez es Doctor Internacional en Historia y Artes y miembro de equipos y proyectos de investigación de la UGR dedicados al estudio de la cultura de la Edad Moderna y Contemporánea en Andalucía.
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